No soy muy dado a ir al cine, porque eso de gastarme 8 euros (más lo que toque en palomitas y bebida) para acabar viendo una película rara vez extraordinaria, a menudo mediocre, y no pocas veces mala, pues no me convence. Por eso hace años que mi visita a la gran pantalla es muy esporádica.
Pero en esta ocasión, tratándose de la última creación de Clint Eastwood, la esperanza de encontrar algo interesante o, por lo menos, no demasiado malo, hizo que me decidiera a acompañar a mi chica a ver J. Edgar. Clint Eastwood es sin duda uno de los mejores directores de los últimos tiempos, y quizás de todos los tiempos, así que es apuesta casi segura. Casi, porque en esta ocasión defrauda un poco.
No se puede decir que la película sea realmente mala. Uno no sale pensando que ha tirado el dinero para ver un bodrio. No. Pero tampoco convence, tampoco emociona. Ciertamente las hos horas y pico de metraje no se hacen demasiado largas, lo cual quiere decir que el director ha sabido al menos mantener el interés y no aburrir al espectador. Pero constantemente está uno preguntándose cuándo llegará ese momento cumbre de la acción, esa escena sublime que queda en el recuerdo, ese toque maestro que te hace agarrarte a tu asiento y olvidarte de que estás en la butaca de un cine, para meterte en la piel de los personajes. No lo hay. Como mucho, destacaría el momento en que Hoover y su ayudante se declaran su amor de una manera un tanto extraña, pero efectiva, que por cierto, recuerda un poco a la de los personajes de Brokeback Mountain, una película que no me gusta nada, pero que se convirtió hace unos años en una especie de "clásico" en esto de la temática gay moderna.
Por lo demás, quizás aporta algo el recordatorio de Clyde, echándole en cara sus mentiras, lo cual sorprende al espectador, al cambiarle ciertas escenas que ha ido viendo hasta entonces. Y quizás también el diálogo con su madre, cuando ésta intenta apartarlo de sus tendencias homosexuales. Poco más. Por lo demás, las escenas se repiten mucho. Acabamos cansados de ver a Hoover enfadarse con sus empleados y llamarles la atención por su aspecto, acabamos cansados de ver cómo lleva la contraria a sus jefes, acabamos cansados de sus discursos sobre la historia y la moralidad americanas, de sus extorsiones a los presidentes, y hasta de la seductora media sonrisa de Tolson o de la fría eficiencia de su secretaria.
Hay algo que ya critiqué en La Dama de Hierro y que aquí vuelve a darse: el abuso del flashback, y la repetición de escenas. Solo que aquí la maestría de Eastwood consigue al menos dar un espacio a los actores para que muestren sus virtudes en algunas escenas, mientras que en la otra película, el guión era tan inconexo y los diálogos tan breves, que ni Meryl Streep podía salvarlo. Aquí, Di Caprio hace un papel discreto, en mi opinión. Sin llegar a hacerlo mal, creo que resulta monótono e inexpresivo. Se pasa prácticamente toda la película con la misma cara.
Por contra, el maquillaje de La Dama de Hierro era casi perfecto, mientras que en esta ocasión, la caracterización de Hoover, pero sobre todo de Tolson ya maduros, es francamente mejorable. Parecen dos mániquís.
En definitiva, una película que, sin llegar a ser mala, tampoco convence. Quizás para el público americano, al que el personaje de Hoover resulta más cercano y conocido, le llegue más; pero para un espectador español, las manías de este oscuro director del FBI no resultan de especial interés.
Imagen: http://www.strangecultureblog.com/2011/04/reel-people-leonardo-dicaprio-is-j.html
Pero en esta ocasión, tratándose de la última creación de Clint Eastwood, la esperanza de encontrar algo interesante o, por lo menos, no demasiado malo, hizo que me decidiera a acompañar a mi chica a ver J. Edgar. Clint Eastwood es sin duda uno de los mejores directores de los últimos tiempos, y quizás de todos los tiempos, así que es apuesta casi segura. Casi, porque en esta ocasión defrauda un poco.
No se puede decir que la película sea realmente mala. Uno no sale pensando que ha tirado el dinero para ver un bodrio. No. Pero tampoco convence, tampoco emociona. Ciertamente las hos horas y pico de metraje no se hacen demasiado largas, lo cual quiere decir que el director ha sabido al menos mantener el interés y no aburrir al espectador. Pero constantemente está uno preguntándose cuándo llegará ese momento cumbre de la acción, esa escena sublime que queda en el recuerdo, ese toque maestro que te hace agarrarte a tu asiento y olvidarte de que estás en la butaca de un cine, para meterte en la piel de los personajes. No lo hay. Como mucho, destacaría el momento en que Hoover y su ayudante se declaran su amor de una manera un tanto extraña, pero efectiva, que por cierto, recuerda un poco a la de los personajes de Brokeback Mountain, una película que no me gusta nada, pero que se convirtió hace unos años en una especie de "clásico" en esto de la temática gay moderna.
Por lo demás, quizás aporta algo el recordatorio de Clyde, echándole en cara sus mentiras, lo cual sorprende al espectador, al cambiarle ciertas escenas que ha ido viendo hasta entonces. Y quizás también el diálogo con su madre, cuando ésta intenta apartarlo de sus tendencias homosexuales. Poco más. Por lo demás, las escenas se repiten mucho. Acabamos cansados de ver a Hoover enfadarse con sus empleados y llamarles la atención por su aspecto, acabamos cansados de ver cómo lleva la contraria a sus jefes, acabamos cansados de sus discursos sobre la historia y la moralidad americanas, de sus extorsiones a los presidentes, y hasta de la seductora media sonrisa de Tolson o de la fría eficiencia de su secretaria.
Hay algo que ya critiqué en La Dama de Hierro y que aquí vuelve a darse: el abuso del flashback, y la repetición de escenas. Solo que aquí la maestría de Eastwood consigue al menos dar un espacio a los actores para que muestren sus virtudes en algunas escenas, mientras que en la otra película, el guión era tan inconexo y los diálogos tan breves, que ni Meryl Streep podía salvarlo. Aquí, Di Caprio hace un papel discreto, en mi opinión. Sin llegar a hacerlo mal, creo que resulta monótono e inexpresivo. Se pasa prácticamente toda la película con la misma cara.
Por contra, el maquillaje de La Dama de Hierro era casi perfecto, mientras que en esta ocasión, la caracterización de Hoover, pero sobre todo de Tolson ya maduros, es francamente mejorable. Parecen dos mániquís.
En definitiva, una película que, sin llegar a ser mala, tampoco convence. Quizás para el público americano, al que el personaje de Hoover resulta más cercano y conocido, le llegue más; pero para un espectador español, las manías de este oscuro director del FBI no resultan de especial interés.
Imagen: http://www.strangecultureblog.com/2011/04/reel-people-leonardo-dicaprio-is-j.html