Creemos a veces que las épocas de injusticias y atentados contra la libertad pasó ya a la historia o se limita a países alejados como China o Irán. Creemos que este sistema en el que nos movemos acabaría moviendo los resortes adecuados para que las injusticias se pagasen caras, y de alguna manera confiamos en que hemos alcanzado una sociedad madura, libre y justa, al menos hasta un nivel aceptable.
Pero a veces algunos acontecimientos nos despiertan de nuestro feliz sueño y nos recuerdan que de eso nada, que la libertad es algo por lo que hay que luchar día a día, porque son muchos los que están dispuestos a limitarla, y muchos de ellos son muy poderosos.
Sin ir más lejos, en esta España presuntamente democrática y justa, ese país donde los políticos tienen siempre en la boca la expresión "el estado de derecho", tenemos que contemplar fenómenos tan vergonzosos como la denuncia de la SGAE contra Julio Alonso. Fijémonos en lo grave del hecho: Una persona se limita a informar sobre un fenomeno como el "google bombing" y resulta que una entidad, que no sólo no forma parte del poder judicial, sino que ni siquiera forma parte de la administración o de los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, tiene la capacidad de demandarle, como si hubiera cometido un delito grandísimo. ¿Y todo por qué? Porque les molesta que los miles de ciudadanos indignados (justamente, pienso) con ellos usen esto para llenar la red de descalificaciones sobre su organización. Descalificaciones que, en mi modesta opinión, tienen más que merecidas, sobre todo porque ellos no se ahorran insultos cuando nos llaman piratas, ladrones, etc. Pero lo alucinante del caso es que Julio Alonso no les ha insultado, simplemente ha comentado la situación. Una medida, por tanto, propia del fascismo.
Otro ejemplo no menos alucinante es el que ha ocurrido recientemente en Polonia. Este país, y su neoconservadurismo de tipo fascista, no deja de sorprendernos desde hace unos meses, pero la última aberración de los polacos ya alcanza cotas inadmisibles para un país que pertenece a la Unión Europea. Se trata de la llamada ley de excepción moral. Consiste en algo tan ilegal, fascista e inadminisble como impedir a los ciudadanos recurrir al tribunal europeo de Luxemburgo cuando en su país se les condene por "violar la moral pública y la integridad física y familiar". Ajá: o sea, me invento una ley que sé que en Europa jamás sería admitida y que hará que el tribunal que hay por encima mío dé la razón al demandado, y como no me da la gana que Europa sea un "estado de derecho", pues impido a mi ciudadano recurrir a ese tribunal y listo. Vamos, más o menos como cuando Estados Unidos impide que sus soldados sean juzgados por el tribunal penal de La Haya, es decir, que son algo así como unos enviados de Dios que están más allá del bien y del mal, más allá del alcance de la justicia. Yo me lo guiso y yo me lo como.
Los felices ciudadanos que creemos vivir en paz, libertad y democracia haríamos muy bien en andarnos con cuidado. En el fondo, Torquemada sigue ahí, a la vuelta de la esquina, solo que ahora está disfrazado de político con traje y corbata, o dirige quizás alguna entidad de gestión...
Pero a veces algunos acontecimientos nos despiertan de nuestro feliz sueño y nos recuerdan que de eso nada, que la libertad es algo por lo que hay que luchar día a día, porque son muchos los que están dispuestos a limitarla, y muchos de ellos son muy poderosos.
Sin ir más lejos, en esta España presuntamente democrática y justa, ese país donde los políticos tienen siempre en la boca la expresión "el estado de derecho", tenemos que contemplar fenómenos tan vergonzosos como la denuncia de la SGAE contra Julio Alonso. Fijémonos en lo grave del hecho: Una persona se limita a informar sobre un fenomeno como el "google bombing" y resulta que una entidad, que no sólo no forma parte del poder judicial, sino que ni siquiera forma parte de la administración o de los cuerpos y fuerzas de seguridad del estado, tiene la capacidad de demandarle, como si hubiera cometido un delito grandísimo. ¿Y todo por qué? Porque les molesta que los miles de ciudadanos indignados (justamente, pienso) con ellos usen esto para llenar la red de descalificaciones sobre su organización. Descalificaciones que, en mi modesta opinión, tienen más que merecidas, sobre todo porque ellos no se ahorran insultos cuando nos llaman piratas, ladrones, etc. Pero lo alucinante del caso es que Julio Alonso no les ha insultado, simplemente ha comentado la situación. Una medida, por tanto, propia del fascismo.
Otro ejemplo no menos alucinante es el que ha ocurrido recientemente en Polonia. Este país, y su neoconservadurismo de tipo fascista, no deja de sorprendernos desde hace unos meses, pero la última aberración de los polacos ya alcanza cotas inadmisibles para un país que pertenece a la Unión Europea. Se trata de la llamada ley de excepción moral. Consiste en algo tan ilegal, fascista e inadminisble como impedir a los ciudadanos recurrir al tribunal europeo de Luxemburgo cuando en su país se les condene por "violar la moral pública y la integridad física y familiar". Ajá: o sea, me invento una ley que sé que en Europa jamás sería admitida y que hará que el tribunal que hay por encima mío dé la razón al demandado, y como no me da la gana que Europa sea un "estado de derecho", pues impido a mi ciudadano recurrir a ese tribunal y listo. Vamos, más o menos como cuando Estados Unidos impide que sus soldados sean juzgados por el tribunal penal de La Haya, es decir, que son algo así como unos enviados de Dios que están más allá del bien y del mal, más allá del alcance de la justicia. Yo me lo guiso y yo me lo como.
Los felices ciudadanos que creemos vivir en paz, libertad y democracia haríamos muy bien en andarnos con cuidado. En el fondo, Torquemada sigue ahí, a la vuelta de la esquina, solo que ahora está disfrazado de político con traje y corbata, o dirige quizás alguna entidad de gestión...
1 comentario:
El legendario Pedro Pacheco estuvo a punto de purgar con la cárcel su famosa frase lapidaria "La justicia es un cachondeo". Pero es que España es "asín". Muchas veces caes en manos de jueces suplentes recién salidos de derecho (a saber dónde anda el titular) que dictan sentencias complicadas sin fundamento ni conocimiento.
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