A menudo he pensado que para entender la vida y saber apreciar lo que vale la pena de ella es necesario sufrir. Quien no ha sufrido sólo tiene un conocimiento intelectual de las cosas, pero no las percibe con la intensidad de alguien a quien esas mismas cosas le han hecho preocuparse, atemorizarse o llorar. Es como el niño que no comprende que no se debe poner la mano en el fuego hasta que se quema. Por mucho que te expliquen que el fuego es peligroso y lo entiendas, es cuando te quemas de verdad cuando tienes un conocimiento profundo de la idea. También ocurre que no apreciamos la importancia de las cosas hasta que no las tenemos y su ausencia nos hace sufrir; como el aire que respiramos, al que no damos importancia, pero que bien que lo echaríamos de menos si de pronto notásemos falta de oxígeno. Ya sea por echar de menos algo tras haberlo tenido o por conseguirlo tras mucho tiempo deseándolo, el sufrimiento nos ayuda a valorar la importancia de las cosas, y de la vida misma, en definitiva.
Quien no ha perdido una amistad no entiende del todo lo que vale un amigo. Quien no ha fracasado no aprecia el verdadero valor del éxito (ser un fracasado a veces es un paso intermedio para llegar al éxito). Quien no ha llorado por amor sólo tiene una idea parcial de lo que de verdad significa esta palabra. Quien no ha temido por su vida no la aprecia del todo. Quien no ha sentido la angustia de buscar y no encontrar nunca, no entiende la felicidad de encontrar tras haber buscado mucho. Y así podríamos seguir con las diversas aplicaciones de la misma idea.
Una de las moralejas que extraigo de estos principio es que quien no ha sufrido el peso de un poder dictatorial no valor la importancia de la libertad política y tiende a despreocuparse de su implicación como ciudadano. Nos da igual (o lo parece) haber caído en un bipartidismo semidictatorial; nos da casi igual que gane uno u otro; nos resuta poco importante que una ley electoral absurda siga ahí sin modificarse, o que se perpetúen instituciones anacrónicas como la monarquía, o que una determinada secta religiosa, como los católicos o los musulmanes, pretenda imponer sus criterios morales al resto de la sociedad. Y eso me hace pensar en que hasta que la situación se haya vuelto verdaderamente desagradable, no reaccionaremos para cambiar las cosas. Sólo el sufrimiento nos mueve; mientras no nos molesten demasiado, nos da igual, no queremos pensar en las consecuencias a medio o largo plazo. El problema es que cuando de verdad echemos de menos esa libertad, ya no la tendremos para poder cambiar las cosas sin provocar una revolución.
Otra de las moralejas es la de la conservación medio ambiente. Dejamos el tema de lado porque aún podemos respirar, beber agua potable y comer alimentos a un precio asequible. Tendrá que llegar a estar muy crítica la situación para que entendamos por fin que no es un problema de cuatro hippies que quieren defender a los animalitos y los bosques. Es un problema que algún día podría llegar a degradar nuestra calidad de vida a niveles jamás vistos. No poder respirar aire sano, no poder beber agua sana (o tener que pagarla a precio de oro), no poder obtener alimentos comunes hoy en día, no poder bañarnos en unas aguas limpias y que den vida a una gran variedad de animales, y no sólo medusas y algas. Son cosas que, hasta que no las suframos en nuestras propias carnes, no comprenderemos del todo. Y entonces, cuando las comprendamos, remediarlas costará mucho más que ahora.
Imagen: http://213.0.8.18/portal/Educantabria/ContenidosEducativosDigitales/Primaria/Cono_3_ciclo/CONTENIDOS/HOT%20POTATOES/WEB/MODERNA4.htm
Quien no ha perdido una amistad no entiende del todo lo que vale un amigo. Quien no ha fracasado no aprecia el verdadero valor del éxito (ser un fracasado a veces es un paso intermedio para llegar al éxito). Quien no ha llorado por amor sólo tiene una idea parcial de lo que de verdad significa esta palabra. Quien no ha temido por su vida no la aprecia del todo. Quien no ha sentido la angustia de buscar y no encontrar nunca, no entiende la felicidad de encontrar tras haber buscado mucho. Y así podríamos seguir con las diversas aplicaciones de la misma idea.
