A veces me he preguntado por qué los españoles odiamos o despreciamos "lo nuestro". No me refiero al jamón de pata negra o al vino de la Rioja, que eso sí lo apreciamos, sino a nuestra cultura. Leo o escucho continuamente a españoles diciendo que el cine español es un asco, o más interesados en leer a los novelistas de best-sellers americanos que a los de aquí, o grupos de música que al componer sus canciones deciden cantar en inglés pese a ser de Valencia, Madrid o Sevilla. Aunque la actitud es general, se centra sobre todo en la música y el cine. Al margen de que estas personas estén equivocadas o no en sus juicios, la pregunta que me hago es la misma que hacen continuamente los niños cuando empiezan a tener una cierta capacidad de compresión "¿y por qué?".
España es un país algo extraño en el desarrollo de su historia. Debido a ese peculiar "aislamiento cultural" que siempre hemos tenido, y que llevó a los extranjeros a acuñar aquel Spain is different, hemos vivido algo apartados del resto del mundo en muchos aspectos. Esto es algo que por sí mismo, no es bueno ni malo: simplemente se tiene una cultura algo especial. El problema viene cuando ese país encerrado en sí mismo, de pronto se abre (como ocurrió tras la muerte de Franco) y se empeña en incorporarse a las corrientes culturales que están, digamos, "de moda" en el mundo. De pronto se abre una brecha con el pasado, una discontinuidad insalvable, que obliga al español moderno a escoger entre dos Españas que no existen, una porque ya ha desaparecido y la otra porque todavía no se ha creado. Nadamos en un vacío cultural que, al no tener pasado ni futuro, tampoco tiene presente.
Musicalmente, por ejemplo, los jóvenes españoles difícilmente pueden identificarse con el folklore y las tradiciones musicales de nuestro país. Aunque les pueda gustar más o menos, ya no se le puede pedir a una española de, pongamos 20 años, que se vista con la peineta y el mantón de manila y se dedique a escuchar copla. Porque no, porque ya no pega. No es que la música que escuchaban nuestros padres o abuelos fuese mala, pero ya no es su momento. Ahora bien, ¿qué escuchar entonces? Pues quizás pop inglés o rock americano, o incluso música de baile latina... Bien, estas músicas sí están más en su momento, ya no nos parecerán tan desfasadas, pero por contra, no podemos dejar de verlas como algo extraño. El rock, por ejemplo, es una música anglosajona. No es que no haya buenos músicos de otros países que hagan rock, incluso en otros idiomas, pero nos pongamos como nos pongamos, es una música importada. Eso significa que un joven de nuestro país que quiera escucharla apenas contará con referencias (y todas ellas de muy poco calibre en comparación con las extranjeras) con las que identificarse. Consecuencia de ello es que muchas bandas acaban cantando en inglés, porque dicen que lo encuentran más normal, que en castellano "les suena raro". Y no les falta razón: Imaginemos que en Inglaterra se comenzase a poner de moda el flamenco. Los primeros aficionados que se reuniesen para cantar y tocar esta música en locales de Liverpool o Londres, ¿cantarían en inglés? Evidentemente no. Cantarían versiones de los clásicos andaluces, y luego, quizás al cabo de mucho tiempo, ese estilo se iría asimilando lo suficiente como para que unos pocos se atreviesen a cantarlo en inglés. Pero no porque una lengua sea mejor o peor que otra, sino porque al no haber tradición de algo, resulta raro. Quizás al final, tras varias generaciones, el nuevo estilo se llegue a asimilar como propio, pero para eso tiene que pasar mucho, mucho tiempo.
Del cine no puedo hablar tanto, pero por mis escasos concimientos considero que se encuentra también en una encrucijada. Las películas españolas de mediados de siglo eran bodrios censurados por el régimen y anclados en la mojigatería y las tradiciones de una sociedad dominada por los curas. El de la transición, una colección de payasadas y desnudos absurdos, con el objetivo de satisfacer a los españolitos ávidos de ver tetas, después de tanto tiempo soportando el cine del régimen. No tenemos un cine negro como el americano, por ejemplo, no tenemos tampoco una factoría musical "glamourosa" como Hollywood, no tenemos tampoco la tradición inglesa del humor o la francesa del erotismo y el cine filosófico. No tenemos tradición tampoco de cine histórico, como muy bien ha quedado patente en la pobre recreación de la España del XVII en Alatriste, película salvable, pero con muchas y graves deficiencias para tan alto presupuesto como se decía que tenía. Nuestro humor, del que tanto presumimos (quizás es de lo único que presumimos), sigue recurriendo a menudo a los bufones del estilo Santiago Segura. En general, está aún por crearse una tradición cinematográfica española de calidad, y a juzgar por los comentarios de la mayoría de cinéfilos, nos encontramos muy lejos de conseguirlo. Y mientras no lo hagamos, seguiremos sin pasado ni futuro, con unos artistas que no saben de dónde vienen ni a dónde van.
