sábado, 12 de octubre de 2013

Días grandes y pequeñeces

Hoy he paseado por las calles de Barcelona y he visto algo inédito: bastante gente con banderas españolas, dispuestos a celebrar el día de la Hispanidad. Muchos de ellos venían en autocares (he podido ver bastantes en Pau Claris), otros supongo que eran de la propia ciudad. En su ánimo, hacer de contrapeso a la reciente manifestación independentista de la Diada. Por lo visto los españoles nunca nos cansamos de pelearnos entre nosotros.

Luego he entrado en facebook y he visto a bastante gente, sobre todo sudamericana, con lemas del estilo "12 de Octubre, nada que celebrar". Muchos mostraban imágenes en referencia a las masacres que sufrieron los indios americanos, o a la forzosa evangelización llevada a cabo por los españoles. Cosas todas ellas muy tristes, pero inevitables cuando varias naciones entran en contacto, pues la Historia de la Humanidad es eso: guerras, conquistas y artimañas para ser los más poderosos. En aquel momento les tocó a los indios ser los más débiles, igual que en su día los celtas fueron más débiles que los romanos, o éstos más tarde cayeron ante los germanos. Mala suerte para cada uno en su momento, pero la Historia es así, no podemos estar siempre lamentándonos de cosas que eran inevitables dadas las circunstancias. Y ese político-correctismo con el que algunos intentan remover culpas de hace 500 años, aunque en parte comprensible, me parece inoportuno e injusto con la fecha. Si quieren revindicar matanzas, mejor que lo hagan el día en que Pizarro capturó a Atahualpa en Cajamarca, lo cual marcó el principio del fin del Imperio Inca. Empañar el descubrimiento con las guerras posteriores, me parece injusto.

Todas estas actitudes me dan mucha pena. Y siento que la gente sea tan corta de miras.

Yo no es sido nunca de banderas. Jamás he enarbolado una. Lo máximo que recuerdo en este aspecto es haber colgado con mi familia una bandera de Barcelona en el balcón durante las olimpiadas del 92, y haber besado la bandera nacional durante la jura, cuando estaba en el Ejército. Me siento más a gusto viéndome como un ciudadano del mundo, como ayer por la noche: fuimos mi chica y yo a cenar con unos ex-compañeros de su curso de catalán; uno de Senegal, otro de Inglaterra, una rusa, dos vascas, una extremeña... todos compartiendo cerveza y mesa, sin pensar en banderas. Como debería ser siempre.

Reflexionando en estas cosas, me ha dado mucha pena ver cómo una jornada histórica como la del 12 de Octubre, el descubrimiento de América, se ha convertido más en una jornada de odio, resentimiento, nacionalismo, revanchismo, chauvinismo y otros sentimientos detestables, en lugar de un recuerdo de un momento importantísimo y de una gesta increíble, cuando tres barquitos provenientes del continente europeo (aunque en realidad su última escala la hicieron en territorio africano, en Canarias), se atrevieron a cruzar ese océano que antes nadie se había atrevido a cruzar, llegaron a unas tierras nunca vistas por sus conciudadanos y, lo más importante: volvieron para contarlo, poniendo así en contacto dos civilizaciones que hasta entonces habían permanecido separadas: la de los indios americanos y la de las naciones de Europa, Asia y África. Y me da pena que algunos lo usen como exaltación nacional, otros para provocar sentimientos de culpabilidad, otros para sentirse ofendidos por las exhibiciones nacionalistas de los de al lado... como si la unión de dos mundos fuese algo sin importancia, una mera escusa para molestar a otros.

Qué quieren que les diga, para mí la llegada de Colón a América sí es algo que celebrar. Sin pensar en banderas ni en razas, sin buscar culpas o culpables, sin buscar orgullos ni vergüenzas, simplemente pensando que ese día, cuando aquel puñado de marineros contempló aquellas tierras hasta entonces desconocidas para ellos, y cuando los indios vieron a esos hombres que no se parecían a los que habían conocido, fue como la llegada del hombre a la Luna, o como cuando Marco Polo volvió de China para contar sus viajes. Fueron momentos históricos, pero no para esos hombres en concreto, o para España, o para las tribus indias del Caribe. Fue la Humanidad entera la que ese día quedó más unida, porque se conocieron los dos grandes núcleos humanos del mundo. Y eso es algo grande, más grande que ninguna bandera, tan grande que las pequeñeces de nuestro tiempo no pueden eclipsarla.

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