Recuerdo que hace años, una chica mexicana con la que conversaba a veces de temas sexuales usó una frase que se me quedó grabada. Dijo ella que su novio era de los de ¿Me pasas la teta izquierda, por favor?, queriendo decir así que, de tan respetuoso que era, se pasaba de la raya, y a cada paso iba pidiendo el permiso de la dama para hacer tal cosa o tal otra, para poner la mano aquí o besar allá. A mí la frase me pareció de lo más graciosa e ilustrativa, y desde entonces la uso para referirme a este tipo de personas. Lógicamente, ella veía este comportamiento como algo negativo, y aunque apreciaba su preocupación y respeto, lo consideraba ilógico en un tema como el sexo en el que, para bien o para mal, el impulso del momento, la pasión y la decisión, juegan también su papel y le dan una buena parte de la gracia al asunto; aunque también habrá, supongo, gente a la que le guste ese protocolo, que de todo hay en este mundo.
Al ser el sexo un asunto del que se habla poco y del que casi todo se descubre con la práctica, a menudo arriesgándose a actuar sin estar del todo convencido de los gustos del otro individuo, se hace necesario ser una persona abierta y respetuosa, dispuesta a disculpar y a disculparse, si no se quiere acabar disgustado cada dos por tres. Nos tenemos que dar cuenta de que este es un terreno en el que siempre podemos acabar molestando o siendo molestados, y hay que estar preparados entonces para que la sangre no llegue al río, y saber usar las palabras para solucionar las cosas después de haber actuado, no siempre antes, porque lo de preguntar si me pasas la teta izquierda no es la solución.
Por un lado, los hombres tenemos que buscar el difícil equilibrio entre avanzar con decisión y tantear con precaución. Pensemos que incluso aquello que a nosotros nos parece natural, o que, aunque no nos lo parezca, sabemos por experiencia que siempre ha funcionado con éxito, podría no funcionar con una nueva persona. Las mujeres, a fin de cuentas, son impredecibles, y nunca sabemos cuándo nos va a tocar la primera a la que no le gusta tal cosa que siempre había tenido éxito, o la primera que nos pide tal otra que antes las demás siempre habían rechazado. Este es un difícil arte en el que a menudo nos equivocamos (yo el primero), pero que con constancia se puede ir perfeccionando, como todo. Aún así, en caso de error, debemos saber disculparnos y demostrar que la intención era buena, aunque el acto fuese equivocado. Son los gajes del oficio de ser hombre.
Por otro lado, las mujeres deben ser abiertas y comprensivas, y recordar siempre que los hombres no tenemos una bola de cristal para adivinar qué hay que hacer en cada momento. Nuestra intuición y algunos indicios nos guían, pero nada nos asegura el éxito. Por eso apreciamos tanto en ellas la colaboración y la comprensión. La mujer que, en lugar de adoptar una actitud pasiva, aconseja, sugiere, guía, e incluso actúa, tiene asegurado un gran éxito con los hombres y un gran placer para sí misma. Las que no lo hacen podrán tener suerte algunas veces, pero otras acabarán molestas o defraudadas; tendrá que venir entonces el momento de las disculpas, las discusiones, o incluso las rupturas. Las hay, incluso (y conozco a más de una y a más de dos, desgraciadamente), que adoptan la prepotente actitud de condenar y menospreciar a los hombres que, en algún momento, hicieron algo que les desagradó. Deben ser éstas a las que les gustan los tipos del ¿Me pasas la teta izquierda, por favor? O quizás tampoco, sino que en ese caso se quejarían también y dirían que el hombre es un cansino. Todo les está mal y todo les molesta; y lo peor es que, en lugar de comentarlo abiertamente con el hombre en el momento y no darle más importancia, se lo callan; creen que, en lugar de solucionarlo de golpe con un sencillo "no, esto no" o "no, así, no", y no darle más vueltas, es mejor venir después dándoselas de indignadas, cual damas que han sufrido terrible afrenta. Ni siquiera es él el primero en enterarse, sino que antes se lo cuentan a sus amigas y luego a él, como si fuera más asunto de ellas que suyo, como si él en realidad no importase por sí mismo, sino como tema de conversación o como un vestido del que presumir o del que comentar que ya no gusta y que lo van a tirar. Van por el mundo perdonando vidas y haciendo como que otorgan favores dignos de infinito agradecimiento, como si fuesen divas que miran desde lo alto a sus humildes servidores, como si no hubiera otras mujeres en el mundo capaces de dar lo mismo que ellas y mejor, capaces sobre todo de recibir lo mismo que ellas y mejor, con mucho más agradecimiento, cariño, humildad, comprensión y amor.
