domingo, 4 de mayo de 2008

Que no te tanteen

Hombres y mujeres tenemos que hacer a menudo un gran esfuerzo para comprendernos y soportarnos. Desgraciadamente, algunas de las manías propias de cada sexo hacen que el contrario tenga que desplegar sus mejores cualidades para que la situación no desemboque en una gran enemistad. Yo, como casi todo el mundo, hay detalles de las mujeres que soporto con enorme paciencia, otros para los que ya no tengo tanta, y otros para los que no tengo (y a menudo tampoco quiero tener) la más mínima. Hoy voy a hablar del que se lleva la palma en el último caso: el tanteo.

¿En qué consiste el tanteo? Muy sencillo: Todos hemos vivido situaciones de esas en las que le dices a una mujer "Vamos a hacer A", y ella te responde "no, mejor hagamos B". Bien, hasta aquí nada especial. Se puede discrepar y cada cual puede defender lo que quiere hacer. Ocurre sin embargo que muchas veces, por amor a ellas, en nuestro eterno empeño por tenerlas contentas, o porque somos unos perezosos y no queremos discutir, o simplemente porque nos da igual, acabamos diciendo "de acuerdo, hagamos B". Bien, hasta aquí tampoco hay nada de especial; a fin de cuentas uno de los dos tenía que acabar cediendo.

Pero ahora viene la parte interesante. Resulta que de pronto, ante nuestra mirada atónita, ella suelta un "no, mira, creo que mejor hacemos A porque tal y porque cual". Bien, aunque la actitud resulte extraña (¿a qué viene cambiar ahora que te habías salido con la tuya?), en principio no debería haber problema, ya que a fin de cuentas era la opción que defendíamos. Lo único que nos mosquea y nos empieza a resultar sospechoso es que el porque tal y porque cual suele incluir alguna expresión del estilo "así te quedas tú contento" o "prefiero que decidas tú". Más que nada porque si taaaan desinteresada es la moza y taaanto se preocupa por tenernos contentos, ¿para qué nos lleva la contraria al principio?

En fin, da igual, nosotros seguimos en nuestro empeño de tenerla contenta y sobre todo en no discutir, así que respondemos "Bien, pues hagamos A", a lo cual ella responde entonces "ostras, pero lo que pasa es que claro, si hiciéramos B sería mejor por ésto y por lo otro". Aquí ya comenzamos a oler a chamusquina. Con la boca abierta y sin parpadear, nos esforzamos por intentar comprender la explicación de tan extraño comportamiento. Volvemos a cambiar entonces de opinión y aceptamos B, pero ella vuelve entonces a la A, y así va alternando hasta que, normalmente, el hombre, desesperado y con las manos en la cabeza, exclama "cariño por favor, di qué quieres que hagamos, hacemos lo que tú digas, de verdad, pero dime qué es lo que quieres". En otros casos, si el hombre es más irascible, puede acabar en pelea. De hecho, a mí estas situaciones me ponen de los nervios y he hechado más de una bronca por culpa de que me tanteen. Es probablemente lo que menos perdono a una mujer. No me importa que me ponga los cuernos, pero que no se le ocurra tantearme porque la liamos.

¿A qué viene este vaivén de voluntades? ¿Para qué nos marean de esta manera? Pues bien, he aquí la explicación:

Una de las características del sexo femenino es la de querer manejar nuestra voluntad mediante artilugios y sutilezas, puesto que en la fuerza física normalmente no pueden. Pero claro, para tener confianza en sus propios métodos, necesitan tantearnos de vez en cuando para comprobar hasta qué punto somos maleables. No es una prueba que se realice conscientemente, al menos en la mayoría de los casos; simplemente viene de serie con el carácter de la mujer; es algo que hacen instintivamente. Esta prueba periódica es el tanteo, y consiste justamente en lo que he descrito más arriba. El número de cambios que el hombre acepta antes de llegar al punto de desesperación, marca hasta qué punto es dominable:
  1. Ningún cambio: Cabezota, con el que es imposible hablar. Probablemente ella decidirá que no vale la pena seguir con alguien así, a menos que sea una sumisa convencida.
  2. Un cambio: Este es el nivel preferible. Eres un caballero que le cede la prioridad para tenerla contenta, pero no dejas que te lleven de un lado a otro como a un péndulo.
  3. Dos cambios: Vago. No tiene ganas de discutir, y cuando ve que la discusión no va a acabar nunca se rinde sólo para que le dejen en paz.
  4. Más de dos cambios: Calzonazos. Su voluntad está totalmente sometida. A las mujeres les divierte este tipo de hombre, aunque al final se acaban cansando que sólo sea un títere y prefieren al 1 o al 2.
Y hasta aquí la lección de hoy, amiguitos. La moraleja es: No dejes que te tanteen, una cosa es ser un caballero y otra un gilipollas.

He de puntualizar que en la lucha de ambos sexos por comprenderse y convivir, el esfuerzo es mútuo y este artículo que escribo no pretende meterse con las mujeres sin más: seguro que hay muchas cosas que ellas tienen que soportar de nosotros con idéntico espíritu de sacrificio. Simplemente quería comentar una situación habitual y que recientemente he tenido que vivir.

Imagen: http://www.syntagmamedia.com/category/credit-crunch/

2 comentarios:

Thimbler dijo...

Pero hay tias que hacen eso?? Dios mio, parece que lo lleven apuntado en una chuleta... xDDD

No se, a mi la gente tan calculadora me da cosica. Se supone que si dos personas son ya adultas, se puede decidir que hacer perfectamente sin necesidad de hacer este tanteo absurdo que tu planteas. Resulta hasta ridículo.

Johnny Tastavins dijo...

:-)

¿Cómo era aquello? Si una mujer dice que sí quiere decir que no, pero si dice que no quiere decir tal vez ...

Bueno, imposible entenderlas, pero ni con ellas ni sin ellas.

Como diría alguno, el mundo es "asín".