miércoles, 24 de septiembre de 2008

El crepúsculo de los ídolos

El año que estamos viviendo no es un año cualquiera. Probablemente no sea un momento histórico menos importante que cualquiera de los que vivieron nuestros padres o abuelos. Yo lo compararía especialmente con la revolución rusa de 1917, que fue la que de algún modo dio comienzo a la expansión del comunismo en el mundo (el comunismo existía desde mucho antes, pero aquella fue la primera puesta en práctica importante). En aquella fecha, igual que en esta, el mundo vio que había vivido en una gran mentira, que era posible hacer las cosas de otra manera, que habían otros sistemas sociales.

Aunque se nos hable mucho de cifras, la crisis actual tiene más importancia por ser una crisis psicológica e ideológica que por ser una crisis económica. La economía siempre sufre crisis periódicas, eso no es nada nuevo. Además, con el esfuerzo que están poniendo determinados gobiernos y bancos centrales, sus efectos parece que se van a atenuar bastante. La auténtica crisis es la de la confianza en el sistema. Desde la caída del bloque comunista a principios de los 90, el mundo había vivido en una especie de "balsa ideológica", caracterizada por el pensamiento único de que la economía capitalista/liberal/globalizada era la panacea, el fin de la evolución. Más allá de ella no había nada, incluso se tachaba de loco a cualquiera que se atreviese a dudar de su verdad absoluta. Los líderes rebeldes, como Evo Morales, eran poco más que unos locos ignorantes que no sabían lo que hacían. Las tímidas críticas al liberalismo, vertidas desde algún sindicato o algún diminuto partido de lo que antes eran "las izquierdas", se veían como los últimos coletazos de una mentalidad rebelde venida a menos y carente de argumentos.

Ahora, la actual crisis, y sobre todo la reacción de las administraciones, se han convertido en el argumento. De pronto, los defensores del capitalismo de los últimos años han enmudecido, y la confianza en "el sistema" se ha perdido, no sé si para siempre, pero sí para una buena temporada.

He leído y escuchado por ahí algunos comentarios preguntando qué había hecho el FMI durante todos estos días. También algunos se han preguntado lo mismo acerca de los sindicatos. Yo extendería esta pregunta a prácticamente todas las instituciones más o menos relacionadas con la economía: Banco Mundial, ONU, gobiernos, partidos políticos... En España, por ejemplo, se critica mucho la inactividad del gobierno, pero ¿acaso alguien, desde el partido que fuese, había prevenido de esta crisis? ¿Alguien ha aportado ideas realmente importantes para solucionarla? De pronto es como si todas las instituciones hubiesen enmudecido. En FMI, el BM y muchos de los grandes bancos occidentales, tan acostumbrados a ir por la vida dando consejos a todo el mundo sobre cómo tenían que gestionar su economía, ahora tienen que callarse la boca, porque, como muy bien ha señalado el presidente Lula últimamente, han perdido toda la credibilidad. ¿Quién puede escuchar a unos "expertos" que han sido incapaces de predecir una crisis de estas dimensiones y que tampoco son capaces de ofrecer soluciones?

Todo esto acaba llevando, inevitablemente, a una crisis de confianza; pero no a una crisis de confianza en una determinada institución, un determinado partido, un determinado líder, sino una crisis de confianza global, una desconfianza en el sistema mismo, con todas sus instituciones, sus organizaciones y sus presuntos "expertos". Las pocas medidas adoptadas para "remediarla" aún siembran más desconfianza. No sé si son buenas o malas, pero hacer lo contrario de lo que durante 18 años se ha defendido como doctrina económica indiscutible, no es precisamente la mejor manera de que la gente tenga fe en el sistema.

Por contra, los líderes de países como China, Venezuela, Cuba, Bolivia o Ecuador podrían perfectamente sacar pecho y burlarse de la prepotencia liberal, como ha hecho Lula. A lo que asistimos, en definitiva, es al fin de una época, al fin de una mentalidad. 2008 será una fecha recordada en los libros de Historia, pero no porque se perdiesen cien mil millones o un billón de dólares, sino porque, como 1789, como 1898, como 1492, como 1945, es un año de esos en los que uno tiene la sensación de que ya nada volverá a ser igual. La gran pregunta que yo me hago (y supongo que muchos se la hacen también) es: ¿Qué ocurrirá ahora? ¿Hacia dónde nos dirigiremos? Vale, supongamos que en unos meses la situación más o menos se estabiliza. ¿Qué tipo de doctrina económica se pretenderá defender cuando se plantee un dilema sobre la actuación de los gobiernos sobre el mercado? No lo sé, pero lo que está claro es que ya nadie mirará la economía con los mismos ojos que en estos últimos 18 años. De pronto se le han visto las garras al lobo, y tras las bonitas equitetas de "liberal" o "globalización" ha aparecido el entramado económico-político de unos empresarios demasiado poderosos y unos políticos demasiado ligados a los primeros y demasiado atados por las circunstancias. Todo el sistema financiero se nos muestra ahora como una gran estafa, y la bolsa como un simple casino. Los gobiernos son, de pronto, una oligarquía que recauda nuestro dinero para ayudar a ese entramado cuando le hace falta, no para ayudarnos a nosotros, que somos a quienes debería cuidar; y todo el sistema económico mundial no parece distar mucho del que se tenía en la época del feudalismo, cuando unos pocos grandes señores dominaban todo, y la mayor parte de la población estaba simplemente a su servicio, e incluso los reyes tenían que doblegarse a sus voluntades.

