jueves, 30 de julio de 2009

Otro Valle Inclán nos hace falta

No soy muy dado a enlazar directamente artículos de otro sitio, prefiero escribir por mí mismo, pero esta anécdota me ha gustado bastante, y como en repetidas ocasiones he tomado partido en contra de lo políticamente correcto, me ha parecido bien incluirla. La copio también aquí por si algún día desapareciera la página original:Justificar a ambos lados
Resulta curioso el cuidado que hay que tener hoy día con lo que se dice. Unos van con pies de plomo para no pronunciar palabras ‘‘políticamente incorrectas’’. Otros (los menos, creo yo) hablan libremente sin importarles ser malinterpretados, pues lo que realmente cuenta no es lo que uno diga, sino lo que quiere decir.
Digo todo esto porque me contaron hace tiempo una anécdota protagonizada por Valle Inclán en una conferencia que dio en la localidad aragonesa de Calatayud. Según cuentan, antes de empezar su perorata, algunos colegas le aconsejaron sobre la conveniencia de no hacer mención a la famosa cantinela: «Si vas a Calatayud, pregunta por la Dolores, que es chica muy guapa, y amiga de hacer favores». Al parecer, la Dolores era una mujer de vida licenciosa, e indigno motivo (en opinión de los los de allí, claro está) de la fama de esta población maña.
Avisado el escritor gallego de esta situación, se dispuso a comenzar su soliloquio de la siguiente forma:
«Estimados Sres. y Sras., no quiero comenzar mi charla sin citar la famosa tonadilla que ha hecho famosa esta entrañable villa:
- «Si vas a Calatayud, pregunta por la Manuela, nieta de la Dolores, y tan puta como su abuela,...»
Está claro que el escritor tuvo que salir del recinto protegido por la Guardia Civil. No creo que la intención de Valle Inclán fuera ofender a los allí presentes, sino rebelarse contra la censura que previamente le habían impuesto. Y, también, a veces el dar rienda suelta a la lengua bien merece la pena si conllevan este tipo de sucesos. Gracias Valle Inclán por salirte del redil.

Qué triste es ver cómo hemos retrocedido a finales del siglo XIX, y cuánta falta nos hace que nazcan más hombres con el valor de éste.

Imagen: http://www.larramendi.es/Poligrafos/ramon_del_valle_inclan.htm

viernes, 10 de julio de 2009

Por qué la Luna (III)

Ya expliqué anteriormente la importancia de valorar las misiones según sean puntuales o permanentes. Aplicando esta idea sobre las misiones a la Luna y a Marte, vemos que no estamos eligiendo entre dos proyectos, sino entre tres, dependiendo de si vemos la Luna y Marte como objetivos puntuales o como objetivos sobre los que hacer un estudio continuado (lo cual significa, en principio, establecer también una base permanente):

A. Base lunar.
B. Viaje puntual a Marte.
C. Estudio permanente de Marte (posiblemente con una base permanentemente habitada).

La cuarta opción, que sería un viaje puntual a la Luna, ya se hizo con el proyecto Apolo, y a día de hoy no tiene ningún sentido.

Quienes defienden la opción marciana y afirman que es posible realizarla con la tecnología actual y con un presupuesto asumible, presuponen que se están refiriendo a la opción B. La C está fuera de lo económicamente asumible hoy en día, y prácticamente nadie se la plantea. Es importante, por tanto, tener en cuenta que no estamos decidiendo sólo entre la Luna y Marte, sino entre una base permanente y una visita puntual, que no tendrá continuidad hasta no sabemos cuándo (aunque visto lo visto con el Apolo, quizás una o dos misiones más, y luego 50 años de espera).

La elección no es fácil, porque Marte es el lugar más parecido a la Tierra que conocemos, y siempre será el destino preferido dentro del Sistema Solar, pero personalmente, creo que en el momento actual es más adecuada la Luna, y estos son los argumentos que considero más convincentes:

  1. Es "lo que toca hacer" en el momento actual de la astronáutica. El viaje a Marte sería útil para motivar a la Humanidad, pero va algo más allá de lo que ahora mismo resulta práctico.
  2. Es asumible 100% con la tecnología actual. Sin duda alguna. En el viaje a Marte no está tan claro. El despegue de Marte me parece especialmente difícil, y nunca se ha realizado algo parecido.
  3. Riesgo pequeño: Ante un imprevisto (no fatal, claro) es posible volver a la Tierra en pocos días. Durante un viaje a Marte, si ocurre algún imprevisto, la tripulación puede estar condenada. De hecho, existe una larga tradición de fallos en las visitas de sondas a Marte, que algunos ya han llamado "la maldición del Planeta Rojo".
  4. La misión marciana no tendrá continuidad. Quedará bien de cara a la galería y permitirá hacer algunos experimentos interesantes, pero básicamente será ir allá a plantar una bandera. La misión lunar será el lógico paso siguiente a la ISS y un nuevo peldaño en la conquista del Espacio.
  5. Por último, una de las grandes razones: El dinero. Ir a Marte será evidentemente más caro, y los presupuestos actuales no son precisamente grandes.

