jueves, 23 de octubre de 2008

La generación de Afrodita A

Creo que pocos comics han marcado tanto a mi generación (la que vivió su infancia en los 70-80) como Afrodita A. Sí, ya sé que la serie se llamaba Mazinger Z, pero en el fondo, ¿qué recuerda la gente de aquella serie? ¿Al joven héroe Koji, que conducía el Mazinger? ¿Al hermafrodita del barón Ashler? ¿A la pánfila de la hija del Doctor Yomi?

No, la gente se acuerda que había un robot femenino llamado Afrodita A, que lanzaba sus tetas como dos misiles. Se acuerda de eso y de poco más. El propio Mazinger es, en el fondo, un personaje secundario; y es que ya sabemos que tiran más dos tetas que dos carretas. Pero, ¿por qué se acuerdan de ese detalle y no de los innumerables enemigos robotizados del coloso Mazinger Z? Pues porque se sale de lo concebible por nuestra cultura. A un guionista europeo o norteamericano, jamás se le hubiera pasado por la cabeza inventarse algo así; pero los japos son unos cachondos, y no se cortan un pelo a la hora de inventarse detalles divertidos, a menudo con toques sexuales, como este. Y claro, los chavales de la España de los primeros años de democracia, flipábamos, porque aquello era algo exótico.

Para colmo, los japoneses son muy expresivos en los combates, y de la misma manera que en una lucha de kung-fu los contendientes gritan para impresionar al enemigo, en las de robots lanzaban una frase con cada arma, como para animarse. Recuerdo que el grito de Sayaka (la niñata pija que la pilotaba) era "¡pecho fueeraaa!", cuando lanzaba uno de los misiles. Brutal. Los niños de entonces nos quedábamos con la boca abierta.

Por eso hoy le quiero rendir un pequeño homenaje a este personaje entrañable. Realmente la serie me encantaba por las aventuras de Mazinger Z, pero si no hubiera existido Afrodita A, con sus tetas-misil, la saga hubiera perdido una buena parte de su encanto.

Imagen: http://izhard.wordpress.com/2007/04/25/%C2%BFte-acuerdas-de-mazinger-z/

sábado, 18 de octubre de 2008

El decrecimiento

Ya hace algunas semanas, un comentario de un visitante proponía el decrecimiento como alternativa a la actual falta de ideas para avanzar hacia un modelo de sociedad más justo y que garantice mejor la felicidad de los ciudadanos. Este es un concepto que vale la pena comentar, pues se trata de una auténtica alternativa, de un auténtico cambio de mentalidad. Aunque no soy ningún experto economista, siempre he defendido que el capitalismo / economía liberal / libre mercado / llámesele-como-se-quiera no se arregla con un "paquete de medidas" que tanto les gusta anunciar a nuestros políticos, porque esas medidas siempre acaban siendo superficiales. Si de verdad se quieren cambiar las cosas, se tiene que atacar la raíz del problema y atreverse a cambiar de mentalidad. Lo otro son apaños.

El decrecimiento propugna una sociedad que no esté basada en el consumo, y en la que, por tanto, el crecimiento y la conquista del mercado no sean el objetivo principal. Lógicamente, esto significa romper con la mentalidad que sustenta el capitalismo, si bien tampoco pretende socializar necesariamente las empresas ni igualar a los ciudadanos, por lo que no es tampoco un tipo de comunismo. Se trata simplemente de marcarse la sostenibilidad y la justicia como objetivos primordiales. Básicamente se trata de una idea ecológica: si nos empeñamos en gastar los recursos sin límite, al final acabaremos con ellos. Además, al sobreexplotar estos recursos, es evidente que, para que unos pocos mantengan esa alta actividad económica, otros deben quedar marginados, rompiendo así la justicia y aumentando las diferencias sociales.

Lógicamente, el decrecimiento es objeto de críticas, como cualquier idea nueva que pone en duda el orden establecido (la democracia también lo fue en la época en la que las monarquías absolutistas dominaban Europa), pero creo que es bueno planteársela. En mi opinión, el capitalismo, como doctrina, está desfasado. Siempre he dicho que es el equivalente en economía a lo que el imperialismo era en la política: sostiene la expansión como idea fundamental. Y de la misma manera que hoy en día a nadie se le ocurre mantener tesis imperialistas en un parlamento, tampoco creo que ahora tenga ya sentido empeñarse en defender las tesis capitalistas, vista la experiencia de los últimos dos siglos. El imperialismo también tuvo su momento, pero pasó; ahora la doctrina dominante es la de que cada país conserve sus fronteras, sin expandirse. Igualmente, en economía, se debe llegar a un punto en el que la mentalidad sea la de que los negocios funcionen sin crecer, simplemente manteniéndose.

