Como ya sabrán ustedes, hace unos días la señora Kate Middleton, duquesa de Cambridge y esposa del príncipe Guillermo de Inglaterra, fue pillada haciendo top-less. La reacción de la casa real británica fue propia del siglo pasado: no sólo denunciar a la revista que hizo las fotos sin consentimiento (lo que me parece lógico y normal), sino intentar por todos los medios eliminar esas fotos de la propia Internet, en un momento en que ya habían sido difundidas, ignorando así el famoso efecto Streissand, y consiguiendo todo lo contrario, dar publicidad a la revista Closer. Una buena metedura de pata, comprensible por otro lado, por parte de una institución tan anticuada.
También estos días ha saltado una polémica sobre facebook, al difundirse que los antiguos privados, anteriores al 2010 eran ahora visibles en el muro. Facebook reaccionó explicando que lo que ocurría era que ciertos comentarios del antiguo muro, son visibles ahora con el nuevo "timeline". En cualquier caso, si has de decir algo realmente privado, ¿es adecuado usar la base de datos de facebook? Por suerte, en la mayoría de los casos debían ser mensajes para quedar una tarde, para un café.
Leyendo las últimas entradas de este blog, me doy cuenta de que no son los únicos casos de situaciones desagradables, producto de la especial manera de funcionar que tiene Internet. Hace poco comenté la polémica del video privado de una concejal toledana, y justo las últimas entradas iban sobre el tremendo error del director de El Cosmonauta, al colgar en Internet algo que jamás debió llegar a escribir, ni siquiera en privado. Todos estos hechos me llevan a pensar que no somos aún capaces de captar la potencia de la red. Es una herramienta demasiado nueva. Incluso para quienes son muy jóvenes y la han conocido desde el principio de su adolescencia, sigue siendo un lugar extraño, cuyas consecuencias, a veces terribles, son difíciles de imaginar. Nuestra sociedad aún no está habituada a ella, seguimos creyendo, en el fondo, que las cosas funcionan como en los tiempos de las revistas, la TV y la radio, y creemos que Internet es simplemente, como una especie de televisión multicanal, en la que además puedes dejar comentarios.
No es así. Internet es algo mucho más poderoso. Hasta hace muy poco, las televisiones y las radios no siempre llegaban a todas partes (ahora sí que se ha puesto de moda tener "canales internacionales" para cada televisión que se precie), y las revistas y periódicos no siempre son fáciles de difundir. Si el Frankfurt Allgemeine publica algo, en España seguramente no leerá casi nadie ese artículo; sólo en el caso de que un diario local publique esa misma noticia, llegaríamos a enterarnos de ella. Y así con todo. En Internet esto no es así. Desde el momento en que apretamos el botón de "publicar" (o "enviar" o lo que corresponda), esa información llega a cualquier rincón del mundo. Incluso los blogs menos visitados (como este mismo :P) son vistos periódicamente por personas de los lugares más remotos. Acabo de mirar la localización geográfica de mis visitas y veo por ejemplo que en las últimas 24 horas he tenido 2 visitas de Taiwan (¿En serio hay alguien en Taiwan al que le interese lo que escribo?). Sea como sea, esas personas han podido enterarse en muy pocas horas de algo que yo he pensado, y lo que es peor: lo han podido guardar en su ordenador (aunque no creo que sea el caso). Esto significa que, si mañana me arrepiento y borro un artículo o un comentario, eso no implica que la información se pierda necesariamente. Podría estar guardada por ahí, vaya usted a saber en cuantos sitios y bajo el control de qué personas.
En definitiva: no somos dueños de lo que subimos a la red. Antaño, las personas poderosas manipulaban los medios para hacer desaparecer aquellos datos que no querían que llegasen al gran público. Esto tenía mucho éxito porque realizar copias de un diario no era tan fácil. Si era un programa de TV o radio, era improbable que alguien se hubiera entretenido grabándolo, e incluso aunque lo hubiera hecho, no era fácil multiplicar esa grabación por miles en poco tiempo, sin invertir muchos recursos. Por tanto, el "secuestro" de las publicaciones era relativamente efectivo. Cuanto más poderoso fuese el agente manipulador y más influencias tuviera, más efectivo era.
