Ayer por la noche, la victoria del Barça en la final de la Copa de Europa hizo que por los alrededores de donde vivo se escuchasen petardos y gritos de alegría, y que en Canaletes, como de costumbre, se juntasen miles de seguidores a celebrarlo. Pero esta vez el fútbol aparecía en medio de un ambiente social enrarecido por las movilizaciones que comenzaron el 15-M, y que el viernes llegaron a uno de sus puntos culminantes con la lamentable e irresponsable carga de los mossos d'esquadra.
Siempre he creído que el cambio de la sociedad no es tanto una cuestión revolucionaria de un pequeño grupo, ni una cuestión que deba resolverse por la fuerza, sino más bien un reto educativo. La gente lleva décadas acostumbrada a una manera de pensar (o más bien de no pensar), a una manera de vivir, a una manera de asimilar la información, completamente equivocada. Uno había ya perdido la esperanza de que las personas tuvieran aún la capacidad de interpretar la realidad de una manera crítica, de poner en duda todas esas cosas que desde nuestra clase política y desde nuestros medios de comunicación, se nos dice continuamente que no deben ponerse en duda.
Pero los hechos de las últimas dos semanas nos hacen ver que sí hay esperanza. Los miles de personas reunidas en toda España para hablar, para intercambiar opiniones, para mostrar su repulsa a un sistema anquilosado, ha llegado a ser casi mayor que la del fútbol, y desde luego, mucho más pacífica. Vergonzoso resultó ayer comprobar cómo la policía llegó a tener algunos problemas con los culés que fueron a las Ramblas, mientras que el día anterior habían estado atacando una concentración que ha demostrado sobradamente que es pacífica. Pero desde los medios se sigue alentando la pasión por el fútbol, mientras que sobre las concentraciones se intenta hablar lo mínimo, y sólo cuando la noticia es inevitable.
Aún queda mucho por andar. Las victorias del Barça o del Madrid aún hacen más ruido que la lucha por la libertad. Los medios hacen especiales de horas para un solo partido de fútbol, mientras dedican apenas unos minutos a las reivindicaciones de los ciudadanos. Se hacen preguntas de todo tipo a los entrenadores y futbolistas, mientras al conseller Puig apenas se atreven a importunarle con alguna pregunta comprometida. Hay mucho por andar, somos como un niño que comienza a dar sus primeros pasos, pero lo que se ha conseguido ya es muy grande. Y no es cosa de unos cuantos líderes revolucionarios, sino es cada uno de nosotros quien tiene la responsabilidad de difundir el mensaje en su entorno, y de poner su granito de arena para que quienes ya creen en esto, se sientan menos solos.
Imagen: http://39le-videoblogginseducativos.blogspot.com/p/la-educacion-ayer-y-hoy_05.html
Siempre he creído que el cambio de la sociedad no es tanto una cuestión revolucionaria de un pequeño grupo, ni una cuestión que deba resolverse por la fuerza, sino más bien un reto educativo. La gente lleva décadas acostumbrada a una manera de pensar (o más bien de no pensar), a una manera de vivir, a una manera de asimilar la información, completamente equivocada. Uno había ya perdido la esperanza de que las personas tuvieran aún la capacidad de interpretar la realidad de una manera crítica, de poner en duda todas esas cosas que desde nuestra clase política y desde nuestros medios de comunicación, se nos dice continuamente que no deben ponerse en duda.
Pero los hechos de las últimas dos semanas nos hacen ver que sí hay esperanza. Los miles de personas reunidas en toda España para hablar, para intercambiar opiniones, para mostrar su repulsa a un sistema anquilosado, ha llegado a ser casi mayor que la del fútbol, y desde luego, mucho más pacífica. Vergonzoso resultó ayer comprobar cómo la policía llegó a tener algunos problemas con los culés que fueron a las Ramblas, mientras que el día anterior habían estado atacando una concentración que ha demostrado sobradamente que es pacífica. Pero desde los medios se sigue alentando la pasión por el fútbol, mientras que sobre las concentraciones se intenta hablar lo mínimo, y sólo cuando la noticia es inevitable.
Aún queda mucho por andar. Las victorias del Barça o del Madrid aún hacen más ruido que la lucha por la libertad. Los medios hacen especiales de horas para un solo partido de fútbol, mientras dedican apenas unos minutos a las reivindicaciones de los ciudadanos. Se hacen preguntas de todo tipo a los entrenadores y futbolistas, mientras al conseller Puig apenas se atreven a importunarle con alguna pregunta comprometida. Hay mucho por andar, somos como un niño que comienza a dar sus primeros pasos, pero lo que se ha conseguido ya es muy grande. Y no es cosa de unos cuantos líderes revolucionarios, sino es cada uno de nosotros quien tiene la responsabilidad de difundir el mensaje en su entorno, y de poner su granito de arena para que quienes ya creen en esto, se sientan menos solos.
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