No, no estoy hablando de Irán, o de China, o de Birmania, o de Cuba. Estos días estamos comprobando que en este país está prohibido algo que creíamos que sólo se prohibía en los países sometidos a gobiernos represivos: preguntar (y por tanto opinar, puesto que la única razón para prohibir una pregunta es la de querer silenciar la opinión).
Todos hemos podido comprobar cómo los políticos de Madrid han puesto el grito en el cielo por la iniciativa de Ibarretxe de convocar una consulta popular, diciendo que es ilegal, que no debe permitirse, etc. Es importante notar que, por lo que he escuchado, Ibarretxe querría que fuera un referéndum vinculante, pero que en caso de que no pueda ser (porque desde el Gobierno no le autoricen), está dispuesto a llevarla a cabo como simple consulta. Bien, es este segundo caso, no habría ningún problema. Si las empresas que hacen estadísticas sondean continuamente la opinión de los ciudadanos, qué menos que permitir a los políticos conocer la opinión pública de cara a un gobierno más ajustado a la voluntad popular. Vamos, creo que no tiene nada de raro.
Pero en Madrid no piensan lo mismo, y lo condenan sin distinción, sea referéndum, consulta o lo que sea. Y no es que se limiten a discrepar o que discutan con razones la posibilidad de consultar al pueblo; no, no, simplemente lo condenan y ponen el grito en el cielo, sin más. El otro día incluso apareció Zaplana diciendo que era el desafío más grande a nuestra democracia después del 23-F. Vale, ya sabemos que Zaplana es como es y que no hay que tomarse muy en serio sus zaplanadas, pero es que desde el gobierno se están diciendo cosas no muy alejadas de esto. Sinceramente, me parece desproporcionado. Me parece incluso vergonzoso que aparezcan todos ellos (ellos, que tienen siempre en la boca la palabra democracia) llevándose las manos a la cabeza, clamando que es ilegal, invocando los espíritus constitucionales y diciendo cosas como que "al gobierno no le va a temblar la mano para impedirlo". Por lo visto les ha molestado que el lehendakari quiera preguntarle algo a la gente. Pues a mí, en cambio, me molesta más que ellos quieran impedirlo.
No es que me oponga porque me caiga bien Ibarrexte o porque comparta sus ideas nacionalistas. Para nada. Personalmente, los nacionalistas siempre me han tocado los cojones. Todos. Los nacionalistas catalanes (a estos los tengo que sufrir porque soy catalán y vivo en Cataluña), los nacionalistas españoles (que aunque no se autodenominen así porque les jode la etiqueta "nacionalista", lo son), los nacionalistas vascos (a estos no los sufro directamente, pero me agobian desde los telediarios y los periódicos) y los de la república independiente de Swazilandia (que no existe, pero si existiera, también los mandaría a tomar por culo). Me tocan los cojones todos ellos, con sus dichosas banderitas, me da igual que sea la "estelada", la ikurriña, la rojigualda con la gallina o una banderita multicolor hecha con retales de la ropa vieja del armario. Me molestan por la manía que tienen de hablar en plural, incluyéndonos a los demás en sus guerras particulares, cuando lo cierto es que a la gran mayoría de los ciudadanos nos la pelan sus gilipolleces, por haberse convertido en el centro de la política de este país cuando hay centenares de cosas más interesantes e importantes a las que dedicar nuestros esfuerzos. Me fastidian sus interminables demandas de "autodeterminación" y sus peticiones de independencia (o de integración, según sea el nacionalismo), me agobian con sus idealismos y su manera de vivir en el pasado. Sinceramente, me gustaría que se callasen ya, que no me metan a mí y a los ciudadanos que pasamos de su rollo en sus guerras estúpidas. Que piensen lo que quieran (cada cual puede tener su opinión), pero que no sean tan pesaditos, por favor.
