jueves, 8 de marzo de 2012

La teoría RAC (I): Los tres tipos de amor

Como hace tiempo que no escribo nada sobre sexo, he pensado que es un buen momento para exponer aquí una teoría que mantengo sobre la afectividad de hombres y mujeres (aunque yo me centro en explicar la de los hombres, claro). Yo la llamo la teoría RAC. Las tres letras significan que hay tres tipos de afecto que uno necesita en su vida amorosa/sexual, y son:

- El amor romántico (la R).
- Las amantes (la A).
- El amor conyugal (la C).

La teoría consiste en afirmar que la felicidad completa se alcanza si se tienen las tres cosas, y que además conviene tenerlas juntas, pero no revueltas.

Como la teoría es bastante larga de explicar, hoy simplemente describiré lo que entiendo por cada tipo de amor, y más adelante explicaré por qué deben separarse.

El amor romántico es aquel que se siente por una persona a la que se adora, pero con la que no se tiene (o al menos no resulta imprescindible tener) contacto físico. Más aún, puede ser incluso que la persona adorada no nos conozca o que, incluso conociéndonos, nos odie. De hecho, el amor no correspondido es un tópico de la literatura, como reza aquel fantástico poema de Sor Juana Inés de la Cruz:
Al que ingrato me deja, busco amante;
al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata;
maltrato a quien mi amor busca constante.

Al que trato de amor, hallo diamante
y soy diamante al que de amor me trata;
triunfante quiero ver al que me mata
y mato a quien me quiere ver triunfante.

Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a aquél, mi pundonor enojo:
de entrambos modos infeliz me veo.

Pero yo por mejor partido escojo
de quien no quiero, ser violento empleo,
que de quien no me quiere, vil despojo.

Creo que tener un amor romántico es algo sano y deseable. Llena el alma de ilusión, de sentimientos nobles y hace que salga a la luz lo mejor de nosotros. Es lo que inspira a los artistas, lo que da fuerza a los héroes y lo que nos transmite una idea más elevada de la palabra "amor".

Personalmente, creo que es muy triste morir sin haber sentido, al menos durante un tiempo, un deseo romántico por otra persona. Un deseo que, aunque por supuesto pueda estar acompañado de atracción física (qué casualidad que uno siempre se enamora de las guapas...), por alguna misteriosa razón no se basa en la excitación sexual, sino que tiene algo de divino y espiritual; he aquí precisamente lo interesante de este sentimiento. Excitarse al ver una persona atractiva es sencillo; que nuestra alma se sienta elevada al pensar el ella, o al verla, o al recibir cualquier pequeña señal por su parte, no tanto. Por eso se le tiene en más estima que a la simple atracción, y es la base de los libros y películas de amor.

Distinguir ambos impulsos es fácil. En el caso de la atracción física simple, el objetivo es claramente el contacto sexual lo más completo posible. Sin embargo, en el amor romántico, uno se siente tan inexplicablemente lleno de respeto y adoración por la otra persona que incluso cuesta sentirse digno de ella, y casi parece que la manchamos si pensamos en ella sólo sexualmente.

Por supuesto, es cuestión de gustos. Hay quienes no necesitan para nada este tipo de amor, e incluso lo encuentran ridículo y pasado de moda. Yo creo que para todo aquel que quiera sentir las experiencias importantes de la vida, es algo imprescindible.

Pasemos ahora al segundo tipo de amor: el de las amantes. Hoy en día esta palabra no se lleva, y se usan algunas como "follamigas", "amigas con derecho a roce" o "rollos". Da igual, que cada cual lo llame como quiera. Lo importante es el concepto: se trata de personas con las que estamos a gusto, con las que nos une una cierta amistad (aunque no tienen por qué ser nuestras mejores amigas) y por las que sentimos una atracción física, que ellas comparten, y que por tanto nos ha llevado a tener sexo (o al menos algún beso) en alguna ocasión. Vale la pena diferenciar, sin embargo, entre las amantes propiamente dichas y los simples "rollos" ocasionales que se consiguen a veces tras una noche de discoteca o mediante un ligue ocasional, pero que no van más allá de un encuentro puramente físico y tras el cual muchas veces no se vuelve a ver a la persona, e incluso nos quedamos sin recordar cómo se llamaba. No: al decir amante, me refiero a una mujer a la que se ama (de ahí el término), pero con la que no hay una convivencia continua, ni una fidelidad que nos permita afirmar que es "nuestra pareja". Una amante suele ser, ante todo, una amiga, alguien en quien se confía.