De todos ellos, el que considero básico es el primero. Como planteamiento a largo plazo, la colonización de la Luna resulta útil, a pesar de ser ella misma un simple cuerpo rocoso escasamente atractivo. ¿Por qué? Pues porque es el campo de pruebas ideal para poder afrontar más tarde retos como la exploración de Ganímedes, de Calisto, de Titán, de Ío, de Europa, de Tritón, y de tantos y tantos objetos interesantes, incluído el propio Marte. Evidentemente, una parte de la experiencia no es útil porque cada cuerpo tiene sus características. En Europa habrá que protegerse de la radiación joviana, cosa que en la Luna no hay que hacer; en Titán los astronautas estarán inmersos en una atmósfera llena de nubes, y en el suelo estarán rodeados de lagos; en Ío de volcanes; en Encédalo se enfrentarán a una superficie congelada y quizás tengan que perforarla buscando un océano sumergido... Pero siempre habrá algo reaprovechable, y puesto que tarde o temprano querremos ir a todos ellos, no conviene prescindir del escenario de pruebas más cercano que tenemos.

Eso no quita que, lógicamente, a la larga lo que se desea (yo el primero) es tener una base permanente en Marte, que es más interesante. Y no sólo en Marte, sino en otros muchos sitios. Pero hay que ir paso a paso, y este es el paso que toca ahora. Marte es un salto muy bonito, pero al final, igualmente, vamos a tener que recorrer el terreno intermedio andando.

Imagen: http://www.infojardin.com/fotos/displayimage.php?album=5821&pos=5

Por qué la Luna (II)

Antes de decidirnos por la Luna o por Marte, creo que es necesario revisar ciertas ideas a tener en cuenta.

Misión puntual vs. misión permanente

En mi opinión, existe una gran diferencia entre una misión puntual y un proyecto a largo plazo. En los primeros tiempos de la astronáutica, sólo se planteaban misiones puntuales. El objetivo de Gagarin era subir hasta la órbita terrestre y volver en seguida. El objetivo de Armstrong y Aldrin era plantar la banderita de barras y estrellas. Y así con todo. Cada misión estaba orientada a unas horas o unos pocos días de actividad. Para ello se construía un enorme cohete, se preparaba a los astronautas, se enviaba un barco a buscarlos al océano... Un enorme derroche de medios con el único objetivo de llevar a cabo una acción puntual, la cual, encima, podía no salir bien.

Este enfoque era comprensible en aquellos primeros tiempos en los que la gracia estaba en ser el primero en colgarse la medalla de haber logrado tal o cual hito. Pero a medida que fueron pasando los años, el enfoque comenzó a ser más práctico. Aparecieron las estaciones espaciales, para maximizar el tiempo útil de permanencia de los cosmonautas respecto a la cantidad de lanzamientos, y Rusia apostó decididamente por este enfoque. Estados Unidos, en cambio, planteó el problema como una simple cuestión de "reutilización" de los módulos y presentó el "Shuttle", una nave muy mediática (porque no nos engañemos, vende más un ingenio con alas que la amorfa Soyuz) que en teoría iba a abaratar el coste de los vuelos. Sin embargo, el concepto de fondo se mantenía: misiones cortas y por tanto escasa presencia en el espacio.

Creo que a estas alturas es ya irrefutable que el tiempo ha dado la razón a los rusos. Por mucho que en su momento pareciese que el transbordador hacía que EEUU tomara la delantera, la estrategia de aprovechar una base permanente como eran las Salyut y la Mir, resulta a la larga más eficiente que reaprovechar una pequeña parte del ingenio que sale de tierra. Además, no es comparable una misión de meses de permanencia con otra que sólo dura unos días. Por mucho que el avioncito vuelva a casa, sale más a cuenta quedarse más tiempo e ir recibiendo suministros de una Progress. Esto ha quedado patente en la apuesta internacional por la ISS y en el abandono del transbordador por la NASA para el próximo año. Sí, nadie niega que estéticamente fue un gran aporte en su momento, pero no es la mejor solución, y de hecho, tanto Rusia como la ESA, que llegaron a pensar en tener también el suyo, han acabado prefiriendo diseños más "feos" pero más prácticos.