Ahora bien, eso es una cosa. Y otra cosa muy diferente es que alguien (me da igual si es un lehendakari o el presidente de una comunidad de vecinos) decida hacer una consulta popular. Ah, ahí sí que tiene todo mi apoyo, o por lo menos todo mi consentimiento. Como muy bien dice Alber Vázquez, lo de que le pregunten a uno está de puta madre. ¿Cuál sea el contenido de la pregunta? Da igual: Habrá consultas más importantes y menos importantes, más oportunas y menos oportunas, pero por preguntar que no quede, oye. Eso no quita que si la consulta me parece superflua o inoportuna, también diré muy alto (como lo digo ahora) que me parece una meada fuera de tiesto, y que con lo tranquilitos que estábamos y en las circunstancias actuales, está fuera de lugar venir ahora a remover las aguas, sabiendo de sobra que con una consulta de esas se iba a liar gorda. Ahí creo que Ibarretxe la caga, como muy bien señala su compañero de partido y alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna, o como ya ha apuntado el presidente del PNV Josu Jon Imaz recientemente. Imaz y Azkuna tienen toda la razón: Ibarretxe es inoportuno al lanzar esta propuesta.
Pero que Ibarretxe lance una propuesta inoportuna... mira, es algo que no me molesta excesivamente. Vale, Ibarretxe mea fuera de tiesto, pero bueno, qué queréis que os diga, será cosa de "los vascos y las vascas" (como parece que está de moda decir ahora) decidir si van a votar o no, y de sus compañeros de partido y de gobierno apoyarle o no para realizar esa consulta. En cambio, sí me molesta y mucho la respuesta que se ha dado desde Madrid. En contraste con el análisis sosegada y coherente de la situación hecho por Imaz y Azkuna, vemos al presidente Rodríguez, a la vicepresidenta del gobierno o nuestro eterno predicador socialista, Pepe Blanco, planteándolo como si fuera un "desafío al estado de derecho" (creo que palabras similares hemos oído estos días en boca de María Teresa Fernández), y hablan de "aplicar la ley", como si ahora la ley prohibiese preguntar al pueblo. Pues sinceramente, a mí lo que me parece un desafío al estado de derecho y sobre todo a la democracia es lo que dicen la señora Fernández, el señor Blanco y el señor Rodríguez (del PP ya ni hablo, evidentemente). ¿Por qué? Pues porque demonizar una simple consulta popular es una actitud francamente antidemocrática, se mire por donde se mire. La podremos criticar, podremos decir que es inoportuna, que no soluciona nada, etcétera, etcétera, y podremos tener mucha razón, pero demonizarla nunca, porque una consulta popular es la viva plasmación de la democracia, y sólo en los estados dictatoriales puede verse como una amenaza. ¿Nos imaginamos los comentarios de todo el mundo (incluídos estos dirigentes del PSOE) si la noticia de que se ha prohibido una consulta nos viniera de Cuba, de Irán o de China? Ya saltaríamos todos indignados clamando que en esos países no hay democracia, etc., etc. Pero qué difícil es, en cambio, ver la viga en ojo propio.
Yo no sé tanto de leyes como para saber si tienen razón los políticos de Madrid que afirman que la propuesta es ilegal (el otro día salió el presidente del Tribunal Supremo, creo, diciendo que clarísimamente lo era) o quienes dicen que de eso nada. No lo sé. Yo quiero pensar que no lo es, porque eso significaría que los partidos aún no han secuestrado completamente esta débil simulación de democracia en la que vivimos, y que todavía es posible que la gente diga lo que piensa sin necesidad de tener que contar con la aprobación de la endogámica oligarquía política. Ahora bien, si realmente lo fuera, entonces yo me declararía francamente contrario a la constitución de 1978, y por tanto también a los partidos que la usan como escudo para defender su curioso y particular concepto de la democracia. Lo siento, pero por ahí sí que no paso. Que se pretenda defender como democrática una ley de leyes que impide realizar una simple consulta no vinculante, me parece tan antidemocrático, que no podría ver en ella sino un último legado de la dictadura de Franco. ¿Tanto bombo con nuestra hiperalabada transición para esto? Pues no me vale. Es que vamos, ya sólo falta que quienes se oponen a la consulta de Ibarretxe repitan esa frase que a veces aún oímos decir a veces a algunos de nuestros mayores cuando ven algún desorden en la sociedad causado por el exceso de libertad: "Estas cosas con Franco no pasaban" (a los del PP poco les ha faltado para soltarlo).
