miércoles, 19 de septiembre de 2012

Una visión alternativa sobre la "emprendeduría"


Hará cosa de un año o dos, me llegó una invitación para asistir a unas conferencias sobre algo que está muy de moda, y que determinados círculos han bautizado con la divertida palabra "emprendeduría". Es decir, la creación de empresas. El emprendedor (lo de "empresario" está mal visto y nos recuerda a un tipo gordo y con cara de mala hostia que se pasea en su Mercedes fumando un puro) es un tipo guay. El superhéroe de nuestra época, sobre todo en España, donde tanto se está criticando últimamente el carácter tradicionalmente pasivo y poco emprenderdor del español medio.

Pues bien, el caso es que me hizo gracia ver como estaba el tema, y fui. Eran una serie de conferencias, algunas bastante interesantes, que me hicieron ver las cosas de otra manera; pero probablemente en el sentido contrario al que pretendían sus organizadores. Me explico: antes de ir a las conferencias, yo comulgaba bastante con esa idea de que el emprendedor es la hostia. Un tipo que se arriesga, que crea empleo (aunque esto último es matizable), que dinamiza la economía... Cuando salí de allí, me di cuenta de que los emprendedores son, junto con los becarios y los subcontratados, una especie más explotada por el sistema; con la diferencia de que la mayoría no son conscientes de esa explotación. Pero vayamos poco a poco, que si no no se entiende.

La financiación

Algunas conferencias iban sobre el tema de la financiación. Se habló mucho de los business angels, es decir, tipos con pasta (o incluso empresas) que ponen capital para impulsar a ciertos emprendedores. Dicho así, con esas palabras (ojo a la palabra "angels", que tiene narices), parece encantador, como si lo hicieran de manera desinteresada. Nada más lejos de la realidad. Son, en realidad, inversores que quieren realizar operaciones de altísimo interés (hablamos incluso de doblar o triplicar la inversión inicial en un par de años), a cambio de asumir el riesgo de la empresa. Y no lo hacen así como así, sino a menudo a través de empresas intermedias que filtran miles de proyectos y los reducen a una pequeña bolsa de 10 o 20, que tienen posibilidades reales de éxito.

En definitiva, un fondo de inversión como cualquier otro, pero con un nombre bonito.

Aprovecho para puntualizar que se hablaba sobre todo de empresas relacionadas con las nuevas tecnologías, la informática, etc. Montar un bar es otra historia. Por eso el paradigma del triunfador, el modelo que se presentaba para animar a los futuros emprendedores, era Google.

También se habló de financiación por parte de las administraciones. Era reducidísima, y sólo a través de avalarlo casi hasta con tus órganos. Vamos, nada que no pudiera hacer un banco cualquiera.

De todo esto puede sacarse una primera conclusión: Si esperas financiación, ya puedes ir avalando con todas las posesiones que tengas, si es que tienes, porque si no, no habrá dinero para arrancar. En un caso muy poco probable, si tu proyecto es muy, muy interesante y te mueves mucho, quizás algún inversor ponga parte de la pasta (ojo, una parte no muy grande), a costa de devolvérsela con unos intereses acojonantes, y muy a menudo con una parte de la propiedad de la empresa. Y encima los llamán "ángeles".

Pero hasta aquí todo normal. Sigamos. En casi todas las conferencias se habló de la bajísima probabilidad de éxito de una empresa nueva. En los primeros dos años de actividad, la mayoría de empresas desaparecían. De las que sobrevivían, tan sólo una pequeñísima parte conseguían luego crecer y llegar a ser empresas "con cara y ojos". El resto, o desaparecían, o quedaban estancadas como eternas pymes, donde se trabajaban muchas horas para, simplemente, sobrevivir. Hablamos de un 2%, un 4% de verdadero éxito final. Ciertamente, cifras muy bajas teniendo en cuenta el riesgo que se asume y lo mucho que hay que trabajar.