En las sondas espaciales, la progresión es también similar. Si nos dan a escoger entre una misión como la Cassini o como las de los rovers que han recorrido Marte, y por otro lado una visita de unos pocos días de una sonda a cualquier cuerpo celeste, creo que siempre preferiremos la primera opción. Quizás no sea así si nunca se ha llegado a ese cuerpo (caso de Plutón), pero cuando se trata de un "viejo conocido" como Marte o Júpiter, resulta chochante plantearse un viaje, por barato que salga, en el que todo el objetivo es tomar cuatro fotos y realizar unas pocas mediciones. Ya sabemos que se puede llegar allá, y ya hemos visto cómo son por encima; si vamos, es para obtener resultados sustanciales, y esto sólo es posible con sondas capaces de realizar misiones de meses y obtener una gran cantidad de datos.

¿Cómo afecta esto a la futura misión tripulada a Marte? Lo discutiré en la siguiente entrada. Ahora vamos a fijarnos en otra idea.

Orden de magnitud de la dificultad

Creo que en un desafío como la conquista del Espacio, en el que los objetivos a muy largo plazo son tan distantes y quizás imposibles (imaginemos viajes a otras galaxias e incluso a otros cúmulos de galaxias), hay que tener claro qué orden de magnitud tienen los problemas que somos capaces de resolver. Está claro que si no somos capaces de ir al planeta de al lado no tiene sentido ir a otra galaxia, aunque quizás si que podamos preferir un viaje a otro planeta algo más alejado pero más interesante.

Por ejemplo, ahora mismo probablemente sería más o menos igual de factible un viaje a Mercurio que a Marte. Sin embargo, nadie se plantea la primera opción, puesto que hay lugares mucho más interesantes a los que ir antes. Precisamente este es uno de los grandes argumentos de quienes defienden la opción marciana: ¿Para qué ir a un cuerpo rocoso y muerto como la Luna, cuando hay otro como Marte tan interesante? Pero esta pregunta deja de lado la importante cuestión de que, mientras ir a Mercurio es algo comparable a ir a Marte, ir a la Luna no lo es: Se trata de una misión con un grado de complejidad mucho menor. Estamos hablando de unos 75 millones de kilómetros de distancia (en el momento de máxima aproximación a la Tierra) contra menos de 400.000. La Luna está, por tanto, más de 100 veces más cerca, dos órdenes de magnitud.

A esto podríamos sumarle más inconvenientes, porque para colmo, la gravedad marciana es mayor, lo que obliga a disponer de más potencia para aterrizar y para despegar; y por si fuera poco, la escasa fuerza de la luz solar obliga a disponer de grandes paneles solares para abastecerse de energía eléctrica, o fuentes de energía alternativas como la nuclear. Pero en cualquier caso la gran dificultad es que se trata de un problema completamente diferente. Las dos misiones no son comparables en dificultad y, por tanto, los riesgos y los esfuerzos necesarios para cada una tampoco.

Aquí es donde surge una duda general: Antes de afrontar desafíos de un nivel superior, ¿debemos tener ya una experiencia probada en los de nivel inferior? Yo creo que sí. Hubiera sido absurdo querer llegar a la Luna sin una amplia experiencia en vuelos orbitales tripulados, como hubiera sido una estupidez realizar vuelos tripulados sin haber realizado antes vuelos no tripulados, etc. Por la misma razón, dudo mucho que alguien piense en realizar viajes interestelares antes de disponer de una experiencia probada en viajes dentro de nuestro propio sistema solar.

La impaciencia de algunos por afrontar los desafíos más ambiciosos es comprensible, porque son también los que más nos apasionan, pero no es aconsejable. A todos nos encantaría enviar una nave a un exoplaneta, descubrir allá que existe otra civilización y entrar en contacto con ella, etc., pero creo que es razonable haber desarrollado antes la capacidad de llegar a cualquier punto del Sistema Solar. Esta capacidad no es necesario que haya sido probada en cada rincón de nuestro entorno, pero sí que debe estar ya madura como para atrevernos a dar el siguiente paso. De lo contrario, el salto al siguiente desafío no servirá de mucho, porque al final tendremos que dar marcha atrás y acabar de desarrollar lo que nos quedaba por hacer. En realidad, esto mismo es lo que ha ocurrido con la Luna.