Hoy en día eso no es así. De nada sirve secuestrar un medio de comunicación (recordemos el famoso caso de El Jueves y su portada con el príncipe), de nada sirve borrar entradas de blogs o comentarios de foros. Es más: si se intenta hacer, se produce un efecto Streisand tan fuerte que la difusión original de la noticia queda en una mera anécdota, frente a las miles y miles de réplicas de la información y a los millones de comentarios al respecto de los usuarios. Uno de los casos más espectaculares fue el de la famosa clave de cifrado AACS. Lo curioso es que en el fondo lo sabemos. Sabemos que esa información se ha quedado ahí y que no la podemos eliminar, y sabemos que cuanto más removamos las ascuas más se avivará el fuego, pero de algún modo no lo acabamos de asimilar del todo. Algo en nuestro subconsciente nos hace creer que si nos molesta lo borramos y listo. Algo nos hace creer que lo que hacemos fuera de Internet no puede llegar a la red, lo cual no es cierto: ¿De verdad pensaba la duquesa de Cambridge que si hacía top-less no iba a haber por ahí algún paparazzi capaz de colarse con su objetivo de largo alcance y fotografiarla? Y si alguno lo conseguía, ¿creía de verdad que esas fotos no llegarían a la red, en cuyo caso ya estaría todo perdido? No, claro que no lo pensaba, igual que la concejal de Los Yébenes no ignoraba que quizás la mala suerte pudiera hacer que el vídeo que grababa llegase a ser mal empleado por algún adversario político o por algún chavalín con ganas de hacer daño; pero de alguna manera se relajaron, se dejaron llevar por la confianza en que probablemente no pasaría nada. Probablemente. Lo malo es que si pasa, no hay solución.
Muchos pensarán que eso a ellos no les afecta, que ellos no son tan famosos como la duquesa o como un cargo público; pero desgraciadamente eso es cada vez menos cierto. Lo compruebo cada vez que bajo paseando por las Ramblas de Barcelona, y veo a los turistas grabándolo todo en vídeo. Ya no es que te puedan pillar en una foto, no, no: en vídeo. Seguramente salgo yo por ahí caminando en bastantes grabaciones que pululan por las casas de algunas personas de Japón, de Noruega, o de cualquier otra parte.
Peor aún: grabaciones que quizás se hayan subido a la red y ya anden por ahí siendo compartidas. Vivimos en una nueva era en la que los secretos no existen, o al menos uno no puede tener mucha confianza en que existan. Y aún no hemos adaptado nuestros hábitos, nuestro subconsciente, a esta nueva realidad. No pensamos que incluso los mensajes privados que mandamos, no podemos estar seguros de que no puedan llegar algún día a hacerse visibles por culpa de un efecto informático (como el de facebook) o porque, sencillamente, la persona a la que se lo enviamos lo reenvía sin nuestro conocimiento. Reenviar un mensaje o capturar una conversación de chat, webcam incluida, es tan fácil, que probablemente el consejo más acertado al respecto lo dio quien dijo hace poco que en la era de Internet, si quieres que algo no se sepa, mejor ni lo pienses.
Y no es sólo Internet. ¿Nos hemos parado a pensar la cantidad de datos, fotos y vídeos que hay hoy en día disponibles sobre cualquiera de nosotros? Cuando indago información sobre quiénes eran mis abuelos, apenas tengo unas pocas fotos que mis padres aún conservan. De milagro, guardo aún una de unos bisabuelos míos. Y ya está. Eso y algunas anécdotas que mis padres guardan en su memoria (y que podrían ser inexactas) son toda la información de que dispongo sobre estas personas. En cambio, de mí hay docenas de fotos guardadas (algunas en ordenadores de gente con la que ya no tengo relación), está mi cuenta de facebook, está este mismo blog. Mis sobrinas, de unos pocos años de edad, prácticamente están fotografiadas durante cada día de su vida desde que nacieron.
En un contexto así, el secreto y el misterio se van perdiendo cada vez más, y nuestra vida queda expuesta a todo el mundo. No son sólo las fotos de carnet o de familia, son las fotos de borrachera, son los comentarios llenos de insultos que a lo mejor un día pusimos, cabreados, en el muro o en el blog de alguien que nos caía mal. Cosas que nosotros jamás conocimos de nuestros padres y abuelos, quizás serán perfectamente conocidas por nuestros hijos y nietos. Son miles de datos que en el futuro podrían ser consultados por miles de personas, que quizás ni conozcamos. Ya no es la CIA o el CNI, es algo mucho peor que eso: es la población mundial misma.
No tener secretos (o al menos secretos relativamente seguros) acarrea ventajas e inconvenientes. Los inconvenientes se los podemos preguntar a las personas que arriba he mencionado, seguro que por ejemplo Kate Middleton nos los podrá explicar. Las ventajas también existen: los seres humanos podrán conocer a sus antepasados a fondo, saber de quién vienen, cómo eran esas personas a las que les deben la vida. También creo que nos hará más responsables, nos obligará a cuidar nuestras formas, a poner más atención en lo que hacemos y decimos. Últimamente oigo hablar mucho del derecho al olvido. Algunos defienden que una persona debería tener derecho a borrar su pasado de todas las bases de datos del mundo y comenzar de cero, si así lo desea. Pero por mucho que filosóficamente podamos estar de acuerdo con esta idea, la realidad es que eso es ya imposible. Debemos afrontar la realidad de este mundo sin secretos, en el que nuestro pasado nos perseguirá siempre, desde todos los rincones del mundo.
