miércoles, 24 de diciembre de 2008

Navidad del 2008

No voy a recrearme con el gastado y ya cansino tópico de Feliz Falsedad, pero sí que creo que en una noche como esta vale la pena rememorar el artículo que publiqué el año pasado por estas mismas fechas. Lo siento por quienes aprecien la Navidad, pero el cartel expresa exactamente lo que pienso de ella. Eso sí, espero que todos estéis pasando unas felices fiestas que os permitan relajaros, comer bien y empezar el año con buen pie, porque el 2009 promete ser movidito, movidito. No dejéis que el consumismo os devore y pasadlas en armonía y paz.

2 comentarios:

Daniel Marín dijo...

Muy bueno el cartel, jeje.

¡Feliz Navidad!

Anónimo dijo...

Buen cartel, sin duda.

Hace tres o cuatro años se lo comenté a mi abuela y a mi madre (ellas organizan las cenas, pero aquí apechugamos todos), el por qué comprar tanta comida, tanta bebida, tanto de todo que se tuviera que estar comiendo y bebiendo sobras durante tres días. Todavía tenemos la estúpida creencia de la apariencia, de ser más que el vecino de al lado, aunque eso se traduzca en endeudarnos un poquito más, en comprar espárragos de marca y en hacernos con el pavo más grande de todo el supermercado.

Desde hace tres o cuatro años las comidas y cenas han perdido ese aire fastuoso (incluso este año me he permitido el ultimátum de marcharme si se encendía la televisión durante la cena, aunque no venga a cuento) y vuelven a ser reuniones familiares y/o vecinales, sin más.

En mi casa se celebraba el nacimiento de cristo porque nosotros éramos pequeños y porque eran otros tiempos (mi madre dixit) pero, ahora, ni villancicos ni temática religiosa alguna, aún habiendo católicos sentados a la mesa, una simple cena/comida y la familia hablando, que para eso nos reunimos.

¿Y en qué se traduce esta mentalidad? En que jamás lo he pasado mal al llegar unos reyes y ver que podía tener (o no) menos regalos que mis compañeros de clase y no sentirme nunca desdichado ni clamar al cielo por ello. En mi casa siempre me decían que las navidades iban a ser muy pobres y deslucidas, aunque luego no tuviese por qué ser verdad. El problema está cuando, como dije en el primer párrafo, las familias, cada vez más con el agua al cuello, quieren seguir manteniendo un nivel de vida al que no vemos el modo de renunciar. Y es la maldita espiral del consumir para sentirte alguien.

Consumir, consumir, consumir por el qué dirán. Yo tengo muy claro lo que les diría.