La Luna como escala

En 1969, la NASA llevó a cabo una misión desproporcionada para la tecnología de la época, y por eso luego hubo que dejar a la Luna de lado e ir mejorando nuestra experiencia en la construcción de bases espaciales; hasta ahora, que ya estamos en disposición de afrontar ese desafío. La llegada de Armstrong estuvo bien como símbolo y como acicate, pero desde el punto de vista práctico fue bastante ilógica. Ahora ya no lo es tanto, porque nos encontramos en un momento tecnológico adecuado. Nos resulta relativamente "fácil" viajar por nuestro entorno más cercano; la ISS ha permitido tener una gran experiencia sobre la permanencia humana en el espacio en bases permanentes; se ha visto que es posible una cooperación internacional que haga las cosas más fáciles; el nivel de las diversas ingenierías hace factible la colonización de la Luna sin necesidad de desarrollar nada nuevo o especialmente arriesgado. En definitiva, es un proyecto totalmente asumible.

Sobre la misión a Marte, no se puede decir lo mismo. Jamás se ha realizado un viaje tan largo, ni a una centésima parte de esa distancia. Jamás se ha permanecido en la superficie de otro cuerpo que no sea la Tierra durante varios días, ya no digamos meses, como se pretende hacer. Las características de la nave que tenga que realizar el viaje son muy diferentes a las de cualquiera ya construída, y ya no digamos el módulo de aterrizaje/despegue. Jamás nave alguna ha despegado de Marte, y así como en la Luna, la baja gravedad y la ausencia de atmósfera permiten despegar con un módulo sencillo, en Marte no parece tan fácil.

Se ha dicho también muchas veces que la base lunar no es necesaria para el viaje a Marte, ni como escala (es más práctico ir directamente que pasar por la Luna) ni como experiencia previa (las condiciones marcianas son muy diferentes a las lunares). Lo de la escala es totalmente cierto; lo de la experiencia lo es parcialmente (algo siempre se puede aprender de la experiencia lunar). Debemos pensar a más largo plazo: Tarde o temprano querremos ir más allá incluso de Marte. Ganímedes, Europa, Titán, Encédalo... incluso Plutón probablemente acabe recibiendo alguna visita nuestra, dentro de mucho tiempo. Algunos de estos cuerpos se parecen más a la Luna y otros menos, pero está claro que una humanidad que disponga de la experiencia de colonizar la Luna, está más preparada para dirigirse a cualquiera de ellos que una que no lo esté. Quizás entornos como Titán requieran naves algo diferentes, pero otros como Ganímedes no tanto, y en cualquier caso, la experiencia de disponer de una base en un suelo no terrestre, de desplazarse con vehículos por su superficie, de disponer de un habitáculo adecuado, etc., será muy parecida. Si ahora mismo ya se prueban estas cosas en los desiertos de la Tierra, ¿no iba a ser más útil una prueba en la Luna?

En el próximo artículo, más.

Imagen: http://losojosdelaluna.bligoo.com/content/view/532604/Alta-va-la-luna-de-Federico-Garcia-lorca.html

miércoles, 8 de julio de 2009

Por qué la Luna (I)

El día 20 se cumplirán 40 años de la llegada del hombre a la Luna. Un gris aniversario empañado por la triste situación de la astronáutica actual y el muy dudoso porvenir de la futura. Los aficionados a la exploración del Espacio miramos con añoranza la dorada época de la pugna entre soviéticos y norteamericanos, cuando aquella sociedad aún en pañales tecnológicamente hablando (pensemos por ejemplo en la capacidad de los ordenadores de 1969) fue capaz de los más increíbles logros en un espacio de tiempo muy pequeño.

Ahora, en cambio, reina la apatía. Mientras los transbordadores norteamericanos realizan sus últimas misiones y la ESA sigue sin decidirse a emprender programas tripulados, Rusia sigue tirando de las fiables pero algo anticuadas Soyuz. Japón, China e India, muy alejados en experiencia y presupuesto, a duras penas pueden ir lanzando algunas sondas o colaborando de manera totalmente secundaria en proyectos como la ISS. Precisamente es la ISS el único gran proyecto reciente de la astronáutica mundial. Con años de retraso sobre la planificación y muchísimas peleas políticas, ya estamos acabándola, pero incluso ella tiene amenazado su futuro a partir del 2020, y sólo muy recientemente se ha podido comenzar a mantener una tripulación permanente de más de tres personas.