Como es sabido, el pretendido crecimiento de la economía capitalista es en realidad un engaño. La economía capitalista no crece, sino que se mueve por ciclos, como una onda. Primero viene una etapa de crecimiento, en la que el consumo se dispara, las empresas crecen, y todo parece ir viento en popa; pero claro, es una ilusión y la gente en realidad lo que está haciendo es vivir por encima de sus posibilidades. Entonces, como consecuencia lógica, viene una época de crisis (ahora mismo estamos en una de esas situaciones), en la que todo parece irse al garete y el sistema vuelve entonces a condiciones más realistas, desde las que volver a remontar el vuelo de la locura consumista, la cual vuelve a acabar desencadenando otra crisis, y así una y otra vez, sin fin. En cierto modo, la sociedad capitalista es una sociedad loca, psicótica. En las épocas de crecimiento, parece estar enferma de consumismo; se compra porque sí, por capricho, porque está de moda; la publicidad crea en la gente necesidades que antes no tenía y la lleva a lanzarse a gastos que no necesita. En las épocas de decrecimiento, el pesimismo se apodera de todos, el dinero se guarda en una caja fuerte en lugar de usarlo, las empresas reducen personal con la excusa de la falta de consumo y nadie se atreve a invertir en nada; todos tienen miedo.

El capitalismo es un sistema esencialmente injusto, ya que quien más tiene, tiene también más posibilidades de ganar mucho más, mientras quien menos tiene, tiene también todos los números para seguir teniendo poco. Es la ley de la selva del mercado. Esta tendencia se agrava a medida que van avanzando los ciclos mencionados anteriormente, ya que en las épocas de crecimiento, los principales beneficiados son precisamente los dueños de las empresas que están expandiéndose, y en las de crisis, quienes mejor las pueden soportar (y luego volver a invertir cuando se acabe) son los que han acumulado ganancias en los últimos años y las tienen bien guardadas, no quienes sólo dependen de su trabajo, que se encuentran en la calle y sin posibilidad de salir adelante. En cierto modo se trata de un sistema en el que los ricos son siempre ricos (a veces algo más y a veces algo menos, pero ricos a fin de cuentas), mientras los pobres, en las épocas buenas se encargan de "mover la máquina" que crea esa riqueza, movidos por la ilusoria idea de que ellos también alcanzarán un alto nivel de vida; y en las épocas malas pagan el precio de su engaño cayendo de nuevo en la pobreza, de la que más tarde querrán escapar volviendo a mover la máquina, y así eternamente. Los ricos, mientras, ven caer las monedas que produce ese sobreesfuerzo en épocas de bonanza, y luego las atesoran en las épocas de crisis, esperando que lleguen tiempos mejores en los que vuelvan a caer monedas.

El objetivo del llamado decrecimiento es eliminar estos ciclos, y dejar a la economía estancada en una situación sostenible; que la gente no se mueva por afán consumista, sino que el mercado sea básicamente estático y funcione sólo para cubrir las necesidades de la sociedad, sin crear otras nuevas con la excusa de aumentar los beneficios y de "mover la economía". Evidentemente, se pueden producir fluctuaciones, momentos más favorables o menos favorables, más o menos actividad comercial... pero por otro tipo de factores más "aleatorios", no por los predecibles altibajos de una sociedad empeñada en crecer, desafiando las leyes de la física.

Además, ecológicamente, el capitalismo es peligroso, porque sólo propone al mercado como regulador de su actividad, es decir, que si se consume petróleo de manera descabellada, por ejemplo, eso debe seguir siendo así hasta que se agote o hasta que las leyes del mercado lo penalicen porque ya no hay tanta demanda o no sale a cuenta. Ahora bien, fijémonos en que esa mentalidad es irracional desde un punto de vista de la sostenibilidad, por dos razones: la primera es que ecológicamente puede ser muy peligroso; la segunda es que, quizás cuando el mercado se dé cuenta de que no hay demanda, sea tarde para reaccionar creando otras fuentes de energía, y eso provoque una crisis social importante durante un tiempo bastante largo. Si queremos que la sociedad vaya bien, y no sólo las empresas, debemos preocuparnos por el buen funcionamiento de todo nuestro entorno: que el ecosistema no se degrade y que las necesidades sociales estén bien cubiertas, les salga a cuenta o no a ciertas empresas.

El decrecimiento propone, en cambio, un modelo de vida sencilla en el que la gente consuma (y por lo tanto tenga) mucho menos, pero también trabaje menos, tenga más tiempo libre, y viva menos agobiada. Estaría por ver, sin embargo, si una sociedad como esa, sin los motores de la ambición y el egoísmo (porque esas y no otras son las fuerzas motrices del sistema capitalista), sería capaz de evolucionar favorablemente. Por lo menos, no parece descabellado.

