sábado, 20 de diciembre de 2008

María y otras maneras de divertirse (II)

Los comentarios al artículo anterior me llevan a seguir hablando de lo mismo. En vista de lo amplio que resulta el tema y de lo precisas que deben ser las opiniones para que no den lugar a confusión, creo que vale la pena detallar más.

En primer lugar, un par de puntualizaciones: No pretendo discutir el tema de la legalidad. En ningún momento digo si los porros (o cualquier otra cosa) deben ser legales; ahí no entro ni salgo (aunque en el caso del tabaco, me alegro de que por fin se pueda estar en los locales de Barcelona sin tragar humo, cosa que echo mucho de menos cuando voy a Madrid). Tampoco entro mucho en si son perjudiciales o no. Prefiero dejar esa cuestión un poco abierta, como ya apunté en el arftículo anterior. Desde luego, buenas no creo que sean; pero no sólo los porros, sino el tabaco, o el alcohol mismo, a menos que se consuman muy, muy esporádicamente. Ahora bien, en el fondo esa tampoco es la cuestión para mí.

La única intención del artículo anterior (y de éste) era dar mi opinión (personal e intransferible, como siempre, y posiblemente errónea, como no pocas veces) al tiempo que especulaba (fijaos que varias frases empezaban por la palara "supongo") sobre las posibles causas del consumo. Nada más. ¿Que cada cual es libre de practicarlo? Por supuesto, por eso al final del segundo párrafo digo "Yo no comparto su afición, pero tampoco me meto con ellos". No pongo en duda el tema de la libertad personal, ni es ese el debate que planteo.

A fin de cuentas, lo que yo me planteo es: ¿Qué lleva a una persona a consumir ciertas sustancias que alteran su estado de ánimo, pese a los posibles inconvenientes que le puedan suponer (gasto económico, posible efecto sobre la salud, posibles problemas legales)? No es una cuestión exclusiva de la marihuana; lo mismo podría decirse de cualquier otra cosa, el tabaco mismo. Me he centrado en los porros porque veo que el debate alrededor de ese tema es mucho más reducido; sobre el tabaco y el alcohol se ha hablado hasta la extenuación, mientras que los porros parecen un tema medio tabú sobre el que apenas se opina, no sé por qué razón. Pero el debate es exactamente igual.

¿Que una persona puede consumir alguna sustancia de este tipo por múltiples razones? Sin duda. Igual que por un lado hay quien se toma una pequeña cantidad de whiskey selecto en su casa, de higos a brevas, y por otro lado hay borrachos que acaban por el suelo vomitando, también habrá, digo yo, el mismo contraste con cualquier otra sustancia. No pretendo hacer ninguna cruzada contra nadie ni quitarle a nadie ningún derecho, como puede verse si se lee la segunda mitad del segundo párrafo del artículo anterior; ahora bien, por mucho que uno tenga derecho a hacer ciertas cosas, no por ello no vamos a poder dejar de preguntarnos sobre las causas de esas acciones. Uno tiene perfecto derecho a emborracharse, y yo mismo he ido a veces algo "cargado", pero ¿por qué no iba a preguntarme sobre las razones de ello? El filósofo debe enfrentarse a todas las cuestiones, y nuestros vicios son, seguramente, la más interesante de todas. No podemos dejarla de lado por temor a sentirnos criticados o a que parezca que se pone en duda nuestra libertad; al contrario: reflexionar sobre nuestros hábitos nos hace ser más conscientes de lo que hacemos y, por tanto, más libres de verdad.

Se dice (y algunos comentarios anteriores lo corroboran) que se hacen muchas de estas cosas para lograr estados alterados de conciencia. Otros dicen que porque les gusta el sabor. Ahora bien, esto ya nos hace distinguir dos tendencias: la primera es la de quien simplemente consume la sustancia como cualquier comida o bebida; por ejemplo, quien bebe whiskey sólo porque le gusta el sabor, igual que come turrón o helado de vainilla. La segunda es la de quien busca algo que va más allá del sabor, y pretende sentir unos efectos especiales que produce esa sustancia, para los cuales quizás haya que consumirla en una cierta cantidad (es el caso de las borracheras).

