martes, 2 de abril de 2013

Dos caminos, un resultado

Buceando por la red, descubro dos interesantes artículos sobre empresarios emprendedores. Uno habla de la importancia de ceñirse a las necesidades de los clientes, sin partir de una idea, de una herramienta interesante. Otro habla de lo importante que fue crear una herramienta interesante, sin preocuparse del mercado e incluso sin tener un modelo de negocio, algo aparentemente fundamental.

¿Qué conclusión extraigo? Que después de tantos consejos, tanto caso de éxito, tanta habladuría sobre lo que se debe y no se debe hacer, al final lo que hay son miles de personas que se lanzan a hacer cosas, de las cuales sólo unas decenas sobreviven de manera verdaderamente exitosa. Lo divertido es que no todos esos casos contados han seguido el mismo camino, y ni siquiera ocurre que ese camino sea diferente al de muchos de los centenares de fracasados. En realidad, son a veces ciertas pequeñas circunstancias las que determinan el éxito final; circunstancias tan caóticas que inevitablemente acaban conteniendo un cierto factor de aleatoriedad, puesto que es imposible que podamos controlar todas las variables. Quizás estén en lo cierto quienes dicen que tener una buena idea no basta, sino que en realidad va a pesar más la capacidad posterior de materializarla.

Esto de los proyectos empresariales es como el mundo de las relaciones amorosas: todos dan consejos, ves manuales de autoayuda por doquier, pero al final lo que decide es tu valor y tu habilidad en el momento de enfrentarte a cada desafío.