Por supuesto, es posible tener varias amantes, aunque supongo que tener muchas a la vez debe ser un lío tremendo. Esta es la principal ventaja de este tipo de amor: mientras el amor romántico sólo se muestra en su forma más pura al dirigirlo sobre una única persona; y mientras el amor conyugal difícilmente triunfa con más de una a la vez, las amantes, en cambio, pueden ser varias, e incluso las épocas en las que uno está con ellas pueden ir fluctuando, por diversas circunstancias.

La desventaja es que no es un amor tan profundo como los otros dos. Las amantes son personas a las que sin duda apreciamos, y que físicamente pueden darnos mucho placer; pero no nos embelesan como nuestra amor romántico, ni están siempre a nuestro lado como nuestra pareja, compartiendo lo bueno y lo malo. Generalmente, una amante sólo comparte lo bueno.

El tercer tipo de amor es el conyugal, el que se siente por la persona con la que compartimos la vida, ya sea nuestra esposa o, si no estamos casados, nuestra "compañera", por así llamarla. Este amor es el más difícil y el más importante en la vida. Vivir sin amor romántico es una lástima, pero creo que para muchas personas perfectamente posible, y no supone un gran problema. Vivir sin amantes también es una pena, pero a fin de cuentas nuestra pareja y nuestras amistades pueden compensarnos bastante bien esta carencia. En cambio, no tener una pareja que comparta con nosotros la vida y que nos acompañe, como reza la fórmula, en la salud y en la enfermedad, en lo bueno y en lo malo, hasta que la muerte nos separe, es verdaderamente algo muy triste, y que ninguna amante ni ningún amor romántico pueden compensar.

Este amor nos da estabilidad, nos da compañía, une a las familias y, si se desea y se dan las circunstancias, nos da descendencia. Va, por tanto, más allá de la propia experiencia personal, y se convierte en una acción social, en la que los familiares terminan inevitablemente involucrados.

El amor conyugal es el más complicado, porque no puede basarse en un capricho momentáneo ni en una ilusión aparentemente fuerte, pero que luego se desvanezca con facilidad (como muchas veces pasa con los amores románticos), sino que debe estar firmemente asentado sobre la confianza mútua y una compenetración de los caracteres verdaderamente especial.

Conviene comentar el caso de la poligamia (o su pariente, la poliandria, que también se practica en alguna parte del mundo). Personalmente no estoy en contra, y me parece absurdo que en España, por ejemplo, sea un delito. Si tres personas se encuentran a gusto juntas, pues oye, ellos sabrán. Me parece bastante ridículo que una sociedad que se jacta de su tolerancia hacia las parejas del mismo sexo, penalice de esa manera otras uniones. Una muestra más de nuestra hipocresía y de nuestra modernidad de fachada. Pero en cualquier caso, creo que la poligamia está condenada a ser un problema. Si ya es difícil llevar una vida en común con una mujer, no quiero ni pensar lo que supondría hacerlo con dos; e igualmente veo muy complicado que dos hombres convivan con una sola mujer. Es casi inevitable, además, que surjan rivalidades y que una de las tres personas se sienta desplazada, que crea ser "el tercero en discordia". Respeto la poligamia, pero me parece algo muy inestable y difícilmente viable.

En la siguiente parte del artículo comentaré cómo se combinan los tres tipos de amor.

Imagen: http://amigurumisatutiplen.blogspot.com/2010_11_01_archive.html

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