jueves, 9 de abril de 2009

Los no-internautas

La red está que echa humo con la noticia del reciente nombramiento de Ángeles González-Sinde como nueva ministra de cultura, que sustituye a César Antonio Molina, cuyo paso por el ministerio no es que pueda calificarse de exitoso precisamente. Al poco rato se han disparado las alarmas de muchos al recordar que el pasado de la ministra no augura una postura muy abierta con la nueva manera de tratar los contenidos de la red, y concretamente con el P2P. Por ello incluso se ha creado un grupo en Facebook contra su nombramiento, al que se han apuntado miles de personas en pocas horas.

Para calmar un poco los ánimos, y siguiendo el guión de la política moderna (en la que hay que aparentar que respetas y entiendes a quienes no piensan como tú, aunque ni les entiendas ni les respetes), la ministra se ha apresurado a aclarar que defiende el diálogo con los internautas. Supongo que habrá que darle unos días de crédito, si bien en la reciente ceremonia de los Goya (de la que alguna vez ya he hablado ligeramente en este mismo blog) no se mostró precisamente muy receptiva que digamos.

Pero lo que me ha llamado la atención es el uso del concepto internauta como si se tratase de una clase especial de persona. Por mucho que la propia ministra haya dicho que "hoy en día todos somos internautas", parece que sigue habiendo una especie de división de la sociedad. Por un lado están los internautas, que supongo que se ven por parte de algunos como una especie de frikis que están todo el día delante de un PC. Ahora bien, para que la sociedad se divida en dos, es necesario que exista también la otra parte, es decir, los no-internautas. ¿Y qué es un no-internauta? Ya de entrada me preguntaría yo si eso existe ahora mismo entre las personas menores de 30 años y una buena parte de las que pasan de esta edad; porque vamos a ver: interactuar con el entorno en la sociedad del 2009 sin recurrir, auque sea de vez en cuando, a Internet, es poco menos que imposible. Lógicamente hay niveles, desde el que tiene cuenta en todas las redes sociales, dedica horas a chatear y no para de bajar contenidos con programas P2P, hasta el que sólo entra para mirar el correo y de vez en cuando realizar una consulta o mirar una dirección en Google Maps. Pero entra. Y de alguna manera es internauta, como el resto. Quizás, en lugar de haberse descargado 40 GB de mp3 en los últimos dos años, se haya limitado a ver unos cuantos videos por YouTube, pero los ha visto.

Sinceramente, salvo las personas de más edad y con pocas ganas de ponerse a estas alturas a aprender como funcionan esos misteriosos cacharros llamados ordenadores, el resto de la sociedad difícilmente pueda ser estrictamente no-internauta. Sin embargo, existe una diferenciación entre quienes usan internet, que sí nos podría dejar más claro lo que es un no-internauta, porque lo que hay no es un grupo que use Internet y otro que no, lo que hay es un grupo que entiende Internet y otro que no la entiende. Estos últimos son los no-internautas; personas que, sí, tienen cuentas de correo, navegan de vez en cuando, e incluso se pasan por YouTube o por Facebook, pero para las cuales Internet es, como la TV, la radio o los periódicos, una herramienta que una serie de empresas te proporcionan, a cambio de un precio o de mostrarte publicidad. Algo así como una TV con millones de canales. Y he aquí el error.

Internet plantea una nueva mentalidad. No es sólo una herramienta más o menos útil para consultar la cartelera el domingo por la tarde o para leer la edición on-line de El País. Supone una democratización de la cultura y del saber de la humanidad, una plataforma en la que los que deciden no son un pequeño grupo de oligarcas (políticos, directores generales de grandes empresas...) sino los ciudadanos. En este contexto, la compartición de archivos P2P es la gran demostración de que para que se difundan con éxito contenidos no hace falta ninguna gran empresa que mantenga potentes servidores, basta con que los propios usuarios compartan lo que tienen en sus discos. Los blogs y los foros, por su parte, contribuyen a que la gente comparta sus ideas y dialogue, como nunca antes podía haberse imaginado.

Lógicamente, este nuevo mundo resulta atractivo para todos... excepto para algunos. ¿Y quienes son esos "algunos"? Pues básicamente aquellos que manajeban el cotarro antes. Evidentemente, a los grandes medios de comunicación, acostumbrados a dirigir la opinión pública en un sentido u otro, no les puede hacer mucha gracia que la gente se informe en la red, contrastando otros puntos de vista y atreviéndose a poner en duda los de los medios "oficiales". Lo mismo ocurre con las grandes compañías discográficas y cinematográficas, acostumbradas a crear estrellas a base de publicidad en los medios y a cobrar un dineral por un mísero CD, y que ahora ven cómo la gente comparte libremente y descubre nuevos artistas aparte de los que ellos promocionan. A éstos, sumémosles aquellos que por simple ignorancia, se tragan esas historias de que Internet es un nido de pederastas, terroristas, crackers y gente de mal vivir. No lo es, por mucho que insistan.

Pues bien, todos estos tipos de personas forman ese curioso colectivo de los no-internautas. Supongo que ellos son los que se sentarán a esa mesa de negociaciones que, por lo visto, la ministra quiere formar junto a los internautas (que no somos más que las personas que entendemos de qué va esto) y ella misma. De producirse tal diálogo (del que me permito dudar) será algo así como la confrontación entre el pasado y el presente, entre los que quieren seguir viviendo de rentas y los que no queremos que nos estafen, entre los que sólo llaman cultura a lo que les da dinero y quienes llamamos cultura a algo que es previo a todo ese dinero. Veremos qué pasa después de Semana Santa.

Imagen: http://trajesdenovia.blogspot.com/2007/10/novios-norteamericanos-finales-del.html

1 comentario:

Johnny Tastavins dijo...

Buena argumentación. Entiendo que la Ministra formará parte de los no-internautas. Esto no es más que otro episodio en que el poder trata de proteger los intereses de ciertos lobbies que han perdido, no la capacidad de influir, sino la de robar al gran público. Me hago cruces cuando recuerdo que me cobraban 25 € por un CD de música, cuando el mismo disco en vinilo costaba 15 € con la excusa de que el CD era más caro. El contenido era el mismo, o sea me cobraban 10 € (más lo que costara un vinilo) por el CD que hoy compro casi regalado. Poca vergüenza tenían y siguen teniendo.

Por desgracia trato a veces con la Administración, nunca a nivel de Ministros pero si de Directores Generales y cargos de similar pelaje. Las comisiones que montan son un simple escaparate para decir, con ese "madrileñismo" que cada día odio más : "¿Veis como dialogamos con los sectores implicados?". Montan reuniones horizontales iancabables y luego cierran la Comisión, se pasan las conclusiones por el Arco del Triunfo y hacen lo que les da la gana.

En este caso entiendo que Sinde va perdida y meterá la pata en un garbanzal difícil de despejar. Internet es más grande y más amplio que el mar, y ahí no se pueden poner puertas. Francia, la grande, se acaba de cargar un decreto que todo el mundo daba por aprobado.

Recuerda, murió Napster y apareció edonkey, y luego emule, y luego los torrents, y luego ... No van a poder, seguro que no.