Imagen: http://cocaina.redliberal.com/
Al ser el sexo un asunto del que se habla poco y del que casi todo se descubre con la práctica, a menudo arriesgándose a actuar sin estar del todo convencido de los gustos del otro individuo, se hace necesario ser una persona abierta y respetuosa, dispuesta a disculpar y a disculparse, si no se quiere acabar disgustado cada dos por tres. Nos tenemos que dar cuenta de que este es un terreno en el que siempre podemos acabar molestando o siendo molestados, y hay que estar preparados entonces para que la sangre no llegue al río, y saber usar las palabras para solucionar las cosas después de haber actuado, no siempre antes, porque lo de preguntar si me pasas la teta izquierda no es la solución.
Por un lado, los hombres tenemos que buscar el difícil equilibrio entre avanzar con decisión y tantear con precaución. Pensemos que incluso aquello que a nosotros nos parece natural, o que, aunque no nos lo parezca, sabemos por experiencia que siempre ha funcionado con éxito, podría no funcionar con una nueva persona. Las mujeres, a fin de cuentas, son impredecibles, y nunca sabemos cuándo nos va a tocar la primera a la que no le gusta tal cosa que siempre había tenido éxito, o la primera que nos pide tal otra que antes las demás siempre habían rechazado. Este es un difícil arte en el que a menudo nos equivocamos (yo el primero), pero que con constancia se puede ir perfeccionando, como todo. Aún así, en caso de error, debemos saber disculparnos y demostrar que la intención era buena, aunque el acto fuese equivocado. Son los gajes del oficio de ser hombre.
Por otro lado, las mujeres deben ser abiertas y comprensivas, y recordar siempre que los hombres no tenemos una bola de cristal para adivinar qué hay que hacer en cada momento. Nuestra intuición y algunos indicios nos guían, pero nada nos asegura el éxito. Por eso apreciamos tanto en ellas la colaboración y la comprensión. La mujer que, en lugar de adoptar una actitud pasiva, aconseja, sugiere, guía, e incluso actúa, tiene asegurado un gran éxito con los hombres y un gran placer para sí misma. Las que no lo hacen podrán tener suerte algunas veces, pero otras acabarán molestas o defraudadas; tendrá que venir entonces el momento de las disculpas, las discusiones, o incluso las rupturas. Las hay, incluso (y conozco a más de una y a más de dos, desgraciadamente), que adoptan la prepotente actitud de condenar y menospreciar a los hombres que, en algún momento, hicieron algo que les desagradó. Deben ser éstas a las que les gustan los tipos del ¿Me pasas la teta izquierda, por favor? O quizás tampoco, sino que en ese caso se quejarían también y dirían que el hombre es un cansino. Todo les está mal y todo les molesta; y lo peor es que, en lugar de comentarlo abiertamente con el hombre en el momento y no darle más importancia, se lo callan; creen que, en lugar de solucionarlo de golpe con un sencillo "no, esto no" o "no, así, no", y no darle más vueltas, es mejor venir después dándoselas de indignadas, cual damas que han sufrido terrible afrenta. Ni siquiera es él el primero en enterarse, sino que antes se lo cuentan a sus amigas y luego a él, como si fuera más asunto de ellas que suyo, como si él en realidad no importase por sí mismo, sino como tema de conversación o como un vestido del que presumir o del que comentar que ya no gusta y que lo van a tirar. Van por el mundo perdonando vidas y haciendo como que otorgan favores dignos de infinito agradecimiento, como si fuesen divas que miran desde lo alto a sus humildes servidores, como si no hubiera otras mujeres en el mundo capaces de dar lo mismo que ellas y mejor, capaces sobre todo de recibir lo mismo que ellas y mejor, con mucho más agradecimiento, cariño, humildad, comprensión y amor.
