jueves, 31 de mayo de 2012

Un análisis económico por parte de un no-economista


Nunca pensé que llegaría a vivir un momento histórico como este. De joven creía que las grandes fechas de la Historia de la Humanidad habían quedado para las generaciones pasadas, para aquellos hombres y mujeres que vivieron el decubrimiento de América, la toma de la Bastilla, la Revolución Rusa, las dos guerras mundiales... Pero mira tú por dónde, ahora me encuentro escribiendo en mi blog mientras el mundo se dirige a la hecatombe económica más importante de la Historia, mucho más que la famosa crisis del 29.

Algún día nuestros descencientes estudiarán nuestro caso. De la misma manera que nosotros nos preguntamos, intrigados, cómo fue posible que el partido nazi ganara las elecciones en los años 30, cómo pudieron estar tan ciegos los ciudadanos de entonces para ver la barbarie que se avecinaba, nuestros nietos se preguntarán qué le ocurrió a la sociedad de finales del siglo XX y principios del XXI para dejarlo todo en manos de usureros y atrapar la economía mundial en un callejón sin salida llamado deuda. Me los imagino, entre la indignación y la confusión, riéndose de nuestra ingenuidad y de nuestra ignorancia, mientras dictan leyes que condenen la usura, para evitar que se repita el desastre que nosotros estamos creando hoy mismo.

Mientras escribo estas líneas, reina la confusión por la situación de la economía española, y sobre todo por el asunto de Bankia. Internet se llena de comentarios indignados que hablan de la maldad de los banqueros, de la incompetencia de nuestros políticos, del descrédito para nuestro país, mientras confían en que Alemania o algún otro país poderoso como los EEUU podrá salvar la situación. No es así.


Lo que estamos viviendo estos días es sólo el principio de una debacle mundial. Evidentemente, los primeros coletazos se producen en los eslabones más débiles de la cadena. Primero fue un pequeño país casi deshabitado, como Islandia. Luego fueron los socios menores de la UE, como Irlanda, Portugal y Grecia. Ahora es España. Pero no nos engañemos: sólo somos los primeros de una fila en la que están todos.

Breve historia económica

No hace falta tener un Nobel en Economía para darse cuenta de la raíz de todos los males: La economía mundial de nuestra época está sometida al sector financiero. El poder económico ya no pertenece a las empresas y estados que mueven la economía real, sino a unos señores que, detrás de una pantalla llena de números, compran y venden un ente etéreo llamado deuda. Ese ente etéreo lo domina todo, tiene más poder que el oro, que el petróleo y los diamantes. Pero, ¿por qué es tan importante la deuda? Veamos cómo funciona el mecanismo.

Antiguamente, la riqueza residía en los recursos tangibles, principalmente el oro. De ahí que tradicionalmente la moneda se respaldase con ese metal. Lo que tenía valor era lo que daba un servicio: el carbón valía algo porque servía para generar energía, los tomates valían algo porque se podían comer, etcétera. Quienes dominaban estos recursos (principalmente los estados, la Iglesia y los grandes propietarios), dominaban la economía. Y como intercamabiar directamente los bienes es difícil, y además conviene establecer un valor comparativo de las cosas, surgió la moneda. La moneda representaba una cierta cantidad de bienes, en general. Hasta aquí todo parece "normal".

Pero un buen día alguien inventó el préstamo. Es decir, que si yo no tengo dinero suficiente para hacer algo, te lo pido a ti, y al cabo de un tiempo te devuelvo lo prestado. Evidentemente, eso a ti no te va a parecer muy bien, de modo que para que sea más interesante, me comprometo a devolverte, no sólo lo prestado, sino una cantidad adicional, que es el "interés". Supuestamente, cuanto más tiempo me des para devolverte el dinero, más alto debería ser el interés. También depende de la confianza que yo genere. Si estás muy convencido de que te puedo devolver el dinero, me lo darás con bajo interés; si crees que puedo alargarme en mis plazos e incluso no devolverlo, me pedirás un interés más alto.

Visto así, el tema tampoco parece tan malo. Pero tiene un problema que a nadie se le escapa: ¿qué ocurre si, transcurrido el tiempo pactado, no puedo pagar? Bien, aquí pueden darse tres situaciones:

A) No lo pago directamente con dinero, sino que el acreedor se queda con algunas de mis posesiones, que son confiscadas como compensación.
B) Se renegocian las condiciones y, si se llega a un acuerdo, se puede alargar el plazo de pago (a cambio, supuestamente, de un mayor interés o algún otro tipo de compensación).
C) Sencillamente me niego a pagar, con lo que mi acreedor seguramente no estará muy contento. Si somos dos países, quizás me declare la guerra o me imponga un boicot. Si soy un ciudadano y mi acreedor el Estado, quizás vaya a la cárcel, etc. Si se da la circunstancia de que soy más poderoso que el acreedor, quizás tenga que aguantarse y fastidiarse.