La paradoja de la investigación

Lo más divertido era enterarse de que, de las poquísimas empresas que llegaban a abrirse paso con un futuro prometedor, la mayoría acababan siendo adquiridas por los gigantes del sector, que se plantaban ante los propietarios con ofertas de esas que no se pueden rechazar. Los antiguos emprendedores, o bien pasaban a formar parte del personal de la gran empresa (Dios sabe por cuánto tiempo), o bien se iban con la pasta y montaban otra start-up. Si la suma era muy elevada, quizás se dedicasen el resto de su vida a veranear en la Polinesia, pero no era lo más habitual. Resultaba curioso incluso enterarse de que las grandes empresas apoyaban la aparición de estas start-ups. Uno podía pensar que para el gran empresario eran un riesgo, y que por tanto querría aplastar a todos estos pequeños futuros competidores en potencia; pero no. Todo lo contrario. Veamos por qué: 

Imaginemos que un gigante como Apple (por decir algo) quiere lanzar nuevos productos exitosos. Una opción es tener un enorme y costosísimo departamento de I+D, dividirlo en equipos (pongamos 10 equipos), y encargar a cada equipo que se invente algo. Al cabo de un tiempo, se hace una presentación de cada novedad, se seleccionan los proyectos más interesantes (pongamos que sólo la mitad lo son) y se sacan al mercado. Una vez en el mercado, quizás uno o dos de ellos tengan éxito, pero muy posiblemente el resto sean fracasos. ¿Qué conclusión sacamos? Hemos financiado a 10 equipos de I+D durante, pongamos, 1 año, para acabar sacando 1 o 2 productos rentables. El resto son pérdidas.

Ahora imaginemos que Apple, en lugar de hacer eso, simplemente contrata a unas personas para que sondeen el mercado buscando pequeñas empresas que están empezando a abrirse paso con ideas interesantes. Pongamos que en 1 año estas pocas personas sondean unos cuantos centenares de empresas, de las cuales seleccionan 10. De esas 10, los directivos deciden comprar 2. Resultado: Apple se ha gastado una pasta en comprar esas 2 empresas, más el sueldo de los "sondeadores" del mercado. Pero fijémonos en dos diferencias:

1. No hay apenas riesgo: como se están comprando proyectos que ya están en el mercado y que se sabe que están gustando a los consumidores, el éxito tras la compra está prácticamente garantizado.
2. En lugar de 10 proyectos, se pueden haber sondeado centenares, quizá miles, con lo cual es más probable llegar a encontrar algo interesante. Con la opción de crear equipos internos de investigación, podría pasar perfectamente que ninguno de los 10 acabase teniendo éxito. Y crear centenares de equipos hubiera sido inviable y costosísimo.

Es decir, que a las grandes empresas les sale más a cuenta que emprendan otros y, si tienen éxito, comprarles su empresa. Cierto que esa compra les cuesta un dinero, pero mucho menos que lo que les costaría crear centenares de equipos de investigación.

Esta estrategia la han usado durante décadas muchas empresas, y de hecho a Microsoft se la ha acusado infinidad de veces de aprovecharse de ideas de los demás, en lugar de crear las suyas. Por ejemplo, su base de datos, SQL Server, fue en realidad una adquisición de este tipo.

Evidentemente, las situaciones no son tan extremas, y las grandes empresas, aunque compran ideas, también mantienen departamentos internos de I+D.

En cierto modo, la "emprendeduría" es el último paso de la externalización. Al principio las empresas tenían trabajadores; luego pasaron a tener becarios, contratos de prácticas, etc.; luego vino la época de las subcontratas; y la compra de empresas es ya el último paso, una externalización llevada al extremo en la que la empresa grande no hace ya nada: es sólo una marca que ha conseguido prestigio, y un montón de dinero. Vaya, que se comporta como un banco, como un inversor; un ente que no crea nada ni asume ningún riesgo, sólo compra cosas que le interesan y se desprende de las que no le interesan. Las ideas, que las ponga otro; el riesgo, que lo asuma otro; ellos se limitan a comprar cuando ya se ve que la cosa va a funcionar. El beneficio gordo, se lo quedan ellos; los sacrificios, que lo pongan esos simpáticos chicos que van a las escuelas de negocio para crear su start-up.

