Me llamó mucho la atención una frase de Hernán Casciari en un memorable artículo (que en realidad iba sobre el racismo en el fútbol) en el que decía:
Comparto la preocupación por ese curioso fenómeno. Antaño (me refiero a los años 70 y 80, básicamente) la sociedad estaba "equilibrada", en el sentido de que por un lado las generaciones más viejas defendían un comportamiento más estricto en todos los aspectos (maneras de vestir, comportamiento sexual, vida social, opiniones políticas...) y en cambio los sectores más progresistas de la sociedad (y generalmente más jóvenes) preferían tener la libertad por bandera y defender la diversidad y la espontaneidad, frente a las rígidas normas del pasado y la ya gastada moralidad católica que había dominado nuestro país durante siglos.
Ahora, en cambio, uno ya no sabe si la antigua actitud impositiva, casi fascista, que pretende ordenar la sociedad respecto a un pensamiento único, y recortar no sólo la libertad de acción, sino, lo que es mucho más grave, la de pensamiento, es ya patrimonio sólo de las abuelas, o son también los progres quienes la han adoptado, a veces con más virulencia incluso que las abuelas mismas. El "políticocorrectismo" que vemos todos los días a nuestro alrededor es una muestra de que ya no está bien visto pensar libremente; hay que pensar como un "ciudadano decente", como un "español de bien", que dirían Rajoy. Pero la novedad es que no son precisamente las abuelas quienes pretenden castigar al librepensador, sino los progres. O mejor dicho: se suman ambos colectivos, arrinconando aún más así a los pocos que seguimos defendiendo la libertad
Cosas que antes era posible hacer o decir, ahora no pueden hacerse o decirse sin un gran riesgo, y no son precisamente unos pocos censores canosos quienes lo impiden, sino, al igual que en la época de nuestros abuelos, una buena parte de la sociedad, convencida de que ciertas ideas deben imponerse cueste lo que cueste, y cualquier disidente eliminado o acallado.
Precisamente Casciari, en su artículo, comenta con acierto la paranoia antirracista que lleva a tomarse como crimen contra la humanidad las tonterías propias del público del fútbol, cuyo único interés, a menudo, es descargar tensiones o poner nervioso al contrario, sin más trascendencia. Ahora se pone el grito en el cielo por un chiste, una canción, una película o el grito de una afición de fútbol, cuando antes sencillamente se comentaba a favor o en contra, pero casi nadie pretendía censurar.
Los progres de hoy son una gente un poco rara. Pretenden ir de modernos, pero en realidad son como las viejas, solo que la moral que defienden, en lugar de estar basada en el Cristianismo, está basada en las ideas típicas de los progres (obsesión con el machismo y con el racismo, obsesión por la discriminación sexual, etc.). Son ideas diferentes, pero la actitud es la misma: o piensas como yo, o tu alma está poseída por el demonio e irás al infierno. Cada día tengo más la impresión de que sólo unos pocos nos vamos quedando al margen de toda esta paranoia, y seguimos defendiendo hasta la muerte, como cuentan que dijo Voltaire, el derecho a tener otras opiniones, aunque no las compartamos.
Imagen: http://blogs.20minutos.es/myfiles/nilibreniocupado/abuela-fuma.jpg
Me está empezando a preocupar que las gestas sociales de estos dos grupos humanos (progres y abuelas, antaño tan diferentes en sus ideologías) cada vez se parezcan más.
Comparto la preocupación por ese curioso fenómeno. Antaño (me refiero a los años 70 y 80, básicamente) la sociedad estaba "equilibrada", en el sentido de que por un lado las generaciones más viejas defendían un comportamiento más estricto en todos los aspectos (maneras de vestir, comportamiento sexual, vida social, opiniones políticas...) y en cambio los sectores más progresistas de la sociedad (y generalmente más jóvenes) preferían tener la libertad por bandera y defender la diversidad y la espontaneidad, frente a las rígidas normas del pasado y la ya gastada moralidad católica que había dominado nuestro país durante siglos.