Por lo general, nadie quiere llegar a la opción B, y mucho menos a la C, por lo que generalmente se piden "avales", es decir, una lista de recursos (pisos, terrenos, empresas, todo tipo de bienes en general) que sirven de garantía para que, en caso de impago, se pueda optar por la opción A, y resolver el problema.

Bien, incluso en este caso podríamos pensar que todo sigue siendo adecuado. Pero ocurre que el "interés" acaba haciendo que prestar dinero sea, valga la redundancia, algo muy interesante. Uno puede hacerse rico sin hacer nada, simplemente dejando dinero y esperando a que venzan los plazos. La tentación de prestar sin límite para enriquecerse acaba siendo demasiado fuerte, y surge la usura. ¿Qué es la usura? Consiste en dejar dinero bajo condiciones poco razonables, es decir, que en caso de no poder devolver el dinero obligarían al deudor a "venderse a sí mismo", prácticamente. Si es una persona, debería vender su propia casa y acabar en la calle, quizás incluso venderse a sí mismo como esclavo; si es un Estado, debería vender parte de su territorio, o de su patrimonio.

Dinero de la nada

A lo largo de la Historia ha habido ciertos momentos en los que la usura se convirtió en un problema muy grave, y algunos gobernantes tuvieron que adoptar medidas muy duras para luchar contra ella. Sin embargo, la sociedad del siglo XX dejó de verla como algo negativo, hasta el punto de que la palabra misma casi no se usa en artículos y conferencias. Se habla de deuda por todas partes, pero nadie habla de usura. Nuestra cultura moderna, muy vinculada a la mentalidad capitalista de los Estados Unidos, considera que el préstamo es algo bueno, que estimula la economía y ayuda a la creación de empresas. Que alguien no pueda pagar es un problema menor y que sólo es asunto de la persona implicada. Lo importante es que gracias al préstamo, se crea dinero "de la nada". ¿Eres una empresa que necesita financiarse y no tiene efectivo? Pide un préstamo y de pronto aparecerán billetes por todas partes. Ya lo pagarás. ¿Eres un político que necesita financiar infraestructuras y no quieres subir los impuestos para no ser impopular? Pide un préstamo y tendrás tus infraestructuras. Ya lo pagarás. ¿Eres un ciudadano con un empleo precario y quieres comprarte un piso? Pide un préstamo y tendrás tu piso. Ya lo pagarás.

El préstamo es algo que parece fantástico a todo el mundo, tanto deudores como acreedores. A los deudores les parece fantástico porque les da dinero de la nada. A los acreedores también, porque les permite ganar dinero sin hacer nada, sólo prestando. Por tanto, todo el mundo es feliz.


Pero (todo en esta vida tiene un "pero") en el fondo esta felicidad es una ilusión. Los deudores no están haciendo otra cosa que desplazar su problema hacia el futuro. Sí, la empresa consigue financiarse en ese momento, pero ¿qué ocurrirá cuando venza el plazo? ¿Sus beneficios le permitirán devolver el préstamo? El político consigue popularidad en ese momento, pero ¿qué ocurrirá cuando venza el plazo? ¿Cómo devolverá el dinero si no ha subido los impuestos y las infraestructuras no han podido generar aún más riqueza? Y así con todo. Se vive con un dinero irreal, un "dinero del futuro", que algún día deberá devolverse.

El problema de abandonarse a la tentación de la deuda es que cuando llega el momento de la verdad, el vencimiento, resulta que no puedes pagar, y debes enfrentarte a una de las tres soluciones que he mencionado antes. Pero como ninguna de las tres es agradable, a alguien se le ocurrió una segunda manera de desplazar el problema hacia el futuro: pedir más dinero prestado. Es decir, A me presta 10. Al vencer el plazo, pongamos que debo devolverle 11, pero como no los tengo, le pido 11 a B. Ahora bien, como me he acostumbrado a la buena vida, quiero seguir gastando al mismo ritmo, con lo que vuelvo a pedirle 10 a A. Resultado: antes me dejaron 10 y debía 11. Ahora me han dejado 21 y debo 24, 11 a A y 13 a B. Si mantengo mi mentalidad, el año siguiente quizás deba 35, al otro quizás 47, etc. Mientras haya nuevos prestamistas que me dejen dinero, o mientras los que ya me prestaban estén dispuestos a elevar mi deuda, ningún problema.