Uno podría, por tanto, querer ir más lejos y centrarse en el segundo caso, para preguntarse por qué tiende el ser humano a buscar estos estados alterados de conciencia. No quiere esto decir que sea bueno ni malo, es simplemente una pregunta. La primera respuesta que se me ocurre a esa pregunta es la misma que para el sabor: resulta agradable a los sentidos, o sencillamente es divertido. Pero este caso no es interesante (sería el caso de quien, por ejemplo, pilla una pequeña borrachera cada varios meses o cada año; un capricho parecido, supongo, al de subirse a la montaña rusa alguna vez); el interesante es segundo caso, el de la persona que lo practica como una costumbre, y ese caso es el que nos lleva a otra cuestión que era la que motivaba el artículo anterior: Si en ocasiones se buscan estos estados alterados con tanto interés como para gastarse mucho dinero, tomarse muchas molestias y arriesgarse a tener problemas, significa que la búsqueda de estos estados no es un simple divertimento, sino una necesidad, un vicio o al menos un capricho bastante fuerte. Porque claro, no supone el mismo follón entrar en un bar y pedir un chupito que tener que molestarse en buscar contactos para conseguir "chocolate", pagarlo (a un precio nada barato, por lo general) y luego ojito con lo que haces para que no te pillen con él antes de haberlo consumido. Como esta tendencia a buscar imperiosamente el consumo de estas sustancias (el alcohol mismo para emborracharse) es común en nuestra sociedad, es aquí donde aparece la siguiente pregunta: ¿Por qué en tantas personas acaba surgiendo el vicio de recurrir a estos estados alterados? Y la única respuesta que yo encuentro (lo siento, pero nadie me da una alternativa creíble) es la de que la gente necesita evadirse un poco de los problemas y los aspectos más tristes de la vida. Eso no quiere decir que estas personas sean despreciables ni que sus vidas sean absolutamente grises y vacías de sentido; hasta el más pintado tiene problemas que necesita olvidar, no es nada por lo que haya que avergonzarse, la vida es así de jodida para casi todos. Por eso repito una vez más, como ya hice en algún comentario, en que el texto anterior no pretende ser despreciativo; sólo busca respuestas a una pregunta.

Insisto: las personas a las que afecta esta pregunta no son todas las que consumen las sustancias. Quien se toma un vasito de whiskey en su casa una tarde, o le da una calada a un porro cada seis meses, y porque se lo pasan, evidentemente no están tomándose una molestia tan grande como para que veamos en ellos una necesidad. Hablo de quienes se emborrachan y de quienes disfrutan yendo "fumaos". Yo creo que esas personas necesitan calmar muchos males; y ver que una persona necesita calmar muchos males, no me hace sentir bien, esa es la verdad. Como ya dije en un comentario del artículo anterior, eso no quiere decir que no haya personas fantásticas que, a pesar de todo, busquen habitualmente estos "estados alterados". Aparte de todos los simpáticos "borrachines" que conozco, una de mis amigas, que es de las personas más fantásticas y extraordinarias que conozco, es fumadora casi diaria de porros, y la aprecio un montón. Pero desde luego, no aprecio su costumbre. Lo siento, qué le vamos a hacer.

Imagen: http://notcompliant.blogspot.com/2007/09/no-soy-un-alcoholico.html

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Como aclaración, decir que yo hablo de la gente que consume de forma responsable, no de los adictos, que muchas veces se les suele meter en el mismo saco.

Por un lado, creo que me das la razón en el hecho de que el problema no es de la sustancia en sí, sino del uso que le demos nosotros. Una copa de vino en las comidas dicen que es bueno para el corazón (yo no lo sé), pero dos botellas te pueden dejar en el sitio. ¿De acuerdo en eso?

Por otro lado, si quieres podemos profundizar en el tema de los estados de conciencia, que creo que es lo realmente interesante del hilo.

Comentas que se hace por evadirse de la realidad; por supuesto, pero sin la connotación negativa que le das a la frase. La alteración no busca el dejar de pensar por unas horas en el trabajo, la familia o los problemas personales, ni en nuestras grises vidas, sino en lograr estados que de otra forma no podríamos obtener.

Durante toda la historia del hombre se han usado sustancias para lograr este propósito. Con la llegada de las religiones monoteístas se empezaron a sustituir los trances asociados al consumo de dichas drogas por el concepto horrible, en mi opinión, que supone la revelación. A partir de entonces el consumo empieza a perseguirse, grosso modo, y algo que estuvo a nuestro servicio desde hace miles de años comienzó a verse con malos ojos por esas personas que son las únicas capaces de decir lo que es bueno y lo que es malo para el resto: los gobiernos y los moralistas (que suelen ir de la mano).

Sobre la adicción entramos ya en un tema de abuso de la sustancia, pero vuelvo a lo de antes: el problema no está en la marihuana, por ejemplo, sino en nosotros. Si alguien se fuma un porro para poder dormir y si al no fumarlo no puede pegar ojo, no debería visitar a un tipo que le ayude a dejar de fumar, sino a un experto en insomnio, por ejemplo.

Parece absurdo o se ve como algo estúpido el que alguien busque alterar su percepción. No sé hasta qué punto hay que buscar los motivos de por qué alguien consume o deja de consumir o quiera llegar a ese estado alterado, pero creo que lo que no se puede generalizar es el hecho de que los que alguna vez lo hacemos, lo hagamos por una triste existencia. Ni mucho menos. Es nuestra libertad de saber que esto está a nuestro servicio y podemos decidir si queremos consumir o no; tal vez algún día haya que pagar el peaje por haber viajado en dichos medios, pero es entonces cuando tendremos que ver si realmente hemos aprendido lo suficiente en dichos estados como para saber que ha merecido la pena.

Un saludo.

P.D.1. Esto no pretende ser, en absoluto, un canto al consumo de drogas. Que cada cual consuma con responsabilidad y libertad, yo no soy quién para decirle a nadie lo que tiene que hacer.

