No suelo tocar mucho los "temas de actualidad", entre otras cosas porque ya suele haber suficiente gente hablando de ellos por la red, pero hoy voy a hacer una excepción, porque la condena a Baltasar Garzón merece unas palabras.
Antes, una pequeña introducción: Durante todos estos años que llevamos de crisis económica (casi 4 ya), he venido manteniendo que el verdadero problema no es la crisis en sí misma, que falte dinero o trabajo, sino la sensación de injusticia generalizada. Porque en el fondo todos somos conscientes de que las cosas a veces irán mejor y a veces peor; habrá siempre tiempos de bonanza y tiempos de penuria. Si al llegar estos últimos la sociedad frena su progreso económico, pero lo hace de una manera equilibrada, en la que cada cual paga sus responsabilidades y asume una parte de la crisis, de algún modo la situación se hace soportable.
El problema viene cuando constantemente ves a gente desahuciada, gente que se queda en paro con una familia que mantener, gente endeudada de por vida... y en paralelo, bancos que reciben "inyecciones" de dinero, políticos que disfrutan de privilegios extraordinarios y que no pagan los abusos que cometieron al jugar con el dinero público, grandes directivos que se aumentan más si cabe sus ya disparatados sueldos...
Ese es el problema. Porque es entonces cuando el ciudadano se siente, no sólo perjudicado por la crisis (eso resultaría aceptable), sino injustamente tratado, y sobre todo, se siente timado, robado, pisoteado. Es entonces cuando surge la rabia y la sensación de formar parte de una sociedad enferma, injusta, brutal y atrasada. Es entonces cuando uno se da cuenta de que, pese a las diversas revoluciones y progresos de los últimos siglos, en algunos aspectos seguimos en el medievo, con los señores feudales paseando en su caballo, con sus ricas vestiduras, junto a las chabolas de unos ciudadanos empobrecidos y hambrientos.
Y esa justamente es la sensación que tiene uno estos días al leer lo que está ocurriendo con la justicia en España. Podemos enzarzarnos en discusiones bizantinas sobre si las escuchas que ordenó Garzón eran ilegales o no; podemos darle mil vueltas a la ley de amnistía y discrepar sobre si conviene o no investigar crímenes del franquismo. Pero lleguemos a la conclusión que lleguemos, no podemos negar que tanto la condena de Garzón, como la "no culpabilidad" de Camps, como la investigación que está comenzando sobre el juez Castro, proyectan una sombra de injusticia sobre nuestra sociedad.
No sé si Garzón es culpable de ordenar escuchas ilegales; se le están dando mil vueltas estos días a los artículos que tratan el tema, intentando unos y otros encontrar algún resquicio que demuestre inocencia o culpabilidad. No voy a entrar en esas discusiones jurídicas, pero hay algo que sí creo, y es que jamás se hubiera iniciado una investigación contra Garzón si sus acciones no estuvieran perjudicando, por un lado al PP (al intentar condenar a Camps y compañía) y por otro a los antiguos franquistas, cuyos herederos, nadie lo ignora, siguen siendo una parte importante de las élites económicas y políticas del país, muy especialmente dentro del PP, como todos sabemos.
Como se ha venido comentando estos días, el hecho de que la primera persona condenada por el caso Gürtel haya sido precisamente el juez que decidió actuar más decisivamente contra la trama, resulta cuando menos sorprendente. Si a eso se le suma la sentencia de "no culpabilidad" de Camps, lo cierto es que hay que ser muy cándido (o muy pepero) para no adivinar, detrás de todo esto, algún tipo de interés político. Interés en el que el PSOE tampoco va a salir a defender a muerte al juez precisamente, puesto que ya les jodió a ellos también cuando el caso GAL, metiendo en la cárcel nada menos que a un ministro socialista, entre otros. Garzón está, por tanto, indefenso políticamente, puesto que los gritos de algún grupo minoritario como IU apenas sirven de nada.