Pero claro, ¿qué actitud demócrata podemos pedir a quienes hace poco desautorizaron a sus colegas de Navarra, negándoles una alianza en su parlamento después de haber estado siempre diciendo que respetarían lo que ellos dijeran? Tras haberles tomado el pelo a los propios miembros de su partido y a los electores que depositaron su papeleta por ellos, no vamos a pedirles que estén de acuerdo con Ibarretxe.
Pero para mí, la consulta misma, su contendio, o su resultado, son lo de menos. No me importa excesivamente la pregunta que vaya a hacer Ibarretxe (seguramente será una gilipollez retórica del estilo "¿Cree usted que los ciudadanos de este país deben poder decidir sobre su futuro?"), ni me preocupa mucho lo que le contesten los vascos y las vascas, ni nada de eso. Lo importante, desde mi punto de vista, es que si no se pudiera convocar porque desde Madrid la bloquearan, eso significaría que mañana mismo podrían bloquear cualquier otra consulta sobre otro tema que sí fuese importante y oportuno. Ese es el problema. Que los políticos demuestran continuamente tener miedo de la gente. Lo han demostrado muchas veces y ahora se les vuelve a notar. El miedo, no la ilegalidad, es lo que les mueve a bloquear las consultas.
Recordemos lo que ocurrió con uno de los poquísimos referéndums que se han celebrado en España, el de la constitución europea. Muchos países ni siquiera lo plantearon a los ciudadanos, ante el temor de que la rechazaran, pero otros no se atrevieron a negarle al pueblo el derecho a opinar en un tema tan importante... y así acabó: la gente demostró que no opinaba lo mismo que los políticos y se la tuvieron que comer con patatas. Por eso los políticos odian los referéndums, excepto cuando tienen muy claro que los van a ganar. Y precisamente por eso yo los exijo: porque son el último resquicio que nos queda para que podamos opinar sin pasar por la clase política.
Yo quiero tener una clase política realmente democrática, que no le tenga miedo a la gente, unos políticos que nos preguntasen más a menudo sobre ciertos temas, porque al final es la única manera de que las decisiones importantes se tomen como Dios manda y todo el mundo las acate. Nos podían haber preguntado qué nos parecía la asignatura de educación a la ciudadanía, o si preferíamos la de religión o ninguna de las dos... y no lo hicieron. Nos podían haber preguntado si queremos que el estado siga financiando a la iglesia o no... y no lo hicieron. Nos podrían haber consultado sobre la renovación del CGPJ (hecho gravísimo desde mi punto de vista y en el que una consulta popular no hubiera estado de más)... y no lo hicieron. Nos podían haber consultado si nos parecía bien legalizar los matrimonios de personas del mismo sexo, para que no quedase duda de si realmente era una demanda de la sociedad o no... y no lo hicieron. Nos podían haber preguntado tantas, y tantas cosas... y nunca lo han hecho, desde aquel famoso referéndum de la OTAN. Sólo en esa ocasión y cuando la dinámica de la UE les obligó a convocar el de la constitución europea, nos han preguntado. Que yo recuerde, ni una sola vez más. ¿Y se llevan ahora las manos a la cabeza porque por fin alguien pregunta algo? ¿Y encima con carácter no vinculante, como una simple consulta (una consulta, por el amor de Dios)? Permitidme que alucine. "Es que la pregunta caerá fuera del ámbito constitucional", dicen algunos. Me la pela. Es más: Mejor ejercicio democrático aún, el de ese pueblo que se atreve a replantearse, aunque sólo sea como hipótesis, las normas que él mismo se puso una generación atrás. A fin de cuentas, ¿por qué no? ¿Está prohibido pensar? ¿Está prohibido plantearse (o replantearse) cosas, preguntar, criticar, indagar?
No hace mucho se quería reformar la constitución sólo por la tontería de que si el príncipe iba a tener un hijo o una hija, y la gente tan pancha. De hecho, si la memoria no me falla, los políticos pensaban hacerla por su cuenta, sin referéndum ni nada, no vaya a ocurrir que la gente opine (hombre, por Dios, qué pretende usted, que la gente opine,... a dónde iremos a parar). ¿Y en cambio no se puede ni hacer una puta pregunta que no supone una obligación para nadie? "Es que es lo que marca la ley." Pues vaya mierda de ley, ya estamos tardando en cambiarla. Ah, no, que entonces la gente opina y eso no mola. Claro, ingenuo de mí...