Los dioses a los que muchos adoraban, se nos muestran ahora como simples ídolos, y no parece haber otra religión a la que seguir. ¿A quién rezaremos ahora?

Pero estamos sólo en los primeros metros de ese camino hacia una nueva época. Simplemente estamos despertando del sueño (aunque algunos la verdad es que nunca llegamos a creer mucho en él), y todavía quedan cosas por descubrir y acontencimientos ante los que asustarse o alegrarse. Veremos qué nos deparan los próximos años.

Imagen: http://cgredan.blogspot.com/2008/01/la-estatua-de-la-libertad-como-icono.html

3 comentarios:

Johnny Tastavins dijo...

Pues andaremos hacia otro equilibrio inestable, propiciado posiblemente por economías pujantes que ahora vemos como de juguete pero que en breve van a coger el relevo con fuerza.

Hoy decía el Ministro de Finanzas alemán que EEUU pagará caro este episodio, y nunca más volverá a ser lo mismo, ni tan grande ni tan líder.

Efectivamente estoy de acuerdo contigo que casi con seguridad, los libros de historia dentro de 50 años hablarán del crack de septiembre de 2008 como una inflexión a partir de la que el mundo cambió.

Espero que a positivo.

Anónimo dijo...

Esta breve obra es una gran declaración de guerra; y en lo que se refiere al examen profundo de ídolos, en esta ocasión no se trata de ídolos de nuestro tiempo, sino que los que aquí son tocados por el martillo, como si fuera un diapasón, son ídolos eternos; no hay otros ídolos más antiguos, más aceptados, más llenos de aire que éstos. Tampoco los hay más huecos; lo que no es óbice para que sean aquellos en los que más se cree.

Friedrich Nietzsche.

En este tema yo lamento ser bastante más pesimista de lo que debiera; realmente no creo que cambie el sistema en exceso, una simple piedra en la apisonadora, ni que la gente, en gran proporción, vaya a cuestionarse nada.

Para mí y alguno más, supongo, es obvio que el sistema actual no puede funcionar para todo el planeta y, sin llegar a ponerme dramático, que una revolución tendrá que llegar, antes o después, también es algo seguro.

Pero, ¿por qué no creo que realmente esto suponga un punto de inflexión (y espero equivocarme)?

Primero, por lo que ya comentamos unos post más atrás: se desconoce que haya más alternativas al sistema. Y segundo punto: debido, en mi opinión, a que los políticos perpetúan este modelo porque es el único en el que pueden hacer creer que responden por los intereses del pueblo, entrando en el punto número uno.

El espíritu crítico brilla por su ausencia y parece que únicamente respondemos ante una polarización entre bien y mal, rojo y azul, izquierda y derecha, bla, bla, términos excluyentes en los que clasificamos a una persona en uno de esos dos extremos. Y esto no responde más que, nuevamente en mi opinión y sin querer dar una imagen de exaltado-puño-en-alto, a la potente maquinaria que hay detrás de los de arriba, anulando nuestra capacidad de decidir por nosotros mismos.

No conozco muchas personas que hayan dicho en estos días 'el capitalismo tiene fecha de caducidad' (también es cierto que suelo moverme con muchos -termino periodístico - antisistema entre mis amistades), pero sí que he tenido que oír comentarios sobre 'la culpa es de ZP', 'la culpa es de Rajoy', 'la culpa es de...' cuando es algo que nos hubiese salpicado, en mayor o menor medida, estando cualquier persona en el gobierno.

monsieur le six dijo...

Evidentemente, si nos guiamos por los medios de comunicación españoles, las cosas no van a cambiar; pero es que ni ahora ni nunca. Vivimos en el país de "la culpa es tuya", dicho desde ambos lados de las "dos españas". Pero es que nosotros nunca hemos sido ni somos un referente; nuestra mentalidad pueblerina, anclada en rencillas locales, es incapaz de ver los problemas reales del mundo.

A nivel internacional, creo que sí hay voces críticas. Minoritarias, lógicamente, pero existen. En la red abundan, y no hay más que visitar foros, o bien páginas de noticias con comentarios a lo Meneame o Digg para ver que hay mucha gente concienciada de la necesidad de cambio. La pena es que sus voces quedan ahogadas por el ruido de la televisión, que aún tiene más audiencia aunque vaya perdiendo año tras año. Pero incluso en alguna cadena o en algún periódico ya se empiezan a escuchar voces que se cuestionan lo mismo que menciono yo en el artículo.

Sobre las alternativas, yo creo que más que no haber es que se tiene miedo de aplicarlas. Al propio Bush le han llamado "antiamericano" desde su partido tras la propuesta masiva de nacionalización de estos días. Para que veamos cómo está el patio. Pero que unos retrógrados te llamen "antiamericano", "reaccionario", "loco" y muchas otras cosas no es impedimento para que uno quiera cambiar algo. Incluso los líderes sudamericanos, antes timoratos, se atreven a decir las verdades, como Lula con esas declaraciones sobre los bancos, o Bachelet con el chiste sobre las embajadas americanas... Ya no hablemos de Chávez o Morales, claro. Sí que hay personas que intentan cambiar algo, pero lógicamente es complicado, y mientras sean líderes de países tan atrasados como Bolivia, tienen poco peso. Haría falta alguien con iniciativa en la UE, por ejemplo, pero el único que la tiene, Sarkozy, se dedica a dar la nota con medidas de lo más variopinto y de corte más bien autoritario y liberal. Sólo con que Sarkozy hubiera sido alguien con ideas más sociales, ya tendríamos la chispa que movería todo.