Ahora, en cambio, uno ya no sabe si la antigua actitud impositiva, casi fascista, que pretende ordenar la sociedad respecto a un pensamiento único, y recortar no sólo la libertad de acción, sino, lo que es mucho más grave, la de pensamiento, es ya patrimonio sólo de las abuelas, o son también los progres quienes la han adoptado, a veces con más virulencia incluso que las abuelas mismas. El "políticocorrectismo" que vemos todos los días a nuestro alrededor es una muestra de que ya no está bien visto pensar libremente; hay que pensar como un "ciudadano decente", como un "español de bien", que dirían Rajoy. Pero la novedad es que no son precisamente las abuelas quienes pretenden castigar al librepensador, sino los progres. O mejor dicho: se suman ambos colectivos, arrinconando aún más así a los pocos que seguimos defendiendo la libertad
Cosas que antes era posible hacer o decir, ahora no pueden hacerse o decirse sin un gran riesgo, y no son precisamente unos pocos censores canosos quienes lo impiden, sino, al igual que en la época de nuestros abuelos, una buena parte de la sociedad, convencida de que ciertas ideas deben imponerse cueste lo que cueste, y cualquier disidente eliminado o acallado.
Precisamente Casciari, en su artículo, comenta con acierto la paranoia antirracista que lleva a tomarse como crimen contra la humanidad las tonterías propias del público del fútbol, cuyo único interés, a menudo, es descargar tensiones o poner nervioso al contrario, sin más trascendencia. Ahora se pone el grito en el cielo por un chiste, una canción, una película o el grito de una afición de fútbol, cuando antes sencillamente se comentaba a favor o en contra, pero casi nadie pretendía censurar.
Los progres de hoy son una gente un poco rara. Pretenden ir de modernos, pero en realidad son como las viejas, solo que la moral que defienden, en lugar de estar basada en el Cristianismo, está basada en las ideas típicas de los progres (obsesión con el machismo y con el racismo, obsesión por la discriminación sexual, etc.). Son ideas diferentes, pero la actitud es la misma: o piensas como yo, o tu alma está poseída por el demonio e irás al infierno. Cada día tengo más la impresión de que sólo unos pocos nos vamos quedando al margen de toda esta paranoia, y seguimos defendiendo hasta la muerte, como cuentan que dijo Voltaire, el derecho a tener otras opiniones, aunque no las compartamos.
Imagen: http://blogs.20minutos.es/myfiles/nilibreniocupado/abuela-fuma.jpg
3 comentarios:
No se con qué clase de progres te juntarás tu, pero he de decirte que estás realmente equivocado y que si algo distingue a un progre es la capacidad de respetar las ideas de los demás, aunque no se compartan.
Eso si, no estaría de más que dedicaras una entrada a definir esa palabra tan sumamente acrcaica que es "progre", porque yo cuando la oigo no puedo dejar de imaginarme a un/a melenas tirillas que se cree chachi por llevar pendiente, follar sin condón y beber cerveza con los colegas mientras critica absolutamente todo.
aaahhh...el problema de la paja y la viga...taaaannn español...
No es problema de pajas y vigas. Simplemente señalo que me parece curioso que las actitud de los progres de hoy sea tan distinta de la de los de antes. Yo prefiero la de antes porque por lo menos compensaba la de las viejas, mientras que ahora parece que hagan causa común. No sé, me cae más simpática. Otra gente pensará de otro modo.
Lo que es un progre (de los actuales) lo explico por encima en esta misma entrada: una persona que, en lugar de defender la libertad, quiere imponer unos valores en los que cree dogmáticamente, como los conservadores, pero que en lugar de ser los típicos valores conservadores de la sociedad occidental, son los que todos sabemos y también comento en esta misma entrada.
Y la palabra no sé si será arcaica, pero la verdad es que esas personas abundan bastante. Llámalos de otra manera si quieres.
Vamos...un pichiflauta que va según el Sol que más calienta.
De familia conservadora pero que nos ha salido rebelde, no? jajajajajaja!
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