El tema da para mucho, como se ve, pero hoy he querido hacer esta breve e incompleta introducción. Ya irá apareciendo esta idea en futuros artículos.

Imagen: http://news.soliclima.com/?seccio=noticies&accio=veure&id=2373

lunes, 13 de octubre de 2008

La importancia de los deslices

Casi todo el país se ha reído ya a gusto del desliz que protagonizó Rajoy el día 11, con lo de mañana me toca el coñazo del desfile. Sorprende sin embargo, la mesura de la ministra de defensa, que se ha mostrado comprensiva con el líder del PP, probablemente porque ella misma sea la primera que piensa que lo del desfile del día 12 es un coñazo. Digamos que le acompaña en el sentimiento.

El comentario de Rajoy tendría escasa importancia si se tratase de un político de tantos; pero comienza a tenerla desde el momento en que consideramos que se trata de uno de los políticos que más ha machacado a los demás con ideas como la "lealtad a España", o que más ha luchado contra los "separatismos". El esperpento llega a su límite si tenemos en cuenta aquel famoso comunicado del 2007, en el que instaba a los españoles a celebrar con emoción el día de la hispanidad, apareciendo ante las cámaras como si fuera una autoridad del Estado, como si fuese el rey, por lo menos.

Nadie obliga a Rajoy ni a ningún otro ciudadano a que le gusten los defiles militares. Rajoy y cualquier otro están en su perfecto derecho de encontrarlos un coñazo. Ahora bien, si tan coñazo les parecen, que no vengan lanzando mensajes patrioteros con la rojigualda de fondo, pidiéndonos que acudamos con fervor a la celebración a la que ellos mismos querrían no acudir.

En este tipo de ocasiones siempre hay quien dice que la frase se "ha sacado de contexto" o que "no se debe dar importancia a una simple conversación privada". Opino lo contrario. Ni se ha sacado de contexto (Rajoy se estaba refiriendo al desfile y lo estaba dejando bien claro) ni se debe dar menos importancia a una conversación privada que a una institucional. Si me apuran, le daría más importancia a la primera, porque en estos tiempos de falsedad que nos rodean, en los que los políticos no practican una política real, sino que escenifican la política, como si de una mala comedia se tratase, nada se hace más necesario que conocer los pensamientos sinceros de esos que dicen representarnos. Y cuando esos pensamientos nos muestran la hipocresía que rodeaba a sus antiguas declaraciones, no podemos sentir otra cosa que desprecio ante su bajeza, y no, no vale como excusa que fuese una conversación privada.

Habrá quien interprete el gesto de Chacón como un detalle de saber estar. A mí, por el contrario, me parece de lo más vergonzoso. Hay que joderse con los políticos: están todo el día insultándose unos a otros sin razón alguna, y justo cuando deberían elevar la voz contra la hipocresía y la falta de honor, van y dicen que no tiene importancia, que mejor dejarlo estar. Claro, eso es lo que ellos querrían, que la verdad quedase siempre oculta y sólo apareciesen en los medios los discursos calculados y retocados con los que nos intentan hacer creer que piensan o sienten tal cosa, cuando en realidad piensan o sienten otra. No quieren que se dé demasiada importancia a lo que se sale del guión establecido, y es por eso que todos hacen piña para que estos "deslices" se olviden lo antes posible.

Imagen: http://blogs.periodistadigital.com/politica.php/2008/10/11/rajoy-desfile-conazo-3454

sábado, 11 de octubre de 2008

El miedo a las bromas

Ayer leí con cierta sorpresa la noticia sobre el encuentro de Jordi Pujol y Toni Soler en el Centro de Estudios Jordi Pujol, en el que el ex-presidente de la Generalitat discutió con el presentador del programa Polònia (para los no catalanes, decir que se trata de un programa de humor de TV3, básicamente alrededor de los políticos, bastante inteligente y con un gran éxito). Por lo visto al ex-honorable no le ha hecho mucha gracia que se parodie al Papa. ¿Por qué metéis al Papa si queréis hacer una sátira política?, dijo Pujol. La respuesta de Soler, genial: No se pregunte por qué metemos al Papa en el programa, pregúntese por qué el Papa se mete en política.

En primer lugar, el supuesto del que parte Pujol es equivocado. Al igual que pasaba con el guiñol, Polònia es simplemente un espacio de humor sobre la actualidad. Evidentemente, los políticos ocupan la parte central de ese programa, pero no necesariamente la única. ¿O acaso no tienen derecho los guionistas a incluir aquellos personajes que crean que pueden hacer reir a la gente? En segundo lugar, como bien apunta Soler, el papa no es un personaje independiente de la política. De hecho, es el jefe del Estado Vaticano, y además es una persona con influencia, que opina a menudo de política, hace llamamientos e intenta usar su poder mediático para que se hable de tal cosa o tal otra. Es, por tanto, tan político o más que muchos personajes de la política común.