¿Y no resulta sorprendente, por otro lado, que en el juicio contra la trama que protagonizan Urdangarín y Jaume Matas (curiosamente también del PP), se estén dando tantas vueltas de tuerca para que todo acabe en nada o incluso para que, como en el otro caso, el primer condenado acabe siendo el juez que lo investiga? Se está haciendo lo posible para que, no sólo la infanta Cristina, sino el propio Urdangarín pueda eludir el juicio. Y no contentos con eso, los invisibles tentáculos de las élites político-económicas del país, fuerzan al CGPJ a investigar al juez Castro por... filtraciones. Sí, señores, filtraciones. Estamos ante un escandaloso caso en el que debería actuarse sin contemplaciones para limpiar la política y la monarquía de cualquier corrupto y de cualquier sombra de duda, y la preocupación del CGPJ son las filtraciones. No vaya a ser que se sepa algo inconveniente. Se está actuando a ritmo de tortuga en un caso del que se viene hablando desde hace meses, y en lugar de intentar acelerarlo, lo que se intenta es retrasarlo, contemporizar, buscar maneras de evitar riesgos... y de paso, si se puede, apartar a algún incómodo juez, no vaya a ser que se le ocurra llegar al peligroso fondo del asunto. O al menos asustarlo un poco, para que no llegue a atreverse.
Esa es, lo sabemos todos, la impresión que tiene ahora mismo todo aquel ciudadano que no sea un incondicional de Intereconomía. Y esa sensación de injusticia hace, no ya que la gente desconfíe de la justicia española (cosa que ya pasaba) sino que la desprecie y la odie, que la considere un brazo más de la corrupción; que se considere al Tribunal Supremo o al CGPJ unos meros monigotes, no ya de la clase política, sino de los más corruptos de esa clase política. Y eso, señoras y señores, es mucho, mucho más grave que cualquier escucha o cualquier filtración.
El objetivo de la justicia no es buscar resquicios legales para condenar a un juez por unas escuchas probablemente necesarias; ni apartar de un caso vital a quien parece ser el único capaz de llegar al fondo del mismo, sólo porque algunos datos hayan llegado a la prensa. El objetivo debe ser siempre que el ciudadano se sienta seguro, se sienta miembro de un "estado de derecho", esa expresión nuestros políticos repiten tantas veces como las que la pisotean. Si el ciudadano se siente desprotegido, si cree que la justicia es en realidad un órgano al servicio de la mafia, entonces todas las otras cosas, por muy ajustadas a las leyes que estén, no sirven de nada, e incluso pueden ser, en realidad perjudiciales.
Imagen: http://cesarcabo.blogspot.com/2012/01/justicia-de-corral.html
Antes, una pequeña introducción: Durante todos estos años que llevamos de crisis económica (casi 4 ya), he venido manteniendo que el verdadero problema no es la crisis en sí misma, que falte dinero o trabajo, sino la sensación de injusticia generalizada. Porque en el fondo todos somos conscientes de que las cosas a veces irán mejor y a veces peor; habrá siempre tiempos de bonanza y tiempos de penuria. Si al llegar estos últimos la sociedad frena su progreso económico, pero lo hace de una manera equilibrada, en la que cada cual paga sus responsabilidades y asume una parte de la crisis, de algún modo la situación se hace soportable.
El problema viene cuando constantemente ves a gente desahuciada, gente que se queda en paro con una familia que mantener, gente endeudada de por vida... y en paralelo, bancos que reciben "inyecciones" de dinero, políticos que disfrutan de privilegios extraordinarios y que no pagan los abusos que cometieron al jugar con el dinero público, grandes directivos que se aumentan más si cabe sus ya disparatados sueldos...
Ese es el problema. Porque es entonces cuando el ciudadano se siente, no sólo perjudicado por la crisis (eso resultaría aceptable), sino injustamente tratado, y sobre todo, se siente timado, robado, pisoteado. Es entonces cuando surge la rabia y la sensación de formar parte de una sociedad enferma, injusta, brutal y atrasada. Es entonces cuando uno se da cuenta de que, pese a las diversas revoluciones y progresos de los últimos siglos, en algunos aspectos seguimos en el medievo, con los señores feudales paseando en su caballo, con sus ricas vestiduras, junto a las chabolas de unos ciudadanos empobrecidos y hambrientos.
Y esa justamente es la sensación que tiene uno estos días al leer lo que está ocurriendo con la justicia en España. Podemos enzarzarnos en discusiones bizantinas sobre si las escuchas que ordenó Garzón eran ilegales o no; podemos darle mil vueltas a la ley de amnistía y discrepar sobre si conviene o no investigar crímenes del franquismo. Pero lleguemos a la conclusión que lleguemos, no podemos negar que tanto la condena de Garzón, como la "no culpabilidad" de Camps, como la investigación que está comenzando sobre el juez Castro, proyectan una sombra de injusticia sobre nuestra sociedad.