P.D.2. A ver si tratamos el tema cuando nos veamos en persona, que tal vez contándote de 'viva voz' el por qué yo he consumido o consumo, quede todo más claro que un mensaje torpemente redactado al levantarme de la siesta :)

monsieur le six dijo...

Pues si esto está torpemente redactado al levantarse de la siesta, cómo sería si se hubiera hecho con tiempo :) ¡Muchas gracias por el comentario!

Sí, en el segundo párrafo de tu comentario estamos de acuerdo.

Veo que tú lo enfocas centrándote, por ejemplo, en el uso que le daban muchos músicos (en los años 60 y 70 sobre todo), o los escritores de finales del XIX y principios del XX, y cosas así... claro, son casos y casos.

También se podría examinar el tema según la experiencia del consumo de opio en el siglo XIX, algo que aparece retratado, por ejemplo, en alguna obra de Oscar Wilde, no muy positivamente, creo recordar. De todos modos, no conozco mucho ese tema.

Aquí también entran, sobre todo, las experiencias personales de cada uno. Por mi parte, las veces que he visto a personas consumiéndolas no he tenido la impresión de que estuvieran haciendo nada místico ni elevado; más bien al contrario. Y los efectos que he visto en los consumidores habituales, tampoco me han dado buena espina, cuando no mucho mal rollo, esa es la verdad. Estoy hablando de experiencias reales, no especulaciones. Por supuesto, otras personas pueden haber tenido otras experiencias, mucho más positivas.

Para mí la comparación con las borracheras es muy clara: sí que a veces las borracheras "ligeras" ayudan a animar la noche cuando la gente sabe coger sólo "el puntillo", pero muchas veces no es así, y desde luego, quienes se empeñan en emborracharse cada semana, para mí tienen un problema, sin que esto implique que quien se pida una cerveza en un bar sea un desgraciado (porque entonces yo debo ser un desgraciado de la hostia XDD).

Pero como bien dices, el problema está en las personas, no en la sustancia, en eso siempre estaremos de acuerdo. Y esto vale tanto para los porros como para todo lo demás.

¡Un saludo!

Por cierto: al igual que tus comentarios no pretenden alentar el consumo de drogas, los textos que yo escribo no pretenden menospreciar a nadie ni coartar su libertad individual; cada cual que haga lo que le parezca según su propia responsabilidad; yo sólo plasmo mis impresiones personales y mis gustos.

Anónimo dijo...

Aquí también entran, sobre todo, las experiencias personales de cada uno. Por mi parte, las veces que he visto a personas consumiéndolas no he tenido la impresión de que estuvieran haciendo nada místico ni elevado; más bien al contrario. Y los efectos que he visto en los consumidores habituales, tampoco me han dado buena espina, cuando no mucho mal rollo, esa es la verdad. Estoy hablando de experiencias reales, no especulaciones. Por supuesto, otras personas pueden haber tenido otras experiencias, mucho más positivas.

Hombre, en esto también puedo estar de acuerdo en que una persona 'viajando', visto desde fuera, debe ser ridículo o absurdo de cojones, sin tintes de misticismo alguno xD

Sobre los efectos que has visto en los consumidores habituales ahí no puedo entrar, ya que tal vez estemos hablando (o no) de gente adicta que tal vez necesite algún tipo de tratamiento; pero no hay que confundir al consumidor ocasional, con el habitual.

Por mis experiencias con marihuana la única que realmente mereció el calificativo de experiencia introspectiva fue una que tuve este verano (*). Por supuesto pasé por lo que se suele decir la típica fase de risas pero luego me adentré en otra que, por decirlo con palabras pseudopoéticas xD, era como estar asomado a una tapia, con las risas a tu espalda y algo desconocido detrás del muro. Por así decir, lo que te encuentras detrás de la pared no tiene por qué ser agradable en absoluto, pero para mí fue una experiencia absolutamente enriquecedora que tal vez alguna vez comentemos en persona, que por internet tampoco es plan.

¿Y a qué venía todo esto? A que, posiblemente, desde fuera se me viese como un tipo que no quiso relacionarse con el resto de la gente durante dos horas, estando callado y con los ojos cerrados; pero desde dentro la experiencia fue tremendamente constructiva.

Eso con marihuana, con hongos psilocibios ha sido todo mucho más intenso y enriquecedor, sin tener por qué ser todo agradable, precisamente.

¡Un saludo!

(*) El problema de mucha marihuana, sin ser yo un experto, que el secado en según qué condiciones 'desnaturaliza' el THC del cannabis, logrando el efecto de amodorramiento en lugar del psicoactivo.

monsieur le six dijo...

Pues sí, a ver si pronto podemos comentarlo en persona :)

He encontrado la cita de Oscar Wilde que mencioné antes. Se trata del capítulo 16 de El retrato de Dorian Grey, que puede encontrarse aquí, por si a alguien le interesa. Básicamente son los primeros párrafos los que describen el "ambiente" de la época y los síntomas, así como las razones que intuye Dorian Grey (parecidas a las que yo explico).