Una de las moralejas que extraigo de estos principio es que quien no ha sufrido el peso de un poder dictatorial no valor la importancia de la libertad política y tiende a despreocuparse de su implicación como ciudadano. Nos da igual (o lo parece) haber caído en un bipartidismo semidictatorial; nos da casi igual que gane uno u otro; nos resuta poco importante que una ley electoral absurda siga ahí sin modificarse, o que se perpetúen instituciones anacrónicas como la monarquía, o que una determinada secta religiosa, como los católicos o los musulmanes, pretenda imponer sus criterios morales al resto de la sociedad. Y eso me hace pensar en que hasta que la situación se haya vuelto verdaderamente desagradable, no reaccionaremos para cambiar las cosas. Sólo el sufrimiento nos mueve; mientras no nos molesten demasiado, nos da igual, no queremos pensar en las consecuencias a medio o largo plazo. El problema es que cuando de verdad echemos de menos esa libertad, ya no la tendremos para poder cambiar las cosas sin provocar una revolución.
Otra de las moralejas es la de la conservación medio ambiente. Dejamos el tema de lado porque aún podemos respirar, beber agua potable y comer alimentos a un precio asequible. Tendrá que llegar a estar muy crítica la situación para que entendamos por fin que no es un problema de cuatro hippies que quieren defender a los animalitos y los bosques. Es un problema que algún día podría llegar a degradar nuestra calidad de vida a niveles jamás vistos. No poder respirar aire sano, no poder beber agua sana (o tener que pagarla a precio de oro), no poder obtener alimentos comunes hoy en día, no poder bañarnos en unas aguas limpias y que den vida a una gran variedad de animales, y no sólo medusas y algas. Son cosas que, hasta que no las suframos en nuestras propias carnes, no comprenderemos del todo. Y entonces, cuando las comprendamos, remediarlas costará mucho más que ahora.
Imagen: http://213.0.8.18/portal/Educantabria/ContenidosEducativosDigitales/Primaria/Cono_3_ciclo/CONTENIDOS/HOT%20POTATOES/WEB/MODERNA4.htm
4 comentarios:
El otro dia vi la pelicula "ultimatum a la tierra" ... por cierto, pelicula bastante mala, prefiero la original ... pero como comentario a tu post, habia una frase que decia mas o menos algo como "solo al borde del abismo se logra cambiar" ... pues hasta llegar al abismo, nos va a tocar sufrir un ratito mas.
Yo era de la opinión de 'el cambio por la ilustración de las personas'. Ahora me doy cuenta de que la única forma de cambio se producirá en la última vuelta de tuerca sobre nuestros testículos y/o partes pudendas, cuando, posiblemente, sea demasiado tarde o estemos tan estupidizados que consideremos lo que suceda como algo normal o incluso inevitable.
Yo he tenido la misma evolución, y creo que casi todo el mundo que piensa sobre este tema también. Al principio crees que la humanidad está formada por seres racionales y que el homo sapiens sapiens entenderá que le expliques que sus actos tienen consecuencias... Más tarde descubres que una buena parte de la humanidad se mueve por puro instinto, por un simple efecto de acción-reacción, y que hasta que no les aprieten las pelotas, como bien dices, no se van a mover.
Sad, but true.
el Caido, como de costumbre, parco pero profundo. Efectivamente la reacción llegará cuando no haya más alternnativa. Mientras la haya, el acomodamiento será la actitud más común.
Al hilo de tu comentario, vengo pensando en lo fácil que lo está teniendo el gran capital para desmantelar una sociedad del bienestar. Derechos ganados a lo largo de décadas por trabajadores con ganas de luchar se van al traste en pocos días ante nuestra pasividad.
Cualquier empresa plantea un ERE u la respuesta trabajadora/sindical es : ¿cuántos días por año de indemnización?
Alguna lucha o estrategia? No, entreguismo. Lo estoy viviendo de muy cerca estos días y es de pena.
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