La maestría de la jugada consiste en presentar al emprendedor como el modelo a imitar, cuando en realidad, es el más pringado de todos. Y lo más mágico, genial, y macabro de todo: lo hace contento. Jamás un trabajo externalizado hizo tan feliz a quien lo practicaba. Ni George Orwell hubiera podido imaginar algo así.

Conclusiones

En general, el ambiente de aquella escuela de emprendedores me pareció muy sectario; era como si a esos chavales les hubieran lavado el cerebro para que sacrificasen su tiempo, su salud y sus pocos ahorros en crear futuros productos de las grandes empresas. Por ejemplo, en otra conferencia, apareció un joven emprendedor que había montado una empresa con unos colegas y que se había beneficiado de un programa (creo que de Banesto, pero hablo de memoria), que le había dado la oportunidad de ir a California para asistir a conferencias, intercambiar experiencias con empresarios de prestigio de allí, etc. Algo que no está nada mal, ciertamente, pero me llamó la atención no sólo el extraño entusiasmo del chico, sino el lenguaje de los conferenciantes, que se daban siempre la razón entre ellos, las lapidarias afirmaciones con las que sostenían que la "emprendeduría"  era poco menos que la panacea, la solución a todos los males del mundo. El emprendedor era algo así como el superhombre de Nietzsche, vamos. Qué queréis que os diga, lo vi todo muy sectario; casi me imaginaba que en unos minutos nos harían levantar a todos y cantar Góspel haciendo palmas.

Las conclusiones a las que llegué al final fueron estas:

1. Es digno de admirar que haya gente con el valor necesario para crear nuevas empresas, afrontar nuevos retos, y embarcarse en la aventura de trabajar para sí mismos, en lugar de para otros. Aunque esto ya lo sabíamos, no hacía falta ir a conferencias.
2. Quienes lo hacen, tienen una probabilidad ínfima de llegar a crear una empresa importante. Quizás puedan sobrevivir, pero sería muy raro que consiguieran mucho más.
3. La mayoría de los pocos que lo consiguen (5%) acaban vendiendo su empresa a una multinacional.
4. Los que arrancan pero no acaban de despuntar (20%) malvivirán como hace cualquier autónomo, aunque su suerte puede ser diversa. Aquellos que acaben teniendo una empresa mediana, con unos beneficios aceptables, seguramente son los más afortunados y dignos de imitar.
5. El resto (75%) acabaran, imagino, en la puta calle, tras haber pagado con todo su patrimonio las deudas a los inversores.
6. Una ínfima parte (mucho menos del 1%) decidirá no venderse a las grandes empresas y quizás, con suerte, acaben convirtiéndose ellos mismos en grandes empresas. Es el caso de Google, que se mencionó docenas de veces en las conferencias, pero que no es nada, pero que nada representativo del futuro que le espera a una start-up.

Los porcentajes que pongo son aproximados, hablo de memoria, pero más o menos iban por ahí.

Yo qué quieren que les diga, con unas perspectivas como estas, la "emprendeduría" no me parece nada atractiva. Pero no sólo eso: no me parece que sea para nada la solución de nuestra economía. No puede ser que unos pocos dinosaurios se adueñen del mercado a base de talonario, mientras unos cuantos chavales les hacen el trabajo sucio.

Todo esto a veces me lleva a pensar que las sociedades anónimas no deberían existir. No puede ser que una empresa, que es un proyecto de vida y el resultado de muchos sacrificios e ilusiones, se venda y se compre como si nada. La empresa debe ser de quienes trabajan en ella. En el fondo, deberían ser siempre cooperativas. Si dos empresas deciden fusionarse, de acuerdo, pero no que un inversor mueva las fichas de la economía real como si estuviera jugando al Risk.

Pero eso es para otro artículo.

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