Siempre he tenido la sensación de vivir en una democracia simulada, pero aún mantenía un pequeño resquicio de esperanza hasta hace unos años. Aznar me dio la primera señal de que no hay tal esperanza cuando nos metió en Irak por sus cojones sin que pudiéramos impedirlo de ningún modo, y estos últimos días esa sensación se ha agudizado. He empezado a notar que la oligarquía no está tan lejos de tenernos a todos atados y amordazados. Y eso sí que me preocupa, no Ibarretxe y sus tonterías nacionalistas. Ibarretxe sólo me aburre.
Imagen: http://www.mujeresenred.net
Todos hemos podido comprobar cómo los políticos de Madrid han puesto el grito en el cielo por la iniciativa de Ibarretxe de convocar una consulta popular, diciendo que es ilegal, que no debe permitirse, etc. Es importante notar que, por lo que he escuchado, Ibarretxe querría que fuera un referéndum vinculante, pero que en caso de que no pueda ser (porque desde el Gobierno no le autoricen), está dispuesto a llevarla a cabo como simple consulta. Bien, es este segundo caso, no habría ningún problema. Si las empresas que hacen estadísticas sondean continuamente la opinión de los ciudadanos, qué menos que permitir a los políticos conocer la opinión pública de cara a un gobierno más ajustado a la voluntad popular. Vamos, creo que no tiene nada de raro.
Pero en Madrid no piensan lo mismo, y lo condenan sin distinción, sea referéndum, consulta o lo que sea. Y no es que se limiten a discrepar o que discutan con razones la posibilidad de consultar al pueblo; no, no, simplemente lo condenan y ponen el grito en el cielo, sin más. El otro día incluso apareció Zaplana diciendo que era el desafío más grande a nuestra democracia después del 23-F. Vale, ya sabemos que Zaplana es como es y que no hay que tomarse muy en serio sus zaplanadas, pero es que desde el gobierno se están diciendo cosas no muy alejadas de esto. Sinceramente, me parece desproporcionado. Me parece incluso vergonzoso que aparezcan todos ellos (ellos, que tienen siempre en la boca la palabra democracia) llevándose las manos a la cabeza, clamando que es ilegal, invocando los espíritus constitucionales y diciendo cosas como que "al gobierno no le va a temblar la mano para impedirlo". Por lo visto les ha molestado que el lehendakari quiera preguntarle algo a la gente. Pues a mí, en cambio, me molesta más que ellos quieran impedirlo.
No es que me oponga porque me caiga bien Ibarrexte o porque comparta sus ideas nacionalistas. Para nada. Personalmente, los nacionalistas siempre me han tocado los cojones. Todos. Los nacionalistas catalanes (a estos los tengo que sufrir porque soy catalán y vivo en Cataluña), los nacionalistas españoles (que aunque no se autodenominen así porque les jode la etiqueta "nacionalista", lo son), los nacionalistas vascos (a estos no los sufro directamente, pero me agobian desde los telediarios y los periódicos) y los de la república independiente de Swazilandia (que no existe, pero si existiera, también los mandaría a tomar por culo). Me tocan los cojones todos ellos, con sus dichosas banderitas, me da igual que sea la "estelada", la ikurriña, la rojigualda con la gallina o una banderita multicolor hecha con retales de la ropa vieja del armario. Me molestan por la manía que tienen de hablar en plural, incluyéndonos a los demás en sus guerras particulares, cuando lo cierto es que a la gran mayoría de los ciudadanos nos la pelan sus gilipolleces, por haberse convertido en el centro de la política de este país cuando hay centenares de cosas más interesantes e importantes a las que dedicar nuestros esfuerzos. Me fastidian sus interminables demandas de "autodeterminación" y sus peticiones de independencia (o de integración, según sea el nacionalismo), me agobian con sus idealismos y su manera de vivir en el pasado. Sinceramente, me gustaría que se callasen ya, que no me metan a mí y a los ciudadanos que pasamos de su rollo en sus guerras estúpidas. Que piensen lo que quieran (cada cual puede tener su opinión), pero que no sean tan pesaditos, por favor.