Quedan las sondas espaciales, sí, pero incluso los proyectos no tripulados, mucho más fáciles y baratos, caen con cuentagotas. Júpiter no se visita desde hace años, exceptuando el fugaz tránsito de la New Horizons. En Saturno, la excelente Cassini agota sus últimos meses de vida sin un sustituto en el futuro cercano. Los planetas más alejados yacen en el olvido, si no fuera por la singular visita a Plutón de la New Horizons, quizás la única sonda realmente ambiciosa desde la propia Cassini. Marte, la estrella de los objetivos a medio plazo, sigue recibiendo regularmente visitas de sondas y vehículos (sólo faltaría que ni fuésemos a Marte), pero la llegada de astronautas, que en los 80 se veía posible para los primeros años del siglo XXI, parece ahora mismo inviable antes de 2020 como muy pronto.

La crisis mundial agrava las ya tradicionales críticas sobre la utilidad de los programas espaciales, una utilidad que muchos siguen poniendo en duda, mientras miran cada día en TV la predicción del tiempo con fotos del Meteosat o ven las olimpiadas que se celebran al otro lado del globo... evidentemente, vía satélite.

El futuro se plantea gris con un programa Constellation cada vez más discutido, una leeeeenta recuperación de Rusia, que sigue dependiendo de sus diseños de los años 60 y 70, y una casi total apatía de la ESA, que ni siquiera se decide a sacarle todo el partido al ATV. China le está poniendo muchas ganas, pero no puede hacer en diez años, con los presupuestos actuales, lo que Rusia y EEUU han hecho en más de 50 con un enorme presupuesto durante los primeros tiempos. India y el estancado Japón poco pueden aportar a día de hoy.

La alternativa de las empresas privadas como SpaceX sigue sin ofrecer proyectos visiblemente útiles, fiables e importantes. La impresión que dan es que les queda aún mucho camino que recorrer.

En definitiva, la astronáutica ha quedado restringida básicamente a dos actividades: la ISS y los lanzamientos de satélites y sondas a lugares cercanos a la Tierra. Y aún gracias, que muchos aún se cuestionan los gastos de estos programas.

Pero incluso en este clima de apatía, se hace necesario un objetivo importante que impulse la astronáutica mundial, como en su momento lo fue la llegada a la Luna. De hecho, todos los logros parciales (primer satélite, primer cosmonauta en órbita, primer paseo espacial, etc.) fueron en realidad pasos intermedios necesarios para conseguir el objetivo principal: que un ser humano pisase la Luna. Prueba de ello es que las potencias no se detuvieron jamás en los logros parciales, sino que los fueron dejando atrás, mientras que la llegada a la Luna, una vez conseguida, fue algo así como un punto final. Realizada ya la gesta, el programa espacial perdió atractivo y la "carrera" finalizó.

En los últimos 20 años, la ISS ha sido ese objetivo importante, ese proyecto abanderado ("flagship", como dirían los norteamericanos) que ha impulsado el esfuerzo global, hasta el punto de que diferentes naciones han olvidado parcialmente sus diferencias para lograrlo. Prueba de ello es que ahora que ya está casi acabadas han aparecido, una vez más, las diferencias y la apatía. Se hace necesario, por tanto, un nuevo "abanderado" que motive a los políticos a dar dinero a las agencias, puesto que, mientras el negocio privado no esté claro, sólo pueden ser las agencias nacionales las que impulsen la astronáutica. Pero como los políticos sólo se mueven por efectos mediáticos, necesitan también un proyecto muy mediático que les motive.

A día de hoy, se hace cada vez más evidente que sólo hay dos proyectos con esta capacidad: un viaje tripulado a Marte y una base espacial permanente en la Luna. Cualquier otro objetivo, aunque quizás más práctico y más interesante desde el punto de vista científico, jamás podrá motivar a los responsables políticos.

En el caso de EEUU, parecía claro que el proyecto Constellation de George W. Bush había decantado la balanza por la opción lunar, a pesar de que son muchos quienes prefieren la opción marciana. Rusia y la ESA siguen sin decantarse y, al no haber planes conjuntos claros, es evidente que por ellas mismas no van a embarcarse en ninguno de los dos proyectos.

Por hoy ya vale. En la siguiente entrada analizaré cuál de las dos opciones me parece preferible y por qué. En cualquier caso, una de las dos al menos se hace necesaria en estos días.

Imagen: http://ciecia-ficcion.blogspot.com/2008/09/apolo-11-el-hombre-en-la-luna-20-de.html