Imagen: http://www.hyparion.com/web/diccionari/dics/cartografia/imatges/brujula.jpg
España es un país algo extraño en el desarrollo de su historia. Debido a ese peculiar "aislamiento cultural" que siempre hemos tenido, y que llevó a los extranjeros a acuñar aquel Spain is different, hemos vivido algo apartados del resto del mundo en muchos aspectos. Esto es algo que por sí mismo, no es bueno ni malo: simplemente se tiene una cultura algo especial. El problema viene cuando ese país encerrado en sí mismo, de pronto se abre (como ocurrió tras la muerte de Franco) y se empeña en incorporarse a las corrientes culturales que están, digamos, "de moda" en el mundo. De pronto se abre una brecha con el pasado, una discontinuidad insalvable, que obliga al español moderno a escoger entre dos Españas que no existen, una porque ya ha desaparecido y la otra porque todavía no se ha creado. Nadamos en un vacío cultural que, al no tener pasado ni futuro, tampoco tiene presente.
Musicalmente, por ejemplo, los jóvenes españoles difícilmente pueden identificarse con el folklore y las tradiciones musicales de nuestro país. Aunque les pueda gustar más o menos, ya no se le puede pedir a una española de, pongamos 20 años, que se vista con la peineta y el mantón de manila y se dedique a escuchar copla. Porque no, porque ya no pega. No es que la música que escuchaban nuestros padres o abuelos fuese mala, pero ya no es su momento. Ahora bien, ¿qué escuchar entonces? Pues quizás pop inglés o rock americano, o incluso música de baile latina... Bien, estas músicas sí están más en su momento, ya no nos parecerán tan desfasadas, pero por contra, no podemos dejar de verlas como algo extraño. El rock, por ejemplo, es una música anglosajona. No es que no haya buenos músicos de otros países que hagan rock, incluso en otros idiomas, pero nos pongamos como nos pongamos, es una música importada. Eso significa que un joven de nuestro país que quiera escucharla apenas contará con referencias (y todas ellas de muy poco calibre en comparación con las extranjeras) con las que identificarse. Consecuencia de ello es que muchas bandas acaban cantando en inglés, porque dicen que lo encuentran más normal, que en castellano "les suena raro". Y no les falta razón: Imaginemos que en Inglaterra se comenzase a poner de moda el flamenco. Los primeros aficionados que se reuniesen para cantar y tocar esta música en locales de Liverpool o Londres, ¿cantarían en inglés? Evidentemente no. Cantarían versiones de los clásicos andaluces, y luego, quizás al cabo de mucho tiempo, ese estilo se iría asimilando lo suficiente como para que unos pocos se atreviesen a cantarlo en inglés. Pero no porque una lengua sea mejor o peor que otra, sino porque al no haber tradición de algo, resulta raro. Quizás al final, tras varias generaciones, el nuevo estilo se llegue a asimilar como propio, pero para eso tiene que pasar mucho, mucho tiempo.
Del cine no puedo hablar tanto, pero por mis escasos concimientos considero que se encuentra también en una encrucijada. Las películas españolas de mediados de siglo eran bodrios censurados por el régimen y anclados en la mojigatería y las tradiciones de una sociedad dominada por los curas. El de la transición, una colección de payasadas y desnudos absurdos, con el objetivo de satisfacer a los españolitos ávidos de ver tetas, después de tanto tiempo soportando el cine del régimen. No tenemos un cine negro como el americano, por ejemplo, no tenemos tampoco una factoría musical "glamourosa" como Hollywood, no tenemos tampoco la tradición inglesa del humor o la francesa del erotismo y el cine filosófico. No tenemos tradición tampoco de cine histórico, como muy bien ha quedado patente en la pobre recreación de la España del XVII en Alatriste, película salvable, pero con muchas y graves deficiencias para tan alto presupuesto como se decía que tenía. Nuestro humor, del que tanto presumimos (quizás es de lo único que presumimos), sigue recurriendo a menudo a los bufones del estilo Santiago Segura. En general, está aún por crearse una tradición cinematográfica española de calidad, y a juzgar por los comentarios de la mayoría de cinéfilos, nos encontramos muy lejos de conseguirlo. Y mientras no lo hagamos, seguiremos sin pasado ni futuro, con unos artistas que no saben de dónde vienen ni a dónde van.
Imagen: http://www.hyparion.com/web/diccionari/dics/cartografia/imatges/brujula.jpg
1 comentario:
Efectivamente nos falta ese punto de madurez colectiva que nos permita apreciar y cuidar lo propio por encima de lo ajeno.
No aplaudiría un chauvinismo francés, pero si algo más de autoestima de la que andamos faltos. Y aunque no lo parezca, no será porque no tengamos referentes a los que agarrarnos : un Antoni Gaudí, un Pablo Picasso, un Joan Miró, un Pau Casals, un Luis Buñuel y podemos seguir por verdaderos genios del flamenco, arte genuino español y de alcance universal (aunque muchos son incapaces de entenderlo y apreciarlo).
Es trabajo de todos aprender a apreciar y querer nuestros rasgos, nada que se pueda hacer en un día, claro, pero tampoco nada imposible.
Publicar un comentario