Ahora bien, eso es una cosa. Y otra cosa muy diferente es que alguien (me da igual si es un lehendakari o el presidente de una comunidad de vecinos) decida hacer una consulta popular. Ah, ahí sí que tiene todo mi apoyo, o por lo menos todo mi consentimiento. Como muy bien dice Alber Vázquez, lo de que le pregunten a uno está de puta madre. ¿Cuál sea el contenido de la pregunta? Da igual: Habrá consultas más importantes y menos importantes, más oportunas y menos oportunas, pero por preguntar que no quede, oye. Eso no quita que si la consulta me parece superflua o inoportuna, también diré muy alto (como lo digo ahora) que me parece una meada fuera de tiesto, y que con lo tranquilitos que estábamos y en las circunstancias actuales, está fuera de lugar venir ahora a remover las aguas, sabiendo de sobra que con una consulta de esas se iba a liar gorda. Ahí creo que Ibarretxe la caga, como muy bien señala su compañero de partido y alcalde de Bilbao, Iñaki Azkuna, o como ya ha apuntado el presidente del PNV Josu Jon Imaz recientemente. Imaz y Azkuna tienen toda la razón: Ibarretxe es inoportuno al lanzar esta propuesta.
Pero que Ibarretxe lance una propuesta inoportuna... mira, es algo que no me molesta excesivamente. Vale, Ibarretxe mea fuera de tiesto, pero bueno, qué queréis que os diga, será cosa de "los vascos y las vascas" (como parece que está de moda decir ahora) decidir si van a votar o no, y de sus compañeros de partido y de gobierno apoyarle o no para realizar esa consulta. En cambio, sí me molesta y mucho la respuesta que se ha dado desde Madrid. En contraste con el análisis sosegada y coherente de la situación hecho por Imaz y Azkuna, vemos al presidente Rodríguez, a la vicepresidenta del gobierno o nuestro eterno predicador socialista, Pepe Blanco, planteándolo como si fuera un "desafío al estado de derecho" (creo que palabras similares hemos oído estos días en boca de María Teresa Fernández), y hablan de "aplicar la ley", como si ahora la ley prohibiese preguntar al pueblo. Pues sinceramente, a mí lo que me parece un desafío al estado de derecho y sobre todo a la democracia es lo que dicen la señora Fernández, el señor Blanco y el señor Rodríguez (del PP ya ni hablo, evidentemente). ¿Por qué? Pues porque demonizar una simple consulta popular es una actitud francamente antidemocrática, se mire por donde se mire. La podremos criticar, podremos decir que es inoportuna, que no soluciona nada, etcétera, etcétera, y podremos tener mucha razón, pero demonizarla nunca, porque una consulta popular es la viva plasmación de la democracia, y sólo en los estados dictatoriales puede verse como una amenaza. ¿Nos imaginamos los comentarios de todo el mundo (incluídos estos dirigentes del PSOE) si la noticia de que se ha prohibido una consulta nos viniera de Cuba, de Irán o de China? Ya saltaríamos todos indignados clamando que en esos países no hay democracia, etc., etc. Pero qué difícil es, en cambio, ver la viga en ojo propio.
Yo no sé tanto de leyes como para saber si tienen razón los políticos de Madrid que afirman que la propuesta es ilegal (el otro día salió el presidente del Tribunal Supremo, creo, diciendo que clarísimamente lo era) o quienes dicen que de eso nada. No lo sé. Yo quiero pensar que no lo es, porque eso significaría que los partidos aún no han secuestrado completamente esta débil simulación de democracia en la que vivimos, y que todavía es posible que la gente diga lo que piensa sin necesidad de tener que contar con la aprobación de la endogámica oligarquía política. Ahora bien, si realmente lo fuera, entonces yo me declararía francamente contrario a la constitución de 1978, y por tanto también a los partidos que la usan como escudo para defender su curioso y particular concepto de la democracia. Lo siento, pero por ahí sí que no paso. Que se pretenda defender como democrática una ley de leyes que impide realizar una simple consulta no vinculante, me parece tan antidemocrático, que no podría ver en ella sino un último legado de la dictadura de Franco. ¿Tanto bombo con nuestra hiperalabada transición para esto? Pues no me vale. Es que vamos, ya sólo falta que quienes se oponen a la consulta de Ibarretxe repitan esa frase que a veces aún oímos decir a veces a algunos de nuestros mayores cuando ven algún desorden en la sociedad causado por el exceso de libertad: "Estas cosas con Franco no pasaban" (a los del PP poco les ha faltado para soltarlo).