Esta tendencia se hace especialmente visible en los estados. Como los políticos sólo piensan en su popularidad a corto plazo, su obsesión es no subir impuestos y, sin embargo, ofrecer a los ciudadanos toda una serie de mejoras visibles: más colegios, más hospitales, más carreteras, etc. Y todo esto sin dejar de gastar en sueldos de funcionarios, en servicios públicos, etc. Todo con vistas a ganar las siguientes elecciones y, además, a favorecer a sus contactos empresariales mediante suculentos contratos públicos que "paga el Estado".

La confianza

Alguien podría preguntarse: ¿Cómo es posible que los acreedores dejen dinero al Estado si está claro que no tiene capacidad inmediata de pago? Bien, aquí es donde aparece la palabra mágica: es todo una cuestión de confianza. Los acreedores dejan dinero por dos razones. Primero porque les resulta muy rentable (ya hemos visto antes que la usura es una actividad fácil y relativamente segura), y la segunda es que confían en poder cobrar. En principio, se considera que un estado (sobre todo un estado importante, como pueden ser los EEUU, Japón, o incluso un país pequeño como Bélgica) es relativamente sólido. No es una persona que se pueda escabullir mágicamente sin pagar. Si acaso se llegara al extremo de no querer pagar, se podría recurrir a la legalidad internacional para embargar bienes de ese estado; pero ni siquiera parece probable por una razón: porque al propio estado no le interesa dar imagen de mal pagador, de cara a poder seguir pidiendo préstamos en el futuro.

Eso no quita que haya países que generan más confianza que otros, por eso estos días estamos viendo que Alemania ofrece deuda a un interés muy bajo (incluso cero a día de hoy) mientras que España debe ofrecer un interés cada vez mayor.

Pero al final, el problema sigue siendo el mismo para todos: la deuda crece y sigue creciendo indefinidamente. En unos casos más rápidamente, en otros menos, pero crece. Y no hace falta ser un genio para darse cuenta de que esa espiral conduce al desastre, porque todo este montaje absurdo se basa única y exclusivamente en la confianza, y necesariamente llegará un punto en que el endeudamiento será tan alto que la confianza no sea suficiente como para compensarlo. Entonces, se dejará de prestar dinero a ese país, y éste no podrá hacer frente a sus pagos.

Eso es justamente lo que está pasando ahora con Grecia y lo que muy probablemente acabará pasando con España: un puro problema de confianza. Si nuestros acreedores confiasen en nosotros, podríamos permitirnos el lujo de tener una deuda enorme, mucho mayor que la actual. Si ahora estamos en problemas es por una cuestión puramente psicológica: porque no confían en nosotros. Da igual si debemos un billón o diez billones, la cuestión es si un conjunto de gente que es la que deja la pasta, confía en que podamos pagar.

Pero el problema no es exclusivo de España, es un problema cultural de la sociedad de nuestro tiempo. Todos vamos por el mismo camino. La propia Alemania está también en la misma espiral infernal:



La ventaja que tienen ellos es que la confianza de los inversores es alta, y pueden seguir pidiendo sin problemas. Pero no nos engañemos: es una simple cuestión de tiempo o de que en algún momento surja un problema que rebaje la confianza que inspira Alemania. Y se verán entonces en la misma situación que nosotros.

De todos los países del mundo, el que muestra más claramente este proceso vicioso es EEUU. Tras la Primera Guerra Mundial, se decidió poner legalmente un techo a la deuda pública, en teoría para evitar precisamente esta espiral; pero en la práctica, los sucesivos parlamentos han acabado aumentando este límite en cada momento:



Es cierto que las gráficas de endeudamiento se ven afectadas también por la devaluación de las monedas, pero en cualquier caso serían también ascendentes. 

El último incremento del llamado "techo de deuda" lo realizó Obama el año pasado, tras un acuerdo in extremis con los republicanos, que se negaban radicalmente a subir impuestos. Tan grande fue la tensión vivida en los últimos días antes del acuerdo que incluso Standard & Poor's se atrevió a rebajar la calificación de la deuda americana.

Hacia dónde vamos

Personalmente, creo que la única salida a todo esto es un impago generalizado. Los acreedores, o más correctamente deberíamos decir "los usureros", deben asumir su responsabilidad. Es cierto que estados y particulares de todo el mundo se han endeudado irresponsablemente, pero ellos también han dejado dinero irresponsablemente, alimentando un ciclo vicioso que ha degenerado en una situación catastrófica. Es más: cada mes que pasa esa situación se vuelve aún peor, las cantidades tienen cada vez más ceros y las posibilidades de que los deudores devuelvan lo prestado son cada vez más ilusorias. Desengañémonos: ni España, ni EEUU ni ningún otro país devolverán jamás su deuda. Es sencillamente imposible. O bien deberían vender prácticamente el país mismo a los usureros (en Grecia ya se habla de vender el Partenón), o bien la reducción del nivel de vida generaría tal descontento que quizás degenerase en revoluciones. Peor aún: incluso suponiendo que la población tuviera la estoica actitud de aceptar recortes en su nivel de vida, la economía capitalista, basada en el consumo, se contraería, disminuyendo así los ingresos con los que pagar, y alargando aún más el pago durante generaciones y generaciones. Algunos países tardarían siglos en pagar.

