lunes, 23 de enero de 2012

La importancia de discrepar

Una de mis citas preferidas es esta, que algunas fuentes atribuyen al general norteamericano George Patton:

Si todo el mundo piensa lo mismo, es que hay alguien que no piensa.

Me encanta cómo esta frase nos transmite la importancia de la discrepancia, de la diversidad de opiniones. Alguna gente cree que es fantástico que todo el mundo esté de acuerdo en algo. A mí, en cambio, siempre me produce desconfianza, y pienso, como Patton, que lo que ocurre en realidad es que la mayoría se deja llevar por la opinión imperante, sin molestarse en pensar otras opciones, o sin atreverse a defenderlas en público.

Lo mismo ocurre en las relaciones personales. Algunos creen que los mejor para que dos personas se lleven bien es que piensen igual. Yo eso lo encuentro aburrido. La mejor manera de que la relación entre personas resulte fructífera es que piensen de diferente manera, aunque sólo sea en un asunto. Lo que sí es importante es saber escuchar, puesto que si nos sentimos ignorados o incomprendidos, no podemos encontrarnos a gusto ni esperar nada de la otra persona. Pero si se es capaz de escuchar y de intentar comprender, no sólo es posible la amistad, sino que esas relaciones serán siempre las más enriquecedoras. Sólo en quienes piensan de otra manera podemos hallar las ideas que nunca se nos hubieran ocurrido; sólo a través de quienes ven las cosas de otro modo podemos contemplar aquellos errores de los que no nos damos cuenta.

A menudo digo que mis amigas me han aportado siempre más que mis amigos, y creo que es precisamente por eso. Al ser mujeres, piensan de otra manera que yo, y sus ideas, su manera de ver las cosas, me resulta más enriquecedora.

En la sociedad, lo mejor y más positivo de un colectivo está siempre en algunas de sus minorías, y cuidarlas, protegerlas y respetarlas es necesario si de verdad se pretende mejorar. La democracia es algo fantástico, porque evita que una minoría (en ocasiones muy minoritaria) imponga sus criterios sobre el conjunto de la sociedad. Pero hay que saber utilizarla para que la mayoría no machaque sin piedad a todas las minorías, para que el "ciudadano medio" no se convierta en un referente del que está prohibido apartarse, en un dictador que aisla a cualquiera que sea "diferente"; porque en la diferencia, en la variedad, reside, en buena medida, la riqueza de un colectivo. Hace abstracción de esta diversidad y reducirlo todo a un conjunto de "ciudadanos medios" es un error; eliminar realmente esta diversidad es un empobrecimiento.

Muchos grandes avances de la humanidad se han debido a la lucha de ciertas minorías que, finalmente, han conseguido que sus ideas pasen a formar parte de las ideas defendidas por la mayoría. Inicialmente eran pocos, y se les podía haber apartado; el no hacerlo, ha ayudado a enriquecer la sociedad. Tómese el ejemplo de las feministas, originalmente unas pocas mujeres apoyadas por unos cuantos hombres justos, y que tuvieron que enfrentarse con el conjunto de la sociedad, incluídas muchas mujeres. Al principio eran un movimiento que se apartaba del sentir mayoritario, pero con tiempo y paciencia triunfaron y hoy en día sus reivindicaciones han pasado a integrar los ideales de la sociedad misma. ¿Qué hubiera pasado si, en sus comienzos, se las hubiera eliminado con el argumento de que eran una minoría?

Lo mismo podría decirse de los pacifistas, de los demócratas, de los detractores de la esclavitud... Las minorías son a veces grupos radicales de locos, otras veces simplemente gente algo especial, pero no pocas veces gente avanzada a su tiempo, capaz de asimilar ya conceptos y maneras de sentir que en ese momento parecen raras, pero que más adelante seán la norma. Sin escuchar a esos grupos, sin aceptar la divergencia como una riqueza, la sociedad no avanza, se enquista, y se debilita, autosatisfecha en su propia ignorancia.

Imagen: http://es.123rf.com/photo_4911208_peon-negro-dificil-ejercito-blanco-de-piezas-de-ajedrez-enfoque-selectivo.html

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