Pero claro, ¿qué actitud demócrata podemos pedir a quienes hace poco desautorizaron a sus colegas de Navarra, negándoles una alianza en su parlamento después de haber estado siempre diciendo que respetarían lo que ellos dijeran? Tras haberles tomado el pelo a los propios miembros de su partido y a los electores que depositaron su papeleta por ellos, no vamos a pedirles que estén de acuerdo con Ibarretxe.
Pero para mí, la consulta misma, su contendio, o su resultado, son lo de menos. No me importa excesivamente la pregunta que vaya a hacer Ibarretxe (seguramente será una gilipollez retórica del estilo "¿Cree usted que los ciudadanos de este país deben poder decidir sobre su futuro?"), ni me preocupa mucho lo que le contesten los vascos y las vascas, ni nada de eso. Lo importante, desde mi punto de vista, es que si no se pudiera convocar porque desde Madrid la bloquearan, eso significaría que mañana mismo podrían bloquear cualquier otra consulta sobre otro tema que sí fuese importante y oportuno. Ese es el problema. Que los políticos demuestran continuamente tener miedo de la gente. Lo han demostrado muchas veces y ahora se les vuelve a notar. El miedo, no la ilegalidad, es lo que les mueve a bloquear las consultas.
Recordemos lo que ocurrió con uno de los poquísimos referéndums que se han celebrado en España, el de la constitución europea. Muchos países ni siquiera lo plantearon a los ciudadanos, ante el temor de que la rechazaran, pero otros no se atrevieron a negarle al pueblo el derecho a opinar en un tema tan importante... y así acabó: la gente demostró que no opinaba lo mismo que los políticos y se la tuvieron que comer con patatas. Por eso los políticos odian los referéndums, excepto cuando tienen muy claro que los van a ganar. Y precisamente por eso yo los exijo: porque son el último resquicio que nos queda para que podamos opinar sin pasar por la clase política.
Yo quiero tener una clase política realmente democrática, que no le tenga miedo a la gente, unos políticos que nos preguntasen más a menudo sobre ciertos temas, porque al final es la única manera de que las decisiones importantes se tomen como Dios manda y todo el mundo las acate. Nos podían haber preguntado qué nos parecía la asignatura de educación a la ciudadanía, o si preferíamos la de religión o ninguna de las dos... y no lo hicieron. Nos podían haber preguntado si queremos que el estado siga financiando a la iglesia o no... y no lo hicieron. Nos podrían haber consultado sobre la renovación del CGPJ (hecho gravísimo desde mi punto de vista y en el que una consulta popular no hubiera estado de más)... y no lo hicieron. Nos podían haber consultado si nos parecía bien legalizar los matrimonios de personas del mismo sexo, para que no quedase duda de si realmente era una demanda de la sociedad o no... y no lo hicieron. Nos podían haber preguntado tantas, y tantas cosas... y nunca lo han hecho, desde aquel famoso referéndum de la OTAN. Sólo en esa ocasión y cuando la dinámica de la UE les obligó a convocar el de la constitución europea, nos han preguntado. Que yo recuerde, ni una sola vez más. ¿Y se llevan ahora las manos a la cabeza porque por fin alguien pregunta algo? ¿Y encima con carácter no vinculante, como una simple consulta (una consulta, por el amor de Dios)? Permitidme que alucine. "Es que la pregunta caerá fuera del ámbito constitucional", dicen algunos. Me la pela. Es más: Mejor ejercicio democrático aún, el de ese pueblo que se atreve a replantearse, aunque sólo sea como hipótesis, las normas que él mismo se puso una generación atrás. A fin de cuentas, ¿por qué no? ¿Está prohibido pensar? ¿Está prohibido plantearse (o replantearse) cosas, preguntar, criticar, indagar?
