lunes, 30 de julio de 2012

El curioso caso de Violeta Jessop


Ayer fui a ver la exposición sobre el Titanic que actualmente se encuentra en el Museo Marítimo de Barcelona. Bastante interesante y surtida, salí contento. Tan solo eché en falta alguna explicación más sobre el destino del capitán del barco, el señor Edward John Smith.

Ahora bien, el destino del Titanic es de sobra conocido; lo que no es tan conocido es que este enorme barco era gemelo de otros dos de la misma serie: el Olympic y el Britannic. La exposición a la que fui los menciona, aunque no nos aclara sus destinos, bastante poco conocidos. Ambos fueron usados en la Primera Guerra Mundial, el primero para transporte de tropas, y el segundo como buque hospital. El Britannic fue hundido durante el transcurso de este conflicto, en 1916. El Olympic , por su parte, sobrevivió a la guerra y continuó en servicio hasta 1935.

Pero hay algo todavía menos conocido y es lo siguiente: El Olympic entró en servicio antes que el Titanic, concretamente en junio de 1911. Entre su tripulación se encontraba la enfermera Violeta Jessop, nacida en Argentina, aunque de familia irlandesa. El 20 de Septiembre de ese mismo año, el Olympic tuvo un accidente al chocar con el buque de guerra HMS Hawkee, lo que ocasionó un enorme boquete en su casco. Pero afortunadamente no hubo heridos, y el barco fue conducido a los astilleros para ser reparado.

Violeta fue entonces destinada al barco gemelo Titanic, para el viaje inaugural. Pero como todos sabemos, el choque con un iceberg creo una enorme abertura en el casco, lo que hizo que el barco se hundiera. Violeta, sin embargo, se contó entre los pasajeros que pudieron ser rescatados del Titanic.

¿Adivinan cuál fue su siguiente destino? En efecto, el Britannic. Allá permaneció hasta 1916, cuando, mientras el barco estaba frente a las costas de Grecia, se produjo una gran explosión que abrió un boquete en el casco, y el barco se hundió. Nunca ha quedado claro si fue culpa de una mina, un submarino o una explosión interna del propio barco, pero sí se sabe que casi todos los tripulantes consiguieron salvarse en los botes salvavidas, excepto 29 cuyos botes fueron absorvidos por el vórtice de la hélice. En uno de esos botes iba Violeta, que pese a todo tuvo la intuición de arrojarse al agua antes de que el bote fuera absorvido, y finalmente fue rescatada por otro bote, por lo que sobrevivió también a este tercer percance. Murió mucho más tarde, en 1971.

Fuente y foto: wikipedia

jueves, 19 de julio de 2012

Polonia, Julio de 1939


Retrocedamos 73 años en el tiempo. En esta misma época del año, pero en otro país, Polonia. Un hombre se levanta por la mañana y va a trabajar. Todo parece normal. La gente disfruta del calor estival y las tiendas comienzan a abrir mientras él se dirige a su despacho. El hombre está tranquilo, pero su rostro transmite una cierta preocupación. Presiente que se acercan años oscuros. Compra un periódico en el quiosco de la esquina. Las noticias son desalentadoras: Hitler se muestra cada vez más belicoso con el resto de Europa. Sus recientes éxitos en Austria y Checoslovaquia le respaldan. Francia y Gran Bretaña parecen dos espantapájaros inútiles. Los Estados Unidos no están ni se les espera. Polonia tiene todos los números de ser el siguiente, pues contiene antiguos territorios del Imperio Alemán.

El hombre llega a su oficina, se sienta y se pone a trabajar. Sabe que quizás dentro de unos meses ese edificio haya sido destruido por las bombas, que quizás él pase a estar muerto o ser prisionero de los alemanes, pero... ¿qué solución le queda? No está en su mano cambiar el mundo. Como mucho, podría emigrar, pero ¿a dónde? ¿A Francia, por ejemplo? ¿Sería ese un lugar seguro uno o dos años después? Aparentemente sí, el ejército francés le protegería. Dicen que es uno de los mejores de Europa. Si Europa parece peligrosa, quizás estaría bien una país alejado de los nazis. ¿Vietnam, por ejemplo? ¿Tailandia? ¿Se estará seguro en esos lugares en los próximos años? ¿Valdrá la pena ir a un país tan apartado y tan diferente?

Estos días me siento como ese ciudadano polaco. Sé que los últimos meses de 2012 y los primeros de 2013 van a ser claves, y para nada bueno. Se acerca el fin de la economía capitalista tal y como la hemos conocido desde la Segunda Guerra Mundial. Grecia, Portugal o España son sólo los primeros síntomas, lo gordo está por venir. Francia está jugándosela con las nuevas medidas de su presidente, que han aumentado la deuda en 72.400 millones de euros. En Inglaterra, el sistema financiero ha perdido toda credibilidad tras el escándalo del Líbor. Pero lo divertido va a ser cuando en Enero de 2013 se produzca el llamado acantilado fiscal en Estados Unidos.

En medio de este apocalipsis casi seguro de nuestra sociedad, uno no sabe muy bien qué hacer. Emigrar es una opción discutible, ya que casi cualquier país del mundo (a menos que uno se vaya a Corea del Norte) está metido de lleno en todo este conglomerado mafioso llamado sistema financiero mundial, alias "los mercados", probablemente el mayor enemigo de la Humanidad en toda su historia. Cuando se produzca el gran cataclismo, unos arrastrarán a otros, y todo se irá a la mierda. Probablemente dé un poco igual estar aquí que allá. La caída del mundo capitalista será como la caída del bloque comunista: no importa demasiado si te pilla en Varsovia, en Sofía o en Minsk. El caso es que ese mundo en el que llevas décadas viviendo se derrumba, y aparece otro que no sabes si será mejor o peor; sólo sabes que el tránsito será doloroso.

Me pregunto qué ocurrirá entonces. ¿Una revolución comunista? ¿Una dictadura militar, aprovechando el caos de los primeros días? ¿La anarquía total? ¿Se dividirán los Estados Unidos de América y aquí se crearán los Estados Unidos de Europa? ¿Se esfumarán el dólar y el euro? ¿Y qué surgirá entonces?

Bien mirado, vamos a vivir unos momentos históricos y emocionantes. No sólo se siente uno como ese polaco que presiente la invasión nazi, también se siente como ese alemán que presiente la caída del muro, o como ese francés que sueña con la caída de Luis XVI. Veremos qué sucede. De momento, vuelvo a mi oficina a seguir trabajando. Como si no pasara nada.