Imagen: http://cocaina.redliberal.com/
4 comentarios:
joder, a caer de un burro nos has puesto a las féminas!
A ver quien es la guapa que ahora se atreve a decirte que tampoco es para tanto, porque..TAMPOCO ES PARA TANTO!!xDDDDDD
Supongo que hay de todo, pero hombre, lo principal es hablar las cosas, no ya directamente, sino que mediente medias palabras (ya sabes, eso de l os rodeos y palabras a medias que tanto em mola...) se puede deducir muchísimo, pero claro, siempre y cuando la pareja hable y haya confianza, esencial, creo, para que una pareja funcione.
El problema aparece cuando se trata de un rollete sexual que no va a ninguna parte, porque claro...como para innovar está la cosa...casi mejor dedicarse a hacer los 4 esenciales y si acaso cada uno que pida lo que le apetezca.
No se, lo del novio de tu amiga me parece muy fuerte, una cosa es respetar a la pareja y otra muy distinta es ser gilipollas. Digo yo.
Ni por asomo pretende esto ser una crítica contra las féminas. Afortunadamente, son casos "semiaislados"; no es nada difícil encontrar mujeres así, pero tampoco son la mayoría. Si no, estábamos apañados.
Además, hay niveles y niveles. Algunas se lo callan más, otras menos, otras lo dicen "de aquella manera"... Tú dices que eres de los rodeos y las medias palabras; eso está bien en el "antes", pero en el "después" e incluso en el "durante", resulta tan sencillo decir "esto no me ha gustado" y ya está, que parece increíble que algunas mujeres no lo hagan. No me imagino a un hombre adoptando la misma actitud; será lo de que sólo tenemos una neurona y vamos a lo sencillo, sin buscar problemas.
¿Por qué eso que dices de "los 4 esenciales y si acaso cada uno que pida lo que le apetezca" hace pensar en un grupo de amigos que van a un restaurante? XD
jajajajaja! lo del restaurante me ha matao!!!!
Me refiero a que si conoces a una chati en un garito y hay algo más que los 4 besitos de rigor, pues hombre, no está la cosa como para innovar, casi mejor hacer lo que a casi todo el mundo le gusta y punto, que si hay ocasión de repetir, pues oye, ya se verá lo que se hace.
Y si es infinitamente más sencillo decir: no, esto no lo hago porque no me da la gana (tampoco hace falta soltar un discurso de 1 hora que corte el rollo) o proponerlo en alguna charla previa al "evento".
Lo básico, lo esencial en cualquier relación y más si es en el plano sexual es el poder tener la libertad de decir si o no, por aquí si o por aquí no y si no somos capaces de decir lo que si o lo que no casi mejor que nos dediquemos al onanismo, que ahí siempre acertamos!
De pequeños nos dan clases de matemáticas, literatura y hasta de religión, pero no de psicología básica. Sobre sexo y relaciones aprendemos a trompazos, a base de caer y levantarse, y por supuesto que no hay bola de cristal.
Añade a eso que cada hombre y cada mujer son un mundo para que parezca todo muuuuuy difícil.
Y sin embargo funciona!! Mi opinión es que hay que dejarse llevar por el instinto, dejarte llevar y hay algo indefinido e indefinible que te da buen o mal rollo, a partir de ahí ya sabes casi seguro si saldrá bien o mal.
Lo de hablar durante y después es algo que hay quien es capaz y quien no. Seguro que ayuda, pero lo que puedes hacer con una pareja no siempre vale con otra.
Y a mi me parecen cosas que no deben contarse a l@s amig@s en tertulias de cafetería, pero cada cual haga lo que le plazca.
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