
Sinceramente, no comparto esta costumbre. Creo que es un gasto desmesurado en un país en el que todo el mundo se queja amargamente del euribor y de lo caro que se ha puesto el pescado o el pan. Una cosa es que los niños tengan cada invierno unos juguetes nuevos con los que entretenerse hasta las siguientes navidades y otra muy diferente gastarse hasta del orden de centenares de euros en regalos. Pensemos qué pasa si tenemos muchos hermanos, viven nuestros abuelos, etc. Pueden ser miles de euros los que nos hagan falta para quedar bien con todos; y esto se suma a los gastos de comida (ya de por sí cara), al gasto de la fiesta de fin de año, y por supuesto a los juguetes de los niños. El paraíso para los comerciantes, sin duda, pero el infierno para quienes van algo justos de dinero. ¿No era la Navidad un momento de celebración cristiana, o quizás es en realidad un periodo comercial, como las rebajas? ¿Qué ha quedado de aquel humilde pesebre, en el que un pobre carpintero y su mujer intentaban que un recién nacido estuviera caliente refugiándose junto a un buey y una mula? Sólo ha quedado el oro del rey Melchor; el resto, a nadie le interesa.
Imagen: http://www.endoinfo.info
1 comentario:
Si al menos este consumo desenfrenado nos hiciera más felices pero ni eso.
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