Hay veces que estás a punto de conseguir algo que anhelabas, y justo cuando ya alargas la mano para alcanzarlo ves que se aleja; vuelves a acercarte y se aleja más... como si fueses un burro al que alguien le pone una zanahoria delante para que camine sin cesar. Llevo ya unos días con esa sensación. Será que últimamente se suceden mucho estas situaciones en mi vida, y voy pasando de reconciliación a separación o viceversa, como si el destino me las mezclase para compensar, y que así no todo fuese absulutamente horrible ni absolutamente bonito.
Entenderse con las personas es algo complicado, y probablemente uno de los mayores retos de nuestra vida es precisamente el de entender a los demás y hacernos entender nosotros mismos, pero hay temporadas en las que parece como si hablásemos otro idioma, o como si la comunicación estuviera llena de interferencias. ¿No habéis tenido nunca la sensación de que queréis aclarar algo con alguien y de pronto parece como si cada frase aún lo pusiera más difícil, como si cada intento por arreglar los malentendidos sólo crease otros nuevos y peores?
Si reflexionamos sobre las peleas que a veces separan a las personas, veremos que en más de tres cuartas partes de los casos se deben a simples malentendidos. Tan triste como cierto. Amigos o parejas que antes compartían todo dejan de hablarse porque uno dijo algo alguna vez que al otro no le acabó de cuadrar (quizás simplemente porque lo entendió mal o el otro no supo explicarlo bien), y al intentar aclararlo salieron a la luz otros temas en los que ninguno quiso ceder por orgullo, con lo que al final acabaron siendo enemigos. He llegado a ver peleas acaloradísimas por una discusión en la que los que la mirábamos desde fuera veíamos atónitos que en el fondo ambas partes estaban diciendo lo mismo, y todo venía a raíz de matices y maneras de entenderlo, que cada cual quería que se tomaran al pie de la letra por una simple cuestión de cabezonería. Son escenas muy tristes, pero extrañamente frecuentes.
A menudo la reconciliación es tan sencilla como darse cuenta de que en el fondo no existe tanta distancia, y entender que, si ponemos buena voluntad por ambas partes, todo es posible. Dos personas con buena voluntad podrán ser muy amigas aunque discrepen en casi todo, porque no estar de acuerdo en algo no es tan importante como el sentimiento de amistad; en cambio, quienes anteponen su orgullo y su capricho a lo demás, acabarán enemistados por cualquier tontería que se presente.
A veces hace falta tiempo para que se produzca esa combinación de estados de ánimo en la que ambas personas pueden volver a comunicarse, a entenderse. Espero que no sea mucho en este caso; yo por mi parte, intentaré tener siempre la actitud positiva que hace falta para que eso ocurra, pero a partir de ahí quizás haya que esperar, igual que tuve que esperar en otros casos en los que el final fue feliz. Pero esto es como cuando cocinas según qué comidas: no tienes que tocar nada ni añadirle nada, pero sí esperar a que se enfríe para seguir cocinando.
Foto sacada de: http://www.edining.ca
2 comentarios:
A veces no hace falta ni esperar a que se enfríe como pasa en la cocina sino que lo mejor es pillar las cosas en caliente, no dejar que acaben en el olvido o que por desgana se haga como si no hubiese pasado nada.
Y si se cree que todo es por un malentendido, a que se espera para explicarselo a la otra persona?
Dejando que se enfríe solo se conseguira que aparte del "enfado" se enfríen las demás cosas.
Yo no pienso lo mismo. A veces el enfado es el que no deja que las explicaciones se comprendan, y mientras no pase, sólo consigues crear más malentendidos, porque la otra persona ya está siempre a la defensiva. Pero bueno, todo depende de la situación, claro.
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