Pero lo curioso del tema es la actitud de Pujol, propia del católico creyente que se siente ofendido por las bromas al santo padre. Hombre, por un lado tenemos que ser comprensivos con una persona mayor como el ex-presidente, que a sus años es lógico que tenga alguna que otra salida poco afortunada, pero creo que este miedo a las bromas, esta poca capacidad a entender que ciertas personas que a nosotros nos parecen respetables son, para una buena parte de la sociedad, francamente risibles, es signo de intolerancia. Por mucho que Pujol sienta por el Papa el afecto propio del buen católico, la realidad es que para muchos (entre quienes me incluyo) es una persona que no inspira la más mínima simpatía, y cuyas declaraciones y actitudes resultan perfectamente risibles (cuando no odiosas) y son perfectamente adecuadas para una caricatura, como lo puede ser la familia real, los futbolistas, los periodistas o, por qué no decirlo, cualquiera de nosotros, yo mismo, por ejemplo. El humor no debería estar vetado para nadie, puesto que todos somos personajes con algún lado cómico, y francamente, resulta sospechoso que se pretenda "proteger" a ciertas personas de las bromas. Intuye uno entonces que se trata de personajes que en el fondo no son nada, que basan su presunta autoridad en una grandeza que no tienen, y que quienes les defienden temen, en el fondo, que en la caricatura la gente contemple claramente la ridiculez que realmente acompaña a su figura.

Imagen: http://www.lacoctelera.com/jasoninternauta/post/2006/08/22/caricaturas-gente-variada

jueves, 2 de octubre de 2008

Mae West

Hoy quiero hacerle un pequeño homenaje a una gran mujer; o por lo menos a la que yo considero una gran mujer. Para muchos quizás sólo sea una desvergonzada provocadora que intentaba ganar fama con sus frases ingeniosas y su actitud descarada, pero yo creo que ser como ella fue no es tan sencillo, y además, vale la pena que de vez en cuando surja alguien así. Se trata de la actriz norteamericana Mae West.

West fue un auténtico símbolo de mujer fatal, desinhibida y que prefiere vivir al margen de los convencionalismos puritanos de nuestra sociedad. No era especialmente guapa, pero sí despierta e ingeniosa. Eran frecuentes sus frases picantes o con doble sentido moral, muchas de las cuales han pasado ya a formar parte de los dichos populares (Las chicas buenas van al cielo; las malas, van a todas partes). A veces eran simplemente chistes descarados, como aquello que le dijo a un hombre que la saludó: ¿Llevas una pistola en el bolsillo o es que te alegras de verme? Otras veces tenían una especie de fondo filosófico (Cuando soy buena, soy buena; cuando soy mala, soy mucho mejor), pero en cualquier caso son bastante más de lo que se hubiera podido esperar de una mujer en los años 30. Hoy en día nos puede parecer muy fácil, pero no creo que entonces lo fuera. Además, incluso cuando se expresaba claramente, lo hacía al mismo tiempo con metáforas y con delicadeza (el sexo es como una partida de bridge: si no tienes una buena pareja, más vale que tengas una buena mano). Hay que saber ser una señora, y muy inteligente, para hablar sobre el tema claramente y sin vulgaridad, como ella misma expresó muy bien: Me gusta llevar la ropa suficientemente apretada para que se vea que soy una mujer, pero suficientemente holgada para que se vea que soy una señora.

No era muy amiga del matrimonio, aunque llegó a estar casada. Una de sus frases más memorables: ¿Para qué hacer sufrir a un hombre casándote con él cuando puedes hacer felices a muchos? es para mí una de las sentencias más verdaderas que se han dicho sobre el tema. No escondía la actitud de las mujeres hacia los hombres, como en su genial it's better to be looked over than overlooked, cuyo ingenioso juego de palabras se pierde en la traducción al castellano: es mejor se examinada que ignorada, o bien es mejor que te miren demasiado a que no te miren. Tampoco se callaba acerca de las costumbres de los hombres respecto a las mujeres, y llegó a decir que ya no hay caballeros como los de antes. Hoy, si un hombre te abre la puerta, o es la de su dormitorio o se trata del portero.

Yo sí que le abriría otras puertas que las del dormitorio, sin ser portero. A sus pies, señora West.

Fuentes:
http://en.wikipedia.org/wiki/Mae_West
http://www.terra.es/joven/articulo/html/jov2741.htm

Imagen: Wikipedia