jueves, 20 de marzo de 2008

Mover las cosas desde abajo

Mientras muchos disfrutan de sus vacaciones de Semana Santa, yo estoy por aquí trabajando (es tradicional en mí pedirme las vacaciones en días atípicos). Pensé que serían días tranquilos puesto que nuestros clientes también están de vacaciones y muchos de nuestros jefes tampoco están. Sin embargo, ayer hubo varias personas cabreadas por la falta de coordinación entre departamentos y por tener que hacer cosas que, en teoría, no son asunto suyo. Hoy también hemos tenido una instructiva reunión informal entre varios de los que estamos aquí sobre el siempre espinoso tema del control de calidad y la necesidad de convencer a nuestros jefes de que hay que dedicar recursos a ello.

Siempre he pensando que los españoles, en general, no somos buenos empresarios. Y no sólo no somos buenos empresarios, sino que tampoco valemos para mandos de una empresa ya creada. Salvo raras excepciones, nos volcamos en el individualismo, tiramos balones fuera, y somos intransigentes en las negociaciones. Apenas hacemos reuniones o, si las hacemos, es para echarnos las culpas, quitarnos los problemas de encima y no llegar a ninguna conclusión concreta de la que quede constancia y sobre la que haya un compromiso firme.

Hoy, un compañero que ha estado en una multinacional alemana comentaba que la cultura allí era completamente diferente. Se realizaba un extraordinario trabajo en equipo, aunque quizás cada individuo no fuese excelente, mientras que aquí se realizan auténticas proezas a nivel individual, pero no se sabe coordinar el esfuerzo. Cada cuál hace la guerra por su cuenta. En lugar de un ejército de soldados mediocres pero bien coordinados, somos un grupo de esforzados boinas verdes que no se saben comunicar ni coordinar, por lo que, ante un enemigo bien preparado, no tenemos ninguna posibilidad. Podremos realizar algunas acciones meritorias, pero a la postre perderemos.

Estábamos indagando sobre cómo mover este tema y yo he defendido que la única manera es convencer a "los de arriba" de que sale rentable hacer las cosas bien. El defecto general del español es ese: cree que le va a salir más a cuenta ir a su bola, y se equivoca. Si comprendiese lo que ganaría coordinándose bien con otros, a buen seguro que escogería esa opción. Pero no lo comprende: Cree que lo mejor para él es crearse un "nicho" en el que realice bien su trabajo y listo. Los demás, ya se apañarán, pero sobre todo que no metan las narices en lo que él hace, que es su mundo, su terreno. La persona no se identifica con un objetivo, con un proyecto, sino que se identifica con un puesto. Él está en su puesto haciendo su trabajo y cobrando a fin de mes, y a partir de aquí, que no le expliquen nada. En un trabajo bien coordinado, el puesto no es algo esencial ni definitivo. Por supuesto que el trabajo total del proyecto se divide y se reparte, pero este reparto puede cambiar, así como las tareas asignadas a cada parte del proyecto, e incluso el proyecto mismo. Además, se cuida la comunicación entre las partes, y a la mínina que se detecta una descoordinación, se convoca reunión para aclarar cómo se debe funcionar. En un proyecto bien dirigido, la intercomunicación es uno de los objetivos fundamentales, mientras que el trabajo individual bien hecho se presupone. En un proyecto mal dirigido, todo el mundo se vuelca en hacer bien una cierta tarea que le han dicho que debe hacer, pero nada más. Si resulta que su trabajo está resultando inútil al proyecto o no es el más adecuado para la siguiente fase de la cadena, le da igual, no es su problema, y tampoco hay nadie por encima que se encargue de cuidar estos temas.

Existe también el típico vicio por parte de los mandos de creer que su labor consiste simplemente en "distribuir marrones". Van llegando problemas y ellos los distribuyen entre sus subordinados; van llegando peticiones de informes por parte de quien está más arriba y ellos piden a su vez informes a la persona que se encarga (porque una vez más, es una persona, no un equipo). Nada más. No se sabe asumir el liderato de los proyectos, involucrarse en ellos. Se ve al vecino del departamento de enfrente como a alguien que te da problemas y al que puedes dejarle caer los tuyos cuando no sepas cómo salirte. Todo esto acaba perjudicando al conjunto, y por tanto a cada una de sus partes, o sea, a nosotros.

Se trata de toda una cultura contra la que hay que luchar, pero se hace difícil cuando desde la misma dirección general no hay una mentalidad diferente, que se propague hacia abajo. Mover las cosas desde abajo es difícil, porque el inmovilismo de quienes mandan no tiene otra solución que hacerles ver que les perjudica. Me pregunto si seremos capaces de hacérselo ver.

Imagen: http://almarobin.blogia.com/2007/111601-trabajo-de-investigacion-en-el-aula.php

1 comentario:

Johnny Tastavins dijo...

Con la mentalidad española es difícil progesar hacia niveles de excelencia en calidad y por tanto organizativa. Pero no te preocupes, aprenderemos a hostias. Hasta hace 7 años, cuando iban mal dadas devaluábamos la peseta y a correr. Nos hacíamos un poco más pobres pero exportábamos más y adelante.

Ya no. Ahora nos sacuden por calidad (alemanes, franceses), por diseño (italianos, nórdicos) y por costes (chinos, asiáticos en general y europeos del este). Estos tres factores (calidad, diseño, costes) más algunos otros son los que definen la famosa competitividad en la que vamos destacados a la cola de Europa. Aprenderemos cuando veamos que somos peores y más caros y más simples y más ineficientes, y no vendemos un clavo. Entonces, para los que no haya sido demasiado tarde, llegará la reconversión a empresas más modernas, eficientes y organizadas, lideradas siempre por alguien con un poco más de visión que los demás.