También estos días ha saltado una polémica sobre facebook, al difundirse que los antiguos privados, anteriores al 2010 eran ahora visibles en el muro. Facebook reaccionó explicando que lo que ocurría era que ciertos comentarios del antiguo muro, son visibles ahora con el nuevo "timeline". En cualquier caso, si has de decir algo realmente privado, ¿es adecuado usar la base de datos de facebook? Por suerte, en la mayoría de los casos debían ser mensajes para quedar una tarde, para un café.
Leyendo las últimas entradas de este blog, me doy cuenta de que no son los únicos casos de situaciones desagradables, producto de la especial manera de funcionar que tiene Internet. Hace poco comenté la polémica del video privado de una concejal toledana, y justo las últimas entradas iban sobre el tremendo error del director de El Cosmonauta, al colgar en Internet algo que jamás debió llegar a escribir, ni siquiera en privado. Todos estos hechos me llevan a pensar que no somos aún capaces de captar la potencia de la red. Es una herramienta demasiado nueva. Incluso para quienes son muy jóvenes y la han conocido desde el principio de su adolescencia, sigue siendo un lugar extraño, cuyas consecuencias, a veces terribles, son difíciles de imaginar. Nuestra sociedad aún no está habituada a ella, seguimos creyendo, en el fondo, que las cosas funcionan como en los tiempos de las revistas, la TV y la radio, y creemos que Internet es simplemente, como una especie de televisión multicanal, en la que además puedes dejar comentarios.
No es así. Internet es algo mucho más poderoso. Hasta hace muy poco, las televisiones y las radios no siempre llegaban a todas partes (ahora sí que se ha puesto de moda tener "canales internacionales" para cada televisión que se precie), y las revistas y periódicos no siempre son fáciles de difundir. Si el Frankfurt Allgemeine publica algo, en España seguramente no leerá casi nadie ese artículo; sólo en el caso de que un diario local publique esa misma noticia, llegaríamos a enterarnos de ella. Y así con todo. En Internet esto no es así. Desde el momento en que apretamos el botón de "publicar" (o "enviar" o lo que corresponda), esa información llega a cualquier rincón del mundo. Incluso los blogs menos visitados (como este mismo :P) son vistos periódicamente por personas de los lugares más remotos. Acabo de mirar la localización geográfica de mis visitas y veo por ejemplo que en las últimas 24 horas he tenido 2 visitas de Taiwan (¿En serio hay alguien en Taiwan al que le interese lo que escribo?). Sea como sea, esas personas han podido enterarse en muy pocas horas de algo que yo he pensado, y lo que es peor: lo han podido guardar en su ordenador (aunque no creo que sea el caso). Esto significa que, si mañana me arrepiento y borro un artículo o un comentario, eso no implica que la información se pierda necesariamente. Podría estar guardada por ahí, vaya usted a saber en cuantos sitios y bajo el control de qué personas.
En definitiva: no somos dueños de lo que subimos a la red. Antaño, las personas poderosas manipulaban los medios para hacer desaparecer aquellos datos que no querían que llegasen al gran público. Esto tenía mucho éxito porque realizar copias de un diario no era tan fácil. Si era un programa de TV o radio, era improbable que alguien se hubiera entretenido grabándolo, e incluso aunque lo hubiera hecho, no era fácil multiplicar esa grabación por miles en poco tiempo, sin invertir muchos recursos. Por tanto, el "secuestro" de las publicaciones era relativamente efectivo. Cuanto más poderoso fuese el agente manipulador y más influencias tuviera, más efectivo era.
