lunes, 13 de febrero de 2012

Sobre lealtades e infidelidades

Comenzaré yendo al grano: No estoy a favor de la fidelidad. La respeto, pero me parece un lujo innecesario.

Defiendo el amor libre; siempre lo he defendido y me cuesta mucho creer que no vaya a morirme defendiéndolo. Es algo plenamente arraigado en mí, probablemente uno de mis principios más irrenunciables, el de que el amor debe poder sentirse libremente, sin que esté ligado a una sola persona. Pero estoy a favor de la lealtad. Este término, que a algunos les sonará extraño y casi como pasado de moda, no es sinónimo de fidelidad. Para nada.

Ser fiel a una persona (a una pareja, se entiende) significa no amar y sobre todo no tener sexo con ninguna otra. Es como ser fiel a una marca: si compras chocolate Nestlé y eres fiel a la marca, nunca comprarás Toblerone.

Ser leal significa no engañar. Si yo digo que haré A, pues hago A. No digo que haré A y después voy y, sin que se entere mi pareja, hago B.

Nótese que ambas cosas son muy distintas. De hecho, no tienen nada que ver. Yo puedo no tener sexo con otra persona que no sea mi pareja, pero engañarla en muchas cosas. Seré entonces fiel, pero no leal. Igualmente, puedo decirle francamente que me acuesto con otras personas. Seré entonces leal, pero no fiel.

Ser infiel y leal al mismo tiempo, me parece una situación óptima. Resulta difícil, porque no siempre la persona que está con nosotros va a aceptar la infidelidad, pero aquí es donde entra nuestra capacidad para ser sinceros y mostrarnos tal y como somos, dando así también a nuestra pareja la oportunidad de aceptarnos o de rechazarnos, según crea conveniente. Es un ejercicio de valor por ambas partes.

La lealtad es, para mí, un valor importante. Dice mucho de la nobleza de una persona. La fidelidad, me parece un capricho perfectamente prescindible, cuando no un inconveniente molesto, una presión gratuita. En realidad, no es más que una manifestación de celos, y una muestra de nuestro miedo; miedo a perder a nuestra pareja, a que encuentre a alguien que le gusta más. Y a mí esto me resulta muy exótico, porque incluso encontrar a alguien que te gusta más, no significa que vayas a dejar a la persona con la que estás ahora. Del mismo modo que uno no tiene un solo amigo, sino varios (aunque pueda haber siempre un "mejor amigo"), creo que en el amor esto también es posible. Incluso me atrevería a decir que en ocasiones puede ser positivo para la pareja, porque evita que las dos personas se centren demasiado la una en la otra; porque nos permite salir de vez en cuando de la monotonía y, de este modo, poder volver a ella más relajados; porque incluso puede llegar a darnos algo que nos falte en nuestra pareja, permitiéndonos así continuar con ella al mismo tiempo, sin agobiarnos.

Creo que nuestra sociedad, que tanto presume de moderna y abierta, tiene aún este prejuicio de la fidelidad muy arraigado. Y qué queréis que os diga, me parece una lástima.

Imagen: http://www.peatom.info/negocios/119874/la-cadena-de-la-deuda-puede-estallar/

1 comentario:

Anónimo dijo...

Interesante reflexión, concuerdo totalmente. Aunque lo que tú lllamas fidelidad, yo lo llamaría monogamia, y lo que tú llamas lealtad, para mí es la auténtica fidelidad. En otras palabras: el único compromiso que tenemos con nuestra pareja es ser honestos, así la vida es mucho más sencilla y divertida. Si mi pareja se siente atraída por otra persona o quiere tener romance y sexo, lo considero algo probable en una relación duradera, y por tanto, negociable. Prefiero saberlo y vivir en la realidad que en apariencias falsarias.