No hace mucho se quería reformar la constitución sólo por la tontería de que si el príncipe iba a tener un hijo o una hija, y la gente tan pancha. De hecho, si la memoria no me falla, los políticos pensaban hacerla por su cuenta, sin referéndum ni nada, no vaya a ocurrir que la gente opine (hombre, por Dios, qué pretende usted, que la gente opine,... a dónde iremos a parar). ¿Y en cambio no se puede ni hacer una puta pregunta que no supone una obligación para nadie? "Es que es lo que marca la ley." Pues vaya mierda de ley, ya estamos tardando en cambiarla. Ah, no, que entonces la gente opina y eso no mola. Claro, ingenuo de mí...
Siempre he tenido la sensación de vivir en una democracia simulada, pero aún mantenía un pequeño resquicio de esperanza hasta hace unos años. Aznar me dio la primera señal de que no hay tal esperanza cuando nos metió en Irak por sus cojones sin que pudiéramos impedirlo de ningún modo, y estos últimos días esa sensación se ha agudizado. He empezado a notar que la oligarquía no está tan lejos de tenernos a todos atados y amordazados. Y eso sí que me preocupa, no Ibarretxe y sus tonterías nacionalistas. Ibarretxe sólo me aburre.
Imagen: http://www.mujeresenred.net
6 comentarios:
Pues mira, yo creo que si fuera del gobierno (y por favor, no metas a Madrid por mucho que el gobierno resida ahí) me gustaría que se hiciera el referendum.
Sería la respuesta a las preguntas que yo me hago. las preguntas que he hecho hoy en mi blog. Porque a lo mejor la respuesta nos iba a sorprender. Porque a lo mejor los vascos hablarían de una vez y las cosas quedarían claras. porque, a lo mejor, sólo a lo mejor ETA acabaría pudriéndose o no.
Yo sí quiero respuestas.
La alusión a Madrid no pretende ser negativa (tengo amigos en Madrid, y este mismo fin de semana voy a pasarlo allí), es simplemente una manera de identificar a los políticos que actúan desde allí con una mentalidad centralista (en este país parece que las cosas se ven diferentes a uno y otro lado del Ebro, como dice Javier Ortiz). Ya que una de las últimas cosas que tienen en común PP y PSOE (y otros partidos) es que sus máximos dirigentes hablan desde allá, lo digo de esa manera. El contendio del artículo no lo dirijo sólo hacia el gobierno, aunque lógicamente son sus declaraciones las que más importan.
¿Pos sabes que te digo? Que paso mil de opinar. Asi de claro.
Enderrepente me he vuelto tan apolitica como otros muchos que dicen que no quieren saber nada de politica y les falta tiempo para publicar entradas de ese tema...
Por cierto, una entrada mas larga y te dan un premio. :-P
Ale, a seguir sin pùblicar nada politico, que como dicen por ahi...ya Güele. xDDD
Yo nunca he dicho que no quisiera opinar de política. Si no, no tendría un grupo de entradas dedicada a eso. Simplemente intento pasar del habitual "cruce de acusaciones" que se lanzan los partidos mayoritarios o de temas nacionalistas (aunque lo parezca, esta entrada no trata de eso). Pero si nos joden con medidas absurdas sobre la vivienda o se intenta prohibir un acto tan fundamental como una consulta, por supuesto que digo algo. Y lo seguiré haciendo, aunque algunos lo encuentren algo largo.
Eh, eh, eh, que a mi me da igual lo largo o lo corto de la entrada...a estas alturas con estas cosas...a mi! vaaamossss...
Si si, tu opina y publica lo que quieras, yo no soy Maria Teresa Fdez. de la Vega, Pepe Blanco o el Presidente Rodríguez Zapatero para prohibirte nada.
Aunque como sugerencia...estaria buen que hablases de "lo otros" y de las demas cosas de Spock...digooo...ese hombre...xDDDDD
Ya sabes que mi opinión de la clase política no es muy elevada. No cambiarán nada que les pueda mover sus sillas. Y los referéndums los carga el diablo, como bien apuntas en los celebrados en Francia y Holanda a razón de la tristemente fenecida Constitución Europea.
Pero estoy de acuerdo en que la ley se debe cumplir. Si es mala, cambiémosla, pero no la podemos saltar a la torera.
Sin duda el resultado de el(los) referéndum(s) sería muy interesante, y aplacaría muchas veleidades actuales. Precisamente por eso no se hará, ni se cambiará la Ley. En el fondo a todos les va bien que siga como está.
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