Hoy en día eso no es así. De nada sirve secuestrar un medio de comunicación (recordemos el famoso caso de El Jueves y su portada con el príncipe), de nada sirve borrar entradas de blogs o comentarios de foros. Es más: si se intenta hacer, se produce un efecto Streisand tan fuerte que la difusión original de la noticia queda en una mera anécdota, frente a las miles y miles de réplicas de la información y a los millones de comentarios al respecto de los usuarios. Uno de los casos más espectaculares fue el de la famosa clave de cifrado AACS. Lo curioso es que en el fondo lo sabemos. Sabemos que esa información se ha quedado ahí y que no la podemos eliminar, y sabemos que cuanto más removamos las ascuas más se avivará el fuego, pero de algún modo no lo acabamos de asimilar del todo. Algo en nuestro subconsciente nos hace creer que si nos molesta lo borramos y listo. Algo nos hace creer que lo que hacemos fuera de Internet no puede llegar a la red, lo cual no es cierto: ¿De verdad pensaba la duquesa de Cambridge que si hacía top-less no iba a haber por ahí algún paparazzi capaz de colarse con su objetivo de largo alcance y fotografiarla? Y si alguno lo conseguía, ¿creía de verdad que esas fotos no llegarían a la red, en cuyo caso ya estaría todo perdido? No, claro que no lo pensaba, igual que la concejal de Los Yébenes no ignoraba que quizás la mala suerte pudiera hacer que el vídeo que grababa llegase a ser mal empleado por algún adversario político o por algún chavalín con ganas de hacer daño; pero de alguna manera se relajaron, se dejaron llevar por la confianza en que probablemente no pasaría nada. Probablemente. Lo malo es que si pasa, no hay solución.
Muchos pensarán que eso a ellos no les afecta, que ellos no son tan famosos como la duquesa o como un cargo público; pero desgraciadamente eso es cada vez menos cierto. Lo compruebo cada vez que bajo paseando por las Ramblas de Barcelona, y veo a los turistas grabándolo todo en vídeo. Ya no es que te puedan pillar en una foto, no, no: en vídeo. Seguramente salgo yo por ahí caminando en bastantes grabaciones que pululan por las casas de algunas personas de Japón, de Noruega, o de cualquier otra parte.
Peor aún: grabaciones que quizás se hayan subido a la red y ya anden por ahí siendo compartidas. Vivimos en una nueva era en la que los secretos no existen, o al menos uno no puede tener mucha confianza en que existan. Y aún no hemos adaptado nuestros hábitos, nuestro subconsciente, a esta nueva realidad. No pensamos que incluso los mensajes privados que mandamos, no podemos estar seguros de que no puedan llegar algún día a hacerse visibles por culpa de un efecto informático (como el de facebook) o porque, sencillamente, la persona a la que se lo enviamos lo reenvía sin nuestro conocimiento. Reenviar un mensaje o capturar una conversación de chat, webcam incluida, es tan fácil, que probablemente el consejo más acertado al respecto lo dio quien dijo hace poco que en la era de Internet, si quieres que algo no se sepa, mejor ni lo pienses.
Y no es sólo Internet. ¿Nos hemos parado a pensar la cantidad de datos, fotos y vídeos que hay hoy en día disponibles sobre cualquiera de nosotros? Cuando indago información sobre quiénes eran mis abuelos, apenas tengo unas pocas fotos que mis padres aún conservan. De milagro, guardo aún una de unos bisabuelos míos. Y ya está. Eso y algunas anécdotas que mis padres guardan en su memoria (y que podrían ser inexactas) son toda la información de que dispongo sobre estas personas. En cambio, de mí hay docenas de fotos guardadas (algunas en ordenadores de gente con la que ya no tengo relación), está mi cuenta de facebook, está este mismo blog. Mis sobrinas, de unos pocos años de edad, prácticamente están fotografiadas durante cada día de su vida desde que nacieron.
En un contexto así, el secreto y el misterio se van perdiendo cada vez más, y nuestra vida queda expuesta a todo el mundo. No son sólo las fotos de carnet o de familia, son las fotos de borrachera, son los comentarios llenos de insultos que a lo mejor un día pusimos, cabreados, en el muro o en el blog de alguien que nos caía mal. Cosas que nosotros jamás conocimos de nuestros padres y abuelos, quizás serán perfectamente conocidas por nuestros hijos y nietos. Son miles de datos que en el futuro podrían ser consultados por miles de personas, que quizás ni conozcamos. Ya no es la CIA o el CNI, es algo mucho peor que eso: es la población mundial misma.
No tener secretos (o al menos secretos relativamente seguros) acarrea ventajas e inconvenientes. Los inconvenientes se los podemos preguntar a las personas que arriba he mencionado, seguro que por ejemplo Kate Middleton nos los podrá explicar. Las ventajas también existen: los seres humanos podrán conocer a sus antepasados a fondo, saber de quién vienen, cómo eran esas personas a las que les deben la vida. También creo que nos hará más responsables, nos obligará a cuidar nuestras formas, a poner más atención en lo que hacemos y decimos. Últimamente oigo hablar mucho del derecho al olvido. Algunos defienden que una persona debería tener derecho a borrar su pasado de todas las bases de datos del mundo y comenzar de cero, si así lo desea. Pero por mucho que filosóficamente podamos estar de acuerdo con esta idea, la realidad es que eso es ya imposible. Debemos afrontar la realidad de este mundo sin secretos, en el que nuestro pasado nos perseguirá siempre, desde todos los rincones del mundo.
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