miércoles, 11 de junio de 2008

No pasa nada, circulen, circulen...

Viví mi adolescencia antes del derrumbamiento del bloque comunista, y por tanto aún estuve a tiempo de escuchar algunos debates en los que los últimos defensores de aquel sistema discutían con los capitalistas (que no suelen definirse a sí mismos como tales, sino que prefieren nombres más guays, como "liberales" o "demócratas") sobre cuál era mejor para la sociedad en general.

Bien, aquello terminó, con la consiguiente autocomplacencia de los segundos, que sacaron pecho afirmando que se había comprobado que el sistema que ellos defendían era, no sólo mejor, sino el único posible, mientras los primeros advertían ya que el fracaso de uno no demostraba el éxito del otro. Ahora se ve que aquellas premoniciones eran ciertas. La verdad es que no hacía falta ser muy sabio para intuírlo: cualquiera con un poco de conocimiento se da cuenta que la concepción capitalista de la sociedad lleva a grandes problemas sociales contra los que este sistema no tiene solución alguna.

En los últimos años muchos han propuesto una "fórmula mixta", en la que el capitalismo tradicional (ahora con una careta nueva llamada "globalización", pero que sigue siendo lo mismo o peor), se ve suavizado por lo que llaman medidas intervencionistas. Las medidas intervencionistas consisten en decir "pasamos de intentar crear una economía que redunde en el provecho de toda la sociedad en lugar del beneficio de unos pocos, pero cuando algún colectivo se cabree demasiado, pues le damos alguna subvención o imponemos algún precio mínimo al mercado, y así vamos tirando". Qué solución tan salomónica. Lástima que a la larga no sirve, porque es la esencia misma del sistema la que siempre nos conducirá a lo mismo: trabajadores tratados como simples piezas de una gran máquina que manejan unas pocas superempresas globalizadas, cuyo poder es casi mayor que el de los gobiernos. Las medidas intervencionistas no son más que un barniz que sirve para disfrazar la realidad de fondo.

Ante este panorama, sorprende la poca capacidad crítica de la sociedad. Cuando el comunismo se discutía, nadie se dejaba en el tintero sus múltiples defectos: que se pierde competitividad al transformar a la sociedad entera en un conjunto de funcionarios, que es un sistema cerrado que impone un partido único, que el aparato del estado se convierte en una gran burocracia fácilmente corrompible, no presionada por ningún mercado... También por aquel entonces los comunistas entonaban las no menos ciertas debilidades capitalistas: que centrarlo todo en el beneficio de unos pocos jamás llevará a la felicidad de la sociedad en general, que abandonarse a la ley del más fuerte sólo puede conducir a una nueva época feudal, con sus señores y vasallos, que no siempre lo más competitivo es lo mejor para la sociedad en su conjunto (pensemos por ejemplo en el impacto sobre el medio ambiente de ciertas prácticas empresariales)... ¿Dónde están ahora esas críticas? Me cuesta verlas. La sociedad en su conjunto, camina cabizbaja ante el imperio de la idea única e indiscutible. Lo que al partido comunista de la URSS le costó tanto trabajo conseguir, a fuerza de enviar opositores a la prisión, lo ha conseguido nuestra sociedad sin que casi nos demos cuenta. Ya no discutimos, aceptamos implícitamente que las cosas son como son y no pueden ser de otra manera, y que quien diga lo contrario, forzosamente debe ser algún comunista rezagado o algún "iluminado" como los nuevos líderes sudamericanos: Chávez, Correa, Morales...

Pues no. Un principio básico de la filosofía que jamás debemos olvidar es que las cosas pueden ser de otro modo. Siempre pueden ser de otro modo, digan lo que digan los conservadores de lo contemporáneo. Es más, no sólo pueden ser de otro modo, sino que pueden ser de muchos otros modos diferentes. Y este principio vale para todo: la política, las costumbres, la economía, la cultura... nada es para siempre y la sociedad cambia (pese a algunos). "El sistema", en cambio, intenta hacernos creer lo contrario, dejando a un lado cualquier autocrítica, y apartando a quienes lo cuestionan; y es triste ver que cuando alguien aparece creando intraquilidad al respecto, ya salgan los "adaptados" diciendo, "bah, no hagan caso, ¿no ven que sólo es un loco? Vamos, circulen, por favor".

Imagen: http://nata-caramelodelimon.blogspot.com/2008_01_01_archive.html

1 comentario:

Johnny Tastavins dijo...

Ojalá tuviéramos una bola de cristal y ver a dónde nos llevará esta puñetera globalización dentro de 50 ó 100 o 200 años. Lo cierto, como dices, es que el cambios no sólo es posible, es inevitable. Puro Darwin. Evolución de las "especies" (en especie puedes colocar a la/el palabra/o que quieras : sistema económico, político, sociedad ...)

Lo que está claro que esto no se sostiene, y aunque creas que nos conformamos con callar y aceptar loque cuatro iluminados vende por TV sube gente nueva, ideas y generaciones que cambiarán el sistema, no lo dudes. ¿Hacia dónde? Espero que hacia algo más justo, más social, más sostenible.

¿Te das cuenta que la huelga del transporte no ha levantado indignación generalizada y sí en cambio bastantes más simpatías de lo que se podía esperar? Hierve algo, y acabará por salir.