Cuando yo era pequeño, recibía cada Navidad, como la mayoría de los niños, algunos regalos para reyes o para "Papá Noel". Unas veces eran más modestos, otras más caros, pero bueno, algo caía. Por lo demás, los mayores se limitaban a comer turrón y cantar villancicos, pero no había regalos para ellos. Desde hace unos años, sin embargo, mi familia ha adoptado la costumbre (bastante extendida, por lo visto) de hacer regalos a todos los familiares directos en estas fechas. Pero ojo, regalos de los de verdad, nada de "una tontería, un detallito", no, no, cosas de esas en las que igual te dejas 200 ó 300 euros; y es que en la España del siglo XXI, más desarrollada económicamente que la de hace unos años, uno no puede quedarse a medias, si haces regalos tienen que ser cosas caras, porque si no parece que seas un tacaño.
Sinceramente, no comparto esta costumbre. Creo que es un gasto desmesurado en un país en el que todo el mundo se queja amargamente del euribor y de lo caro que se ha puesto el pescado o el pan. Una cosa es que los niños tengan cada invierno unos juguetes nuevos con los que entretenerse hasta las siguientes navidades y otra muy diferente gastarse hasta del orden de centenares de euros en regalos. Pensemos qué pasa si tenemos muchos hermanos, viven nuestros abuelos, etc. Pueden ser miles de euros los que nos hagan falta para quedar bien con todos; y esto se suma a los gastos de comida (ya de por sí cara), al gasto de la fiesta de fin de año, y por supuesto a los juguetes de los niños. El paraíso para los comerciantes, sin duda, pero el infierno para quienes van algo justos de dinero. ¿No era la Navidad un momento de celebración cristiana, o quizás es en realidad un periodo comercial, como las rebajas? ¿Qué ha quedado de aquel humilde pesebre, en el que un pobre carpintero y su mujer intentaban que un recién nacido estuviera caliente refugiándose junto a un buey y una mula? Sólo ha quedado el oro del rey Melchor; el resto, a nadie le interesa.
Imagen: http://www.endoinfo.info
Sinceramente, no comparto esta costumbre. Creo que es un gasto desmesurado en un país en el que todo el mundo se queja amargamente del euribor y de lo caro que se ha puesto el pescado o el pan. Una cosa es que los niños tengan cada invierno unos juguetes nuevos con los que entretenerse hasta las siguientes navidades y otra muy diferente gastarse hasta del orden de centenares de euros en regalos. Pensemos qué pasa si tenemos muchos hermanos, viven nuestros abuelos, etc. Pueden ser miles de euros los que nos hagan falta para quedar bien con todos; y esto se suma a los gastos de comida (ya de por sí cara), al gasto de la fiesta de fin de año, y por supuesto a los juguetes de los niños. El paraíso para los comerciantes, sin duda, pero el infierno para quienes van algo justos de dinero. ¿No era la Navidad un momento de celebración cristiana, o quizás es en realidad un periodo comercial, como las rebajas? ¿Qué ha quedado de aquel humilde pesebre, en el que un pobre carpintero y su mujer intentaban que un recién nacido estuviera caliente refugiándose junto a un buey y una mula? Sólo ha quedado el oro del rey Melchor; el resto, a nadie le interesa.
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1 comentario:
Si al menos este consumo desenfrenado nos hiciera más felices pero ni eso.
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