No sé si Garzón es culpable de ordenar escuchas ilegales; se le están dando mil vueltas estos días a los artículos que tratan el tema, intentando unos y otros encontrar algún resquicio que demuestre inocencia o culpabilidad. No voy a entrar en esas discusiones jurídicas, pero hay algo que sí creo, y es que jamás se hubiera iniciado una investigación contra Garzón si sus acciones no estuvieran perjudicando, por un lado al PP (al intentar condenar a Camps y compañía) y por otro a los antiguos franquistas, cuyos herederos, nadie lo ignora, siguen siendo una parte importante de las élites económicas y políticas del país, muy especialmente dentro del PP, como todos sabemos.
Como se ha venido comentando estos días, el hecho de que la primera persona condenada por el caso Gürtel haya sido precisamente el juez que decidió actuar más decisivamente contra la trama, resulta cuando menos sorprendente. Si a eso se le suma la sentencia de "no culpabilidad" de Camps, lo cierto es que hay que ser muy cándido (o muy pepero) para no adivinar, detrás de todo esto, algún tipo de interés político. Interés en el que el PSOE tampoco va a salir a defender a muerte al juez precisamente, puesto que ya les jodió a ellos también cuando el caso GAL, metiendo en la cárcel nada menos que a un ministro socialista, entre otros. Garzón está, por tanto, indefenso políticamente, puesto que los gritos de algún grupo minoritario como IU apenas sirven de nada.
¿Y no resulta sorprendente, por otro lado, que en el juicio contra la trama que protagonizan Urdangarín y Jaume Matas (curiosamente también del PP), se estén dando tantas vueltas de tuerca para que todo acabe en nada o incluso para que, como en el otro caso, el primer condenado acabe siendo el juez que lo investiga? Se está haciendo lo posible para que, no sólo la infanta Cristina, sino el propio Urdangarín pueda eludir el juicio. Y no contentos con eso, los invisibles tentáculos de las élites político-económicas del país, fuerzan al CGPJ a investigar al juez Castro por... filtraciones. Sí, señores, filtraciones. Estamos ante un escandaloso caso en el que debería actuarse sin contemplaciones para limpiar la política y la monarquía de cualquier corrupto y de cualquier sombra de duda, y la preocupación del CGPJ son las filtraciones. No vaya a ser que se sepa algo inconveniente. Se está actuando a ritmo de tortuga en un caso del que se viene hablando desde hace meses, y en lugar de intentar acelerarlo, lo que se intenta es retrasarlo, contemporizar, buscar maneras de evitar riesgos... y de paso, si se puede, apartar a algún incómodo juez, no vaya a ser que se le ocurra llegar al peligroso fondo del asunto. O al menos asustarlo un poco, para que no llegue a atreverse.
Esa es, lo sabemos todos, la impresión que tiene ahora mismo todo aquel ciudadano que no sea un incondicional de Intereconomía. Y esa sensación de injusticia hace, no ya que la gente desconfíe de la justicia española (cosa que ya pasaba) sino que la desprecie y la odie, que la considere un brazo más de la corrupción; que se considere al Tribunal Supremo o al CGPJ unos meros monigotes, no ya de la clase política, sino de los más corruptos de esa clase política. Y eso, señoras y señores, es mucho, mucho más grave que cualquier escucha o cualquier filtración.
El objetivo de la justicia no es buscar resquicios legales para condenar a un juez por unas escuchas probablemente necesarias; ni apartar de un caso vital a quien parece ser el único capaz de llegar al fondo del mismo, sólo porque algunos datos hayan llegado a la prensa. El objetivo debe ser siempre que el ciudadano se sienta seguro, se sienta miembro de un "estado de derecho", esa expresión nuestros políticos repiten tantas veces como las que la pisotean. Si el ciudadano se siente desprotegido, si cree que la justicia es en realidad un órgano al servicio de la mafia, entonces todas las otras cosas, por muy ajustadas a las leyes que estén, no sirven de nada, e incluso pueden ser, en realidad perjudiciales.
Imagen: http://cesarcabo.blogspot.com/2012/01/justicia-de-corral.html
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