Estos escenarios son inviables. El único punto de equilibrio más o menos justo sería:
- Los países dejan de pagar a los usureros, o como mucho renegocian las condiciones de tal manera que la deuda se reduzca a la mínima expresión, con lo que se pueda pagar en unos pocos años. Los usureros deben aceptar que perderán dinero.
- El gasto público debe cortarse radicalmente. El endeudamiento de la administración debe prohibirse o, como mucho reducirse mediante un techo similar al de EEUU, pero que se aplique de verdad, sin incrementos oportunistas.
- Los ciudadanos, por tanto, aceptan un nivel de vida mucho menor: menos servicios sociales, menos infraestructuras, etc., o bien más impuestos. El dinero debe salir de alguna parte.

Dicho de otro modo: todos tenemos que perder. Nuestro mundo de principios del siglo XXI es un mundo ilusiorio, vivimos inmersos en una riqueza ficticia, que brota de una fuente mágica llamada "deuda". Debemos abandonar esa ilusión y volver a la economía real. Cuanto más tardemos en hacerlo, más fuerte será el golpe.

martes, 8 de mayo de 2012

extr@


Llevo ya un tiempo estudiando alemán y, como es lógico, he buscado por Internet todos los recursos posibles para mejorar mi capacidad con ese idioma. Una de las mejores fuentes para descubrir recursos es Alemanadas, un blog de un profesor español de alemán, en el que recopila mucha información al respecto. Está genial, y es un punto de referencia inevitable para cualquiera que esté aprendiendo por su cuenta.

Pues resulta que hace unos días descubrí, a partir de ese blog, la existencia de una serie llamada extr@, que fue creada por en para ayudar al público inglés a aprender idiomas. No sólo la hay para alemán, si no que hicieron tres versiones de la serie: una para alemán, otra para francés y otra para español. Posteriormente la RAI contrató una cuarta para inglés.

La serie es una comedia, y las situaciones, y el argumento en general son tontos a matar: Dos chicos y dos chicas, entre los que hay el típico lío amoroso de A ama a B, que ama a C, la cual ama a A. Uno de los chicos es un visitante estadounidense (y, en la versión en inglés, argentino), lo cual da pie a que se le enseñe el idioma, mientras ocurren las cosas más disparatadas. Pero lo cierto es que se hace divertida, y los personajes terminan por volverse entrañables, y ahora mismo estoy enganchadísimo, no sólo por el aprendizaje.

Por supuesto, no podemos esperar ninguna lógica en los capítulos: todo está pensado para que la situación lleve a presentar al espectador nuevas palabras y contextos en los que mejorar la expresión, pero encuentro que los guionistas han sabido encajarlo todo en una trama graciosa y entretenida, por muy tontos que sean los chistes.

Todo lo que digo se aplica a la versión alemana, que es la que está mejor interpretada y la única que se puede encontrar ahora mismo completa en youtube. Las otras... pues son bastante diferentes. La inglesa aún se salva, pero la de francés no tiene tanta gracia, y la de español es insoportable, sobre todo por esa vo-ca-li-za-ci-ón tan estúpida de los actores (especialmente las dos chicas). Que sí, que ya sabemos que es una serie educativa y que hay que vocalizar bien, pero en las otras versiones no me ha parecido que la manera de hablar sea tan forzada.

Como nota curiosa, el visitante norteamericano es el mismo en las tres versiones iniciales de la serie; sólo cambian los otros personajes. El visitante argentino de la versión inglesa es el mismo actor que hace de español en la versión española. Si es que cuando ya se saben el guión, ¿para qué cambiar?

Añádase además que las dos chicas de la versión alemana son las más atractivas de las cuatro versiones, lo cual ya es un aliciente :) Pero no es sólo eso, sino que el actor que hace de alemán es, en mi opinión, muy bueno en su papel. Los cuatro actores le dan una gracia a las situaciones que las otras versiones no tienen, pese a que el americano sea el mismo.

En fin, ojalá alguien suba la versión francesa completa, que también me interesaría. Porque más allá de que nos guste o no la serie, la verdad es que para aprender el idioma, y sobre todo manejarse en las convesaciones coloquiales (algo que